La tardecita avanza lentamente por las calles de Florida, en Vicente López, y la siesta pareciera ser cita obligada para los del barrio. Apenas se escucha el canto de los pájaros. A pesar de que el verano ya terminó, el calor y la humedad paralizan, por momentos, hasta a los más inquietos. En ese remanso de silencio detiene su auto en la puerta de un gimnasio. ¿Dónde más iba a ser? Ailén Valente se baja y el mundo vuelve a moverse otra vez.
Con una frescura que la envuelve entra al gimnasio ARGYM, donde hasta hace un mes solía entrenarse. Saluda a las nenas que toman clases con un profesor y entre colchonetas, barras paralelas, cajones, vigas y alfombras, la inercia parece llevarla a cambiarse la ropa entrar en calor y comenzar con los ejercicios planificados de entrenamiento. Pero no. Esa rutina ya no forma más parte de sus días, que ahora reparte entre sus estudios en la Universidad de Buenos Aires, donde cursa el CBC para Kinesiología, y su rol como entrenadora de pequeñas gimnastas.
Acaba de cumplir 22 años y decidió poner fin a su carrera como gimnasta de elite. Tras clasificar y competir en los Juegos Olímpicos de Río 2016, Lilu tomó una decisión de quiebre con una seguridad que deja entrever una sabiduría que contrasta con su juventud.
-¿Por qué decidiste retirarte?
-Venía procesando el retiro hace rato. Después de Río clasifiqué al Sudamericano y al Panamericano y ganamos medallas en ambos torneos. Terminé muy agotada física y, sobre todo, mentalmente. Llegar a ser deportista olímpica te acerca sponsors y, si bien el cansancio mental estaba, a la vez tenía que tratar de aprovechar todo lo que había ganado tras tantos años de trabajo. Las ganas de ir a entrenar estaban, pero me costaba seguir en un sistema en el que tenés que estar todo el tiempo arriba. No podés tomarte un día más de descanso porque no llegás al siguiente torneo. Me costaba estar todo el tiempo al 100 por ciento.
Con una efusividad eléctrica, un suspiro profundo sale de sus pulmones y entonces lanza: “En 2017 volví a estar en el equipo sudamericano, a pesar de que había sido un año de baja para mí. Y por mi forma de ser preferí cerrar mi ciclo bien y no, quizás, arrepentirme después por haber seguido solo por seguir. En todos mis años como deportista amateur conocí muchos casos en los que los retiros fueron más obligados que deseados”.
Lilu entrenó desde los 10 años con Florencia Gugliada. Hoy trabaja a su lado dando clases por las tardes a las pequeñas que eligen la gimnasia como deporte. Ella y el psicólogo deportivo Pablo Nigro la ayudaron a decidir el momento justo de su retiro. “Fue muy charlado con Pablo y con Flopy, porque quizás no estaba tan claro pero se veía venir. Uno trata de alargarlo lo más que puede también ¿no?, porque tampoco quería dejar porque sí. Entonces siempre se trata de patear. Decidí lo mejor que pude y creo que fue el momento justo para hacerlo”, afirma Ailén con una mirada sostenida en la que no cabe un atisbo de duda.
-Hablaste del sistema, ¿cambia el trato cuando los resultados no son buenos?
-Sí, lamentablemente. Los deportistas amateurs existimos gracias al apoyo económico y las becas del Enard y la Secretaría de Deportes, pero para obtener esa ayuda es condición ganar una medalla sudamericana como mínimo. Existen becas para juveniles, por ejemplo ahora con los Juegos de la Juventud, pero la verdad que si no lográs una medalla las becas se caen. Entonces si bien el sistema te apoya, después de un punto necesitás sí o sí estar entre los mejores.
Valente reconoce que competir con mayores aun siendo juvenil le produjo un desgaste importante. “Desde los 13 años empecé a viajar y competir en mayores porque había sólo dos gimnastas en esa categoría en el país. Entonces, junto con otras dos juveniles competimos durante tres años en clasificaciones a torneos de mayores a los que, en muchos casos, no podíamos ir por ser justamente menores de 16”, repasa. “Es un desgaste grande; y, más que nada, mucha presión, porque con 13 años vas a representar a tu país en un torneo Odesur, y eso es un montón”, completa.
-¿Qué creés que le dio la gimnasia a tu vida?
-Repercutió en todo. La disciplina para entrenar, la puntualidad, la responsabilidad, todo eso que tiene el entrenamiento te queda para la vida. Te da la constancia de cumplir con normas o condiciones: un peso específico, una malla determinada para tal torneo. Hoy lo noto en la facultad, en el estudio, en no ir a rendir sin haber estudiado. Tengo una autoexigencia que, para mí, es normal, y es gracias al deporte. También me abrió la cabeza. Salir a competir desde tan chiquita a otros países y conocer culturas diferentes te posiciona en un lugar distinto con respecto a tus pares que no tuvieron las mismas experiencias. El deporte te hace ser quien sos. La gimnasia me hizo como soy y lo agradezco, sobre todo cuando veo otras realidades.
