En este país es inevitable pensar en claroscuros. El retroceso democrático actual es espantoso, pero eso mismo subraya y resalta, día a día, los cambios políticos y sociales conseguidos durante la que bien podemos definir como revolución democrática que vivió la Argentina durante los 32 años que fueron de diciembre de 1983 a diciembre de 2015.
Con enormes contradicciones, yerros fenomenales y torpezas de todos los calibres a manos de todos los gobiernos y gobernantes, aun así en esas tres décadas sucedió mucho de lo mejor que vivió nuestro país en el último siglo. Y es bueno y necesario destacarlo ahora, cuando la máquina fascista actúa como implacable maza destructora de todos los derechos y conquistas.
Parafraseando a Ezra Pound, precisamente cuando todos los indicadores muestran un Infierno, es necesario imaginar un Paraíso. Que jamás tuvimos, claro, pero sí tuvimos un camino consistente de avances sociales, laborales, industriales, culturales y educativos, trazado por muchos grandes hombres y mujeres de esta tierra: Alfredo Palacios, Hipólito Yrigoyen, Juan Domingo y Eva Perón, y más recientemente Raúl Alfonsín y Néstor y Cristina Kirchner. Con sus muchos errores y contradicciones –de todos y cada uno– pero con un rumbo coherente: una Patria libre, justa, soberana, inclusiva, culta, industrializada, solidaria y abierta a la hermandad latinoamericana.
Curiosamente, estas reflexiones nacen de cuatro hechos dispares de la semana que pasó. Por un lado el triunfo moral y deportivo de las chicas de la Selección Femenina de Fútbol, deportistas de notable conciencia y temple que, sin apoyo de la AFA y a puro corazón y pases cortos, cumplieron un papelazo en el Campeonato Sudamericano de Chile. Otra muestra, ésta inusual, del poder ascendente, indetenible y esperanzador de las mujeres como protagonistas de la vida nacional. En todos los órdenes, y aunque muchos y muchas se resistan a admitirlo, la revolución feminista es de lo mejor que pasa en este país y es también fruto nutricio de esos 32 años.
Por otro lado, esta semana se vivió un renovado vandalismo policial, ahora en contra de manteros senegaleses y otros inmigrantes africanos y también de Nuestra América. Son negros en su mayoría, o tienen “cara de bolivianos” como dicen las crónicