Hay una palabra que aparece varias veces en la charla con el cantor y compositor cordobés Juan Iñaki: potencia. Surge naturalmente cuando se habla del concepto, la sonoridad y el contexto de creación de su sexto disco solista, Aquí y ahora. “En la canción que da nombre al disco, lo que queríamos decir es que la alegría es nuestra, más allá de los eslóganes políticos. Conozco mis lugares oscuros, pero sé que no le sirvo al mundo de esa manera. Ante la tremenda adversidad, siento que tengo la obligación de conectar con la luz de la alegría para poder hacer que las cosas cambien. La canción terminó siendo una especie de manifiesto sobre lo que quería decir en el disco en general”, se explaya Iñaki sobre este tema con aires de caporal en la que la mexicana Lila Downs colabora con su particular voz. “Me invitó a cantar en 2010 a un show de ella en el Gran Rex, pegamos onda y generamos un vínculo afectuoso desde la distancia”, cuenta el cordobés, antes de presentarse hoy a las 21, en la sala Caras y Caretas 2037, Sarmiento 2037.
En el disco hay un interesante equilibrio entre canciones propias y de otros. Le encuentra nuevos enfoques a temas muy transitados como “Canción del pinar” (Jorge Fandermole), “Las cosas tienen movimiento” (de Fito Páez, con el piano aquí de Lito Vitale), “La carbonera” (Adolfo Abalos-Julián Díaz) o la eterna “Volver a los 17”, de Violeta Parra, que suena casi mántrica con los colores del bichito cordobés y la trikitixa (acordeón pequeño) a cargo del español Kepa Junkera, otro de los invitados. Y también hay lugar para una zamba de Ramiro González, “Entre tu amor y mi amor”. Si bien sobresale su talento vocal, en este trabajo afianza su faceta de compositor y se luce con piezas propias como “Abismo”, “Cuando todo parecía florecer” (con Carmen París de invitada) y “No podrán jamás callar mi voz” (junto a Los Caligaris). “Hay dos mujeres a cargo de la producción artística, Mariana Pellegrino y Cecilia Fandiño, y eso es muy potente. A diferencia de discos anteriores, las canciones están sostenidas por las bases de guitarras (acústicas y eléctricas) y del acordeón. Y eso le da un groove especial”, entiende Iñaki, quien también incursionó en las artes dramáticas con el papel de Jean Valjean en el musical Les Miserables, una súper producción ecuatoriana.
Aquí y ahora también está atravesado por un pulso andino y bailable. Un ejemplo es “Coplita de corazones abiertos”, con el charango inconfundible del Bicho Díaz, o “Abismo”, con las quenas al frente. “Lo que más me identifica hoy, como persona que no tiene una religión, es la cosmogonía andina. Desde muy chiquito iba a escuchar a la Chaya al ‘Tata’ Duarte, que era un vidalero y coplero riojano. Siempre me sentía abrazado por esas raíces”, cuenta Iñaki. “Hay una intención en este disco de poder generar en la gente la misma emoción de la festividad que yo he experimentado en esos lugares. En las grandes urbes, hay una tendencia a que la fiesta sea un descalabro o romperse de un modo superficial. Pero si uno va al encuentro de San Antonio de Arredondo, a determinados espacios de Cosquín o incluso a las marchas ambientalistas de resistencia de Córdoba, puede experimentar el goce en masa de la festividad, una cosa tribal y de profunda emotividad”, desarrolla este cordobés, que forma parte de una camada de músicos que están actualizando la canción de raíz folklórica.