Ailén está convencida de que la gimnasia la hizo ser la persona que es, con determinación y tenacidad, como resalta cada uno de los entrenadores que pasaron por su vida. Pero en sus 18 años como gimnasta, Valente también dejó una marca: “No soy una mina talentosa. No es que vengo y me salen las cosas porque sí, pero siempre hice todo lo que me decían que tenía que hacer, me bancaba dolores o malestares con tal de entrenar y siempre me recalcaron eso”, recuerda. En su historia deportiva este capítulo parece dejar una preciada enseñanza: “Que me destaquen por ser laburadora, humilde, por no contestar y contagiar las ganas de entrenar a mis compañeras, es lindo. Me gusta saber que dejo eso en las personas. Lo mejor que hice fue ser humilde como soy y quiero dejar esa huella en los que vienen atrás, que alguna nena diga “quiero ser como Lilu”; y no me refiero al nivel gimnástico, sino a todo lo demás”, analiza.
El jueves 8 de marzo fue la fecha ¿casual? en la que comunicó su retiro a través de su cuenta de Instagram: “Dejé lo mejor de mí en este deporte y espero haber dejado algo en cada una de las gimnastas que siguen detrás mío. No es una despedida ya que a partir de hoy arranco a trabajar desde el lado de entrenadora, y eso me hace muy feliz.” Deportistas, familiares, amigos y fanáticos saludaron y apoyaron su decisión. “El día anterior había hablado con mi psicólogo y con mi entrenadora y justo se dio que posteé al día siguiente pero cuando me di cuenta de que era el día de la mujer me gustó más todavía. Era un día poderoso”, explica entre orgullosa y alegre.
Y en este contexto de feminismo y mujeres que ya no se callan la boca, la gimnasia ha tenido un rol de gran relevancia cuando, hace apenas unos meses se revolucionó el mundo del deporte por los cientos de abusos que cometió Larry Nassar, kinesiólogo del equipo nacional de Estados Unidos,
-¿Cómo te impactó lo sucedido con los abusos en el equipo estadounidense?
-Estados Unidos es la mejor selección de gimnasia. Cuando entra el equipo norteamericano al estadio todos se paran a recibirlo. Creo que para ellas, haber contado que su kinesiólogo les hacía esas cosas fue la mayor presión; y no sólo por hablar, sino porque significaba destruir un sistema que aparentaba ser perfecto. Y que no lo era. Ahí está el problema. Me sorprendí cuando salió el primer caso y después, cuando empezaron a aparecer todos los demás, fue muy fuerte. Estados Unidos siempre fue como un mundo muy cerrado. En los torneos, solemos hablar entre países, pero ellos, por ejemplo, van todos juntos al comedor, comen y se van. Casi no interactúan. Cuando me pongo en el lugar de las chicas y pienso si me hubiera pasado a mí con el kinesiólogo de la federación y fuéramos el mejor país del mundo en la disciplina, estuviéramos a la vista del mundo entero y tuviera que salir a hablar de eso... Es mucha presión. Las aplaudo por cómo hablaron y se bancaron todo el proceso. A todas les pasó en medio de competencias que no sé ni cómo salieron a competir.”
Pero el ámbito local no está exento y, tal vez como efecto dominó tras el relato de las estadounidenses, ex gimnastas de la Confederación Argentina manifestaron haber sufrido abusos por parte de quien fuera su entrenador, Alejandro Sagreras. Esos abusos, que fueron denunciados ante la Justicia, eran rumores que corrían entre gimnastas pero sin datos certeros: “Sí, había escuchado rumores pero como ese otros mil de cualquier cosa. Era un rumor más, pensar que fuera cierto era imposible. En ese momento el tema abusos no estaba tan en conversación y no era fácil de hablar. Lo escuché hace mucho tiempo y no imaginé que iba a aparecer todo esto”, recuerda Ailén que, si bien no compartió espacios con los gimnastas había escuchado el secreto a voces disfrazado de chusmerío. “Si efectivamente sucedieron, entonces tendrá que pagar él por lo que hizo y ojalá que quienes hayan sido abusados encuentren algo de paz con lo que la justicia dictamine. Me parece muy bien que salga a la luz para clarificar lo que pasó y que el que hizo algo, pague su culpa”, sentencia.
La tarde continúa su curso y el calor no cede. El reloj marca las 16:45 y se acerca el turno de nenas que, desde hace unos días, tienen nueva entrenadora. Las chicas empiezan a prepararse mientras Lilu visualiza su futuro: “Quiero disfrutar esa otra parte de mi vida, estudiar, tener una carrera” Y enseguida completa: “A nivel gimnástico quisiera pasarle todos mis conocimientos a las chicas y, ojalá, tener alguna nena que llegue y siga mis pasos”. Casi sin querer, o sin forzarlo, Valente deja ver su próximo Juego Olímpico. La disciplina será la kinesiología aplicada a la gimnasia, el diploma, su título universitario, la medalla su vocación y los laureles, los abrazos y el amor que emana y pareciera dejar como estela por donde pasa.