Desde La Habana

Miguel Díaz Canel saludó como se saluda en el básquetbol a cada integrante del nuevo Consejo de Estado. Tocó con la palma de su mano derecha la de sus 30 colegas. Después subió al estrado ya proclamado como nuevo mandatario cubano. Acaso ése fue el único gesto fuera del protocolo. Una de las secretarias de la Asamblea del Poder Popular lo convocó diciéndole “compañero diputado usted es el nuevo presidente…” Minutos antes se habían leído los resultados de la votación. El ingeniero electrónico que conducirá los destinos de la isla durante los próximos cinco años había sido elegido por 603 de los 604 legisladores presentes. Ese porcentaje abrumador de votos lo alcanzó cada uno de los candidatos propuestos en el Palacio de las Convenciones. Muchos recogieron unanimidades. Sobre todo los representantes de la vieja generación revolucionaria como el comandante Ramiro Valdés Menéndez. O el primer vicepresidente, Salvador Valdés Mesa, un sindicalista que es observado como fuente de preservación de la continuidad del socialismo.

  “No estamos inaugurando una legislatura más”, dijo Díaz Canel en la apertura de su discurso de poco menos que media hora (ver aparte). Y enseguida les dedicó palabras de reconocimiento a los líderes que, como Raúl Castro, bajaron del Granma y acabaron con el régimen de Fulgencio Batista hace casi 60 años. “Cuba espera de nosotros que seamos como ellos, capaces de librar victoriosamente todos los combates que nos esperan. La presencia de Raúl, Machado, Ramiro, Guillermo y otros revolucionarios, nos da la posibilidad de abrazarlos y abrazar la historia viva.”

Castro había subido al escenario primero, convocado por el presidente de la Asamblea, Esteban Lazo Hernández. “Cuente con nosotros siempre”, le dijo la vice Ana María Mari Machado anticipando la despedida. El saliente presidente del Consejo de Estado clausuró la Asamblea después del discurso de Díaz Canel. Con un tono campechano y pausado reafirmó la orientación socialista de la Revolución y repasó sus logros y dificultades. No se refirió a EE.UU con el tono conciliatorio que dominó la relación de ambos países durante el gobierno de Barack Obama. Eso quedó descartado. “No tenemos que recibir lecciones de nadie y mucho menos de Estados Unidos”, señaló. Y aludió a Donald Trump sin nombrarlo como “el vecino que tenemos…”. El final, casi improvisado, lo sorprendió bromeando con el auditorio. Tomó las hojas donde estaba redactado su discurso y dijo: “Bueh, acabé” (ver aparte). Un aplauso uniforme y prolongado, como todos los aplausos que los diputados cubanos le tributaron a cada uno de sus candidatos a los Consejos de Estado y de Ministros, cerró la sesión de la Asamblea.

El mundo vive con más ansiedad las primeras horas posteriores al cambio de mando en la isla que los propios cubanos. Ayer, en las calles habaneras, la actividad laboral se mantenía inalterable. Bajo un sol primaveral que empieza a anticipar el caluroso verano caribeño, la gente no modificó su agenda. En las inmediaciones del Palacio de las Convenciones se mantuvo una discreta custodia que impedía acceder a la zona. El taxista que conducía a este cronista hacia el lugar logró pasar un primer retén, pero no el segundo. Hubo que conformarse con regresar al hotel y seguir la asamblea por televisión. El Centro de Prensa Internacional que acredita a los periodistas había organizado una visita temprano, a las 6.30 de la mañana. Pero ya nos había anticipado un colega de Prensa Latina que sería “muy improbable” que consiguiéramos el testimonio de algún diputado. Se nos informó que solo ingresarían los reporteros gráficos y camarógrafos a tomar imágenes.

La asamblea del Poder Popular empezó a las 9, como estaba pautado. Los 604 legisladores esperaban sentados en sus butacas. Lazo, el presidente del parlamento, abrió la sesión. La representante de la Comisión Electoral Nacional leyó los resultados y porcentajes de la votación y cerró con la frase “todos resultan elegidos para los cargos mencionados”. Los 31 que integran el Consejo de Estado.

Castro y Díaz Canel entraron casi a la par y recibieron el primer aplauso del día. El comandante de 86 años se detuvo sobre sus pasos. Le sonrió a su sucesor, acaso buscando romper la solemnidad del momento. Después vendrían los discursos de reafirmación del socialismo y los informes genéricos –sobre todo de Raúl–  de la actualidad de Cuba, pero sin perder de vista el pasado revolucionario.

El flamante presidente que hoy cumplirá 57 años elogió a los diputados, de quienes dijo: “Si alguien quisiera ver a Cuba en un conjunto de ciudadanos, bastaría con que estudie la representación de la Asamblea”. En ella conviven un crisol de profesionales, científicos, educadores, deportistas, sindicalistas, jóvenes de las UJC y celebridades en su área de competencia como la hija del propio Raúl, Mariela Castro Espín, diputada por el municipio Plaza de la Revolución y directora del Centro Nacional de Educación Sexual.

En uno de los tramos de mayor espesura política de su discurso, el nuevo mandatario expresó: “Para nosotros está totalmente claro que solo el Partido Comunista de Cuba garantiza la unidad de la nación y de su pueblo”. También elogió por varios pasajes a Castro: “Raúl, como cariñosamente le llama nuestro pueblo, es el mejor discípulo de Fidel. Asumió la dirección de la Revolución ante una difícil situación económica y supo sobreponer al dolor personal, el deber”.

Aseguró que la Revolución cubana no había terminado con sus guerrilleros. “Sigue de verde olivo para vencer en todos los combates”, comentó. Puntualizó que se debían “rectificar nuestros errores, indisciplinas y problemas” en la misma línea que habló después Castro. “Sabemos demasiado de pedir y muy poco de racionalizar”, criticó el primer secretario del Comité central de PC. Lo hizo para describir como en una ocasión se habían utilizado “sin autorización y por equivocaciones” miles de litros de combustible. “Tendrán que devolverlos”, sugirió de un organismo o funcionarios que no precisó. Otra de las cuestiones que abordó fue la del desendeudamiento del país. Felicitó en público al responsable del área de Economía que llevó las negociaciones a cabo.

Por lo que proyecta a futuro, no quiso dejar de lado la sucesión al frente del Partido Comunista, un poder insoslayable en la isla. “El paso lógico será que en 2021 el compañero Díaz Canel asuma también el cargo de primer secretario del comité central del partido, cuando se cumpla el mandato que el VII Congreso le dio a él al frente de la organización política”. Castro sabe muy bien que “vivimos en un lugar y en un tiempo en el que no podemos cometer errores”, aseguró. De eso se trata la continuidad sin mayores zozobras de la Revolución. Ahora con un presidente a su frente del que poco se sabe y que surgió con nitidez entre la nueva generación de dirigentes políticos. Al que hoy puede verse en una foto en blanco y negro junto a Fidel, cuando era muy joven, flaco y lucía el pelo largo a la moda en los años 80. El mismo que ayer dio muestras de su lealtad al Partido Comunista cubano cuando dijo: “más de medio siglo de calumnias no han podido derribar las columnas del templo de nuestra fe”.  

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