Con la globalización neoliberal, que se ha extendido por todo el planeta, no sólo se han incrementado los flujos de bienes e información, sino también se han acelerado los procesos de acumulación de dinero y capital, y se ha concretado la integración económica en varias regiones del orbe.
La globalización ha traído una dinamización de los intercambios mercantiles, pero, lejos de propiciar que el libre mercado permitiera un amplio proceso de redistribución que trajera un mayor beneficio para la mayoría de la población del planeta, ha dado lugar a una alarmante concentración de la riqueza y a un incremento sustancial de la desigualdad.
De acuerdo a uno de los últimos informes de Oxfam, “Premiar el trabajo y no la riqueza (2018)”, una reducida minoría de alrededor del 1 por ciento de la población mundial acapara la mitad de la riqueza del planeta. En los últimos años esta tendencia sólo se ha incrementado, acrecentando la inequidad y la abrumadora y abismal brecha entre los niveles de desarrollo y las condiciones de vida entre un reducido grupo de híper billonarios y centenas de millones de personas hundidas en la miseria y que apenas sobreviven. La actual desigualdad es una masiva y rapaz maquinaria de generación de pobreza e injusticia.
No obstante la selectividad de las fronteras, que permiten el paso de mercancías y artículos y un selectivo flujo de personas, las migraciones internacionales —no documentadas y documentadas— han aumentado de manera constante en los últimos lustros. La ONU calcula que hay aproximadamente 258 millones de migrantes y que el ritmo de crecimiento de estos procesos de movilidad humana transfronteriza ha venido acelerándose en los últimos años, incrementándose el número de migrantes en 49 por ciento del 2000 a la fecha.
Los migrantes pasaron de ser el 2,8 por ciento de la población mundial en el inicio de la década del 2000 a ser el 3,4 por ciento en la actualidad. Además, aproximadamente poco menos del 25 por ciento de los casi 25 millones de seres humanos coaccionados a realizar trabajos forzados son migrantes. Así mismo, de acuerdo al informe “Conseguir que la migración funcione para todos (2018)” de la ONU, si bien los hombres son la mayoría de los migrantes, las mujeres ya representan el 48 por ciento de este grupo. Un claro reflejo de la combinación entre exclusión, violencia y migración forzada son los casi 26 millones de personas en busca de refugio y asilo en el mundo hoy.
La migración forzada y el refugio, además, tienen un alto costo de vidas humanas. Según datos del “Missing Migrant Project”, desde 2014 han muerto más de dos decenas de miles de refugiados y migrantes en diversas latitudes del orbe tratando de llegar a un destino seguro y sin violencia.
El motor
La migración, contrario a los discursos xenófobos y racistas nacionalistas, genera mucho dinero. De acuerdo a datos de la ONU, los migrantes dejan más beneficios que costos y generan un derrame económico mayor al gasto derivado del uso de los servicios estatales. Además, los migrantes envían a sus familiares sumas de dinero enormes. Un reciente informe de la ONU reporta que, en 2017, las remesas enviadas alcanzaron casi 600.000 millones de dólares, lo que significó tres veces la ayuda oficial a los países en desarrollo.
Lo que si acontece es que, derivado de políticas migratorias-fronterizas agresivas y de la falta de regulación en los pagos y condiciones de trabajo, los migrantes en los países de destino están expuestos a situaciones laborales precarias, a bajos salarios, explotación y a la ausencia de derechos laborales y humanos.
En este tenor, hay que entender que las migraciones internacionales son producto y resultado de la falta de oportunidades de desarrollo y las adversas condiciones materiales de vida en muchos países del sur global. Frente a Estados nacionales y organismos internacionales incapaces de propiciar entornos de desarrollo humano, los migrantes están condenados a buscar una opción de futuro fuera de sus hogares.
De este modo, un mundo estructuralmente desigual e injusto, en términos del control de los procesos de producción—distribución de la riqueza y de la alta acumulación de las ganancias, genera las condiciones para que la migración no sólo se mantenga, sino que aumente, conforme se acreciente la desigualdad y su consecuente impacto en el deterioro de la vida de millones de seres humanos.
Así, la migración continuará creciendo mientras:
1. se acentúe la disparidad/asimetría de niveles de vida entre países desarrollados y en vías de desarrollo;
2. continúen los desastres naturales y sus fuertes impactos sobre los países del sur global;
3. permanezcan y se acentúen los conflictos armados y bélicos en diversas regiones del mundo.
* Profesor de licenciatura y posgrado de la UNAM.
Servicio Informativo Alai-amlatina.