El ex canciller y actual diputado del Parlasur, Jorge Taiana dijo a PáginaI12 estar preocupado después del debilitamiento, o el posible final, de la Unión Suramericana de Naciones.
–La Argentina tuvo la presidencia pro tempore de Unasur hasta hace pocos días –afirmó ayer Taiana en una entrevista con este diario–. Y durante estos meses, ¿qué hizo? ¿Nada? ¿Le entrega la presidencia pro tempore a Bolivia y una semana después participa de la carta de seis países quejándose ante el canciller boliviano y anunciándole que suspenden su participación? Podría haber trabajado de otra manera. Y ahora, encima, ¿por qué el apuro? ¿No puede haber más reuniones de cancilleres para evitar la ruptura de Unasur? Es una puñalada trapera. Da toda la sensación de que se trata de un paso posterior a la Cumbre de las Américas de Lima, que terminó el 14 de abril sin que la Argentina lograse un acuerdo para condenar a Venezuela. Ni siquiera con Brasil. De paso, fue una cumbre que nació débil. El que la convocó, Pedro Pablo Kuczinski, dejó de ser presidente antes, por la corrupción.
–El retiro de seis países de Unasur aparece en algunos grandes medios como una revancha sobre el chavismo.
–No conocen la historia. La primera reunión de los países sudamericanos fue en el año 2000 en Brasilia, y la convocó Fernando Henrique Cardoso, que en ese momento era presidente de Brasil.
–No fue Hugo Chávez, aunque ya era presidente.
–No, no fue Chávez. Estuvo de acuerdo, pero la impulsó Cardoso. Quiero que se entienda bien: cuando digo que fue la primera reunión, me refiero a la primera en toda la historia independiente de cada uno de nuestros países. Hay que recordar que Brasil siempre buscó un lugar permanente en el Consejo de Seguridad y en parte por ese motivo quería fortalecer la región. Pero fue una buena iniciativa. Si no, basta con mirar el mapa, ¿no?
–¿Y ver qué en el mapa?
–Eso: el mapa. Ahí se ve claramente que Sudamérica es un área común. Ahora, cuando uno revisa la historia ve que en el 2000 estaban por cumplir 200 años de vida independiente y jamás se habían reunido. A solas, sin los Estados Unidos. Suena raro. Uno sabe que se juntaban los europeos, los africanos, los centroamericanos, los de América del Norte... Pero los sudamericanos, nunca. Quizás contribuyeron las guerras limítrofes del siglo XIX, que en algunos casos se prolongaron al XX como pasó con el conflicto entre Perú y Ecuador. Pero, y más todavía en un mundo globalizado, la integración de Sudamérica surge como una necesidad más que evidente. Ya era necesario antes del rechazo al ALCA y se hizo más necesario después. Más urgente.
–El No a la formación de un Área de Libre Comercio de las Américas fue en Mar del Plata en noviembre de 2005. Usted mismo fue el coordinador designado por el gobierno para la cumbre.
–Claro, y los países del Mercosur más Venezuela, que entonces no era parte del bloque, rechazamos formar un ALCA porque sería una forma de integración subordinada a los Estados Unidos. Por eso hablo de la urgencia. No subordinarse es una parte. Otra es construir o profundizar una integración de otro tipo, entre pares. Veo estos días que muchos rescatan el papel de la Unasur solo como una instancia para obras coordinadas de infraestructura y energía. No minimizo ninguna de las dos cosas. Son muy importantes. Pero lo cierto es que venía a cumplir un vacío grande en muchos aspectos.
–¿En cuáles?
–Lo respondo por la positiva. La Comunidad Sudamericana de Naciones creada en 2004 quedó congelada y en 2008 se relanzó como Unasur, Unión Suramericana de Naciones. Muy pronto se convirtió en un espacio de debate político entre los presidentes. Y también fue un modo de representación de la región ante el mundo. Por eso una de las cosas importantes es generar una identidad propia. Para eso fue que se hicieron los encuentros entre Unasur y la Liga Árabe y entre Unasur y África. Antes no había ni espacio de reunión entre los presidentes de Sudamérica ni entre Sudamérica y los demás. El Grupo de Río era incompleto. No abarcaba a todos. Las cumbres iberoamericanas incluían a España y Portugal, o sea que nada de Sudamérica por sí misma. Por eso lo valioso fue que creamos un espacio de diálogo y un espacio de representación a la vez. No es casual que el Mercosur y sus asociados tendían a la confluencia y a la convergencia con la Unasur. Otro punto fue la solución de conflictos.
–El primero fue Bolivia.
–Éso pasó en 2008, cuando a Evo Morales se le levantó la media luna oriental. La Unasur se había conformado en mayo de ese año. Cuando Chile tenía la presidencia pro tempore, con Michelle Bachelet, se produjo el conflicto y los presidentes de reunieron en Santiago. Ante la matanza de Pando Unasur envió una misión que encabezó Rodolfo Matarollo, un abogado nuestro de enorme experiencia en derechos humanos. Todos los países seguimos en la OEA pero al mismo tiempo fortalecimos la identidad sudamericana. Luego, en 2010, Rafael Correa sufrió la famosa rebelión policial, y también intervino la Unasur para garantizar la continuidad democrática. Y el tercer episodio importante fue la gestión de buenos oficios entre Juan Manuel Santos y Hugo Chávez que encabezó Néstor Kirchner.
–Ya era secretario ejecutivo de Unasur.
–Sí, y como ex presidente podía conversar con los presidentes de igual a igual. Fueron importantes, también, los encuentros de Unasur en Quito y en Bariloche para discutir el tema de las bases norteamericanas en Colombia. Incluso estuvo presente Álvaro Uribe cuando aún era presidente de Colombia. Pese a las diferencias se pudo generar confianza... Lo mismo con el Consejo de Defensa Suramericano, el CDS. Consolida la idea de que el país vecino deja de ser el potencial enemigo externo, como marcaba antes la historia de nuestra región.
–En 1978, bajo dictaduras, la Argentina y Chile estuvieron a punto de entrar en guerra.
–Y después, en democracia, se fueron dando muchos pasos en dirección no solo a la paz sino a la construcción de confianza. La Argentina y Chile incluso desarrollaron el Batallón Cruz del Sur, una fuerza conjunta al servicio de las Naciones Unidas o los cascos azules. Si se destruye el CSD como parte de la pulverización de Unasur, de hecho se estará alentando la reaparición de las hipótesis de conflicto con el vecino. Esos peligros siempre están al acecho. Desmontar la integración es un riesgo.
–Quedaría en pie solo el Mercosur.
–También lo están desmontando. Por ejemplo separaron a Venezuela como castigo, medida que está contraindicada por la experiencia de Cuba. La historia demuestra que aislar países no es nunca una solución para ninguna postura constructiva, sino al revés. El Mercosur también tiene paralizada la entrada de Bolivia, porque el Congreso de Brasil no quiere a Bolivia adentro. Ni siquiera a pesar del litio y el petróleo de los bolivianos... A pesar, también, del interés objetivo argentino por la complementación con Bolivia. Tampoco los gobiernos renovaron el Focem, el Fondo para la Convergencia Estructural del Mercosur que durante diez años entregó mil millones de dólares a distintos países del bloque cuando era necesario reducir asimetrías. No se puede integrar lo que es desigual y entonces hay que compensar. Es un reconocimiento de que el proceso de integración debe asumir que el desarrollo relativo de los integrantes es variado. Otra cosa para subrayar: le quitaron todo el financiamiento de la estructura social del Mercosur. Ya no hay actividad conjunta entre los Estados y los foros y los sectores sociales.
–¿Sigue la disputa por el estatus jurídico de los diputados ante el Parlasur?
–En el caso de la Argentina, el Gobierno quiere desfinanciar la representación de los diputados del Parlasur. Es que, a esta altura, el único objetivo del Mercosur para el Gobierno parece ser el de firmar cualquier cosa con la Unión Europea. Cualquier cosa aunque el resultado sea fuertemente desequilibrante y las ventajas queden solo para Europa. Por algunas toneladas de carne vamos a entregar la industria automotriz, las compras gubernamentales, la industria farmacéutica, aceptaremos la compra de lácteos elaborados en Europa, vamos a admitir e-commerce y solución de controversias fuera de los países del Mercosur... Mi conclusión es que la suspensión de las actividades de la Argentina y otros cinco países en la Unasur es una versión ampliada de lo que hacen en el Mercosur. No quieren mejores condiciones de negociación.
–¿Por pedido o presión de los Estados Unidos?
–Es que los seis países vuelven a apostar a unos Estados Unidos que, al mismo tiempo, contestan con el proteccionismo. Parece una conversación en idiomas distintos. Debilitar Unasur o liquidarla es una muy mala noticia. En este mundo hay que estar asociados y lo lógico es asociarse primero en la región.
–El Gobierno da a entender que no puede lograr consensos para designar secretario de Unasur. La Argentina tenía de candidato a José Octavio Bordón.
–Independientemente de la persona, lo evidente es que hubo poca voluntad por parte del Gobierno para tratar de negociar el cargo de secretario y para llegar a un consenso. Sé que funcionarios de gobiernos de la región afirman que no quieren romper con la tradición de que el secretario sea un ex presidente o un ex canciller. Hasta ahora se cumplió. Fueron secretarios Néstor Kirchner, ex presidente, los ex cancilleres María Emma Mejía y Alí Rodríguez y el ex presidente de Colombia Ernesto Samper. La urgencia aparente de estos días suena muy contraria a la integración. Unasur es el organismo que declaró a Ameríca del Sur zona de paz y sin armas de destrucción masiva. Es un punto común extraordinariamente clave. Llevan tiempo esos pasos. Y hacen falta años, muchos años, para que estas cosas avancen. Por eso no hay que retroceder.