La situación del mercado editorial argentino es cada vez más alarmante. No hay brotes verdes, ni una luz al final del túnel, a días del comienzo de la 44° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, que inaugurará el próximo jueves la escritora Claudia Piñeiro. Aunque en 2017 se publicaron 28.440 novedades –según un informe difundido por la Cámara Argentina del libro (CAL)–, lo que preocupa es el descenso en la cantidad de ejemplares: de 84 millones en 2015, se redujo a 63 millones en 2016 y bajó a 51 millones en 2017. El declive es peor, si se compara con los 129 millones de ejemplares de 2014. El ajuste llegó también a las tiradas, que pasaron de 5.000 a 3.000, de 3.000 a 2.000, pero también de 1.000 a 500, en el caso de los sellos editoriales más pequeños. Los editores Leonora Djament (Eterna Cadencia), Víctor Malumián (Ediciones Godot), Carlos Díaz (Siglo XXI), Damián Tabarovsky (Mardulce), Jorge Gurbanov (Ediciones Continente) y Maximiliano Papandrea (Sigilo) tienen la palabra. Desmienten que haya una reactivación en el sector, piden un trabajo desde el Estado para “apalancar la industria editorial en el exterior”, describen las dificultades para exportar el libro argentino y demandan un poco de oxígeno.
“La caída en las ventas en estos últimos dos años es brutal: algunos informes indican un 25 por ciento promedio de baja. Esto, por supuesto, en el marco de una recesión y baja en el consumo, sumado a una inflación que no termina de bajar”, plantea Djament, directora editorial de Eterna Cadencia, a PáginaI12. “Las ventas de Eterna Cadencia Editora están relativamente estables lo cual, en este contexto, nos alivia, pero no nos alegra. Necesitamos que todo el sector editorial y el consumo en general se reactiven, por un lado, y que el trabajo sobre los libros y la lectura se sostenga. No tengo mucha claridad al respecto; no veo señales claras que marquen un cambio en el rumbo. Mantuvimos la cantidad de títulos, pero somos más cautos con las tiradas iniciales y las reimpresiones”, agrega la editora. Malumián, de Ediciones Godot, advierte que la caída de la tirada promedio “siempre es alarmante”. “La tirada tiene una relación directa con la rentabilidad de la editorial y en esa relación muchas veces se juega la supervivencia”, agrega el editor de Godot.
Desde Siglo XXI, Carlos Díaz señala que el descenso en la producción de ejemplares es producto de la caída en las ventas. “La situación viene mal, muy difícil, y por supuesto sentimos ese impacto en los últimos años. En cuanto a las novedades, en 2017 no llegamos a cuarenta, un poco menos de lo que venía siendo nuestro promedio, por el contexto adverso de las ventas y la sensación de que había que ser cautelosos. Y vimos que esa estrategia de prudencia, con menos libros y tiradas más chicas, no funcionó” reconoce el editor. “Este año decidimos dar un giro y replantear la estrategia, apostando fuerte con lanzamientos importantes, colecciones nuevas, libros con mucho potencial, y un plan que rondará las cincuenta novedades. Sobre las tiradas, las evaluamos caso por caso, pero en general, salvo algunos títulos puntuales, las mantenemos en ese piso de 2000 o 3000 ejemplares promedio, porque menos que eso implicaría tener costos más altos y por lo tanto encarecer los libros y hacerles más difícil el acceso a los lectores, cuando lo que necesitamos es aumentar las ventas, no alimentar un círculo vicioso”.
Tabarovsky lamenta el descenso en las ventas. “Mardulce es una editorial pequeña que lanza unos diez a doce libros por año, con tiradas iniciales de entre 1000 a 1500 ejemplares. Con mucho esfuerzo, lo hemos mantenido estos años. En cambio, lo que no pudimos sostener es el nivel de ventas: como le ocurre a casi todas las editoriales, nuestras ventas vienen bajando sostenidamente desde 2016”, admite Tabarovsky. “Sigilo nació hace algo más de tres años; es decir que es una editorial todavía en construcción, más allá de que se haya hecho de un buen nombre bastante pronto, y por lo tanto no conoció tiempos mejores con los que comparar”, recuerda Papandrea. “La contracción general del consumo y la caída en la compra de libros, sumadas a la inflación, con los años pasaron de ser un temor de muchos a una realidad de todos, a juzgar por las cifras de ventas y las estadísticas que se divulgan. Como editores independientes, estamos acostumbrados a ingeniárnoslas de mil maneras para tratar de hacer crecer nuestros proyectos, y eso incluye tanto ajustar las tiradas como ser más cautos o inteligentes a la hora de decidir qué libros publicar o cuántos por año”, añade el editor de Sigilo.
Jorge Gurbanov, de Ediciones Continente-Peña Lillo Editor, precisa que la reducción de las tiradas osciló entre un 30 a un 50 por ciento de las que tenía hasta 2015. “Esta reducción se debe a dos causas fundamentales: la pérdida del poder adquisitivo de la población en general, pero de las clases populares en particular, y la caída del mercado externo debido a la pérdida de competitividad, por el aumento de los costos internos de las materias primas y de los servicios, no correspondido con un tipo de cambio acorde a la inflación y la no existencia de políticas oficiales que fomenten la exportación”, explica Gurbanov.
Precios más amigables
¿Cómo evolucionaron los precios de estas editoriales respecto de la inflación? ¿Aumentaron igual que la inflación, por encima o por debajo? “Nosotros tocamos dos veces al año los precios, pero siempre estamos debajo de la inflación –dice Malumián, de Ediciones Godot–. De hecho tenemos una gran parte del catálogo en un rango de los 200 pesos y adicionalmente nuestro precio de venta promedio ronda los 300 pesos. Las editoriales más chicas suelen tener los precios más amigables”. Djament, de Eterna Cadencia, confirma que los precios de los libros que publica aumentaron “un poquito menos que la inflación”. Tabarovsky cuenta que el aumento fue igual que la inflación, pero en 2016 quedó por debajo. “El precio de venta al público de Mardulce es uno de los más bajos del mercado, lo que nos obliga a vender más ejemplares para alcanzar un punto de equilibrio. Es una decisión que tomamos cuando comenzamos hace seis años y seguimos siendo consecuentes: no nos gustan los libros caros”, aclara el editor. Papandrea, de Sigilo, indica que “el aumento de los costos de producción nos obliga a actualizar los precios permanentemente una o dos veces por año, pero a nadie le interesa que los libros se vuelvan inalcanzables, de modo que naturalmente van quedando por debajo de la inflación para que los lectores puedan comprarlos”. Díaz, de Siglo XXI, también actualiza los precios dos veces al año, aunque siempre quedan un par de puntos por debajo de la inflación anual. “Cuidamos mucho el precio de venta al público para que los libros no sean prohibitivos”.
Exportar o imprimir en otros países
Exportar el libro no es fácil. “El problema es que la producción local es cara, sobre todo por los costos del papel y los insumos básicos –afirma Malumián–. El IVA al papel es un tema que se viene reclamando hace tiempo. Hay que pensar muy bien, dependiendo los volúmenes y los costos, intentar hacer impresiones en los países donde queremos comerciar nuestros libros. Mirar la relación de los precios de venta al público de nuestros libros en su relación con otros libros importados, con la producción local del mercado al cual queremos acceder, y por supuesto entender las problemáticas particulares de ese mercado. En ese sentido los colegas internacionales son nuestros principales aliados para pensar co-ediciones o acciones en conjunto”. Djament revela que Eterna Cadencia exporta, desde el comienzo, a América Latina y España, con cierta dificultad. “Hay razones que tienen que ver con cierta fragilidad de los canales de distribución latinoamericanos, problemas de pagos, transportes todavía costosos; pero a esto se le suma precios argentinos poco atractivos por la disparidad entre la inflación y el precio del dólar. Los libros argentinos resultan caros en el resto de los mercados hispanoparlantes y el único modo de exportarlos es a precios exorbitantes o resignando algún beneficio –admite Djament–. Por otro lado, más allá de la presencia de la Argentina en ferias del libro internacionales, no hay un trabajo desde el Estado para apalancar la industria editorial en el exterior”.
Gurbanov, de Ediciones Continente, repasa el panorama de una década atrás. “Después de 2002 con un tipo de cambio favorable y una producción intelectual y de diseño de primer nivel, Continente producía editorial y gráficamente títulos que además del mercado local se colocaban en cantidades de varios miles en los países de habla hispana y Estados Unidos. Hoy lo poco que podemos exportar son títulos específicos y en cantidades muy reducidas. Continente-Peña Lillo se caracteriza por tener su producción gráfica fundamentalmente orientada a ser manufacturada en Empresas Recuperadas y Autogestionadas, las que en estos momentos están atravesando una situación más que crítica, al borde del cierre, por los descomunales aumentos de los servicios y la reducción de la producción de las editoriales”.
Para Tabarovsky, la pregunta central hoy no es tanto por la exportación, sino por el mercado interno. “Esta política económica lleva inexorablemente a una crisis fuerte del consumo, y más aún del consumo de libros. La industria editorial –y mucho más el sector independiente– corre graves riesgos ya no a mediano plazo, sino en el corto. Exportar siempre fue difícil y seguramente lo seguirá siendo: el precio del libro argentino es muy alto. Las distancias entre los países hispanoparlantes son grandes, la logística complicada y cara, no es fácil instalar autores argentinos no muy conocidos fuera del país”. Mardulce exporta a Uruguay, Chile y México, pero en pocas cantidades. “En España sí estamos bien presentes porque no exportamos, sino que para ese mercado imprimimos nuestros libros allí”, puntualiza Tabarovsky. Buena parte del catálogo de Siglo XXI, confirma Díaz, es exportable porque se trata de traducciones de autores importantes y obras de referencia. “Trabajamos mucho para tener una buena distribución en toda América Latina, y también en España. Desde hace un tiempo, nuestro crecimiento en el exterior está siendo muy fuerte, en parte porque estamos imprimiendo en distintos países, como México, España y Colombia. Estamos profundizando esta estrategia porque exportar libros desde Argentina es cada vez más difícil por los precios que tenemos”.
A pocos días del comienzo de La Feria los editores se preparan para ofrecer sus catálogos en La Rural. “En las ferias de estos últimos años se sintió el impacto de la restricción del consumo. No fueron para nada una excepción”, comenta Díaz, de Siglo XXI. “Sin embargo, llegamos a esta feria con novedades muy poderosas, con títulos y autores excelentes, como Mario Wainfeld, Horacio Verbitsky, José Natanson, Gabriel Vommaro, Luis Pescetti, Andrea Giunta, y un largo etcétera que incluye traducciones de clásicos como Pierre Bourdieu, Enzo Traverso, Dario Melossi, Didier Fassin- y con una agenda de actividades que incluye mesas de discusión sobre la coyuntura política, sobre la situación de los derechos humanos, sobre la educación y los desafíos en el aula, sobre la historia argentina reciente. La Feria siempre es un momento de mucha adrenalina por el encuentro con lectores, libreros y colegas. En ese sentido, encaramos esta feria con más entusiasmo que expectativa en las ventas, porque somos muy conscientes de las dificultades”. Djament dice que la Feria suele funcionar con “una lógica propia”. “En las últimas ferias nos fue muy bien independientemente del contexto que estamos atravesando. Esperamos que se repita este año a nivel general para darnos un poco de oxígeno a todos los editores”, añade la editora de Eterna Cadencia. A Mardulce, revela Tabarovsky, le fue “mejor” en la Feria que en las librerías en 2017. “El stand de Los 7 logos –que compartimos con otras seis editoriales independientes– está bastante consolidado, es un lugar de referencia en la feria y creo que hemos conquistado un público. Ojalá nos vaya como el año pasado –desea el editor de Mardulce–. Siempre espero la feria entre optimista y aterrado”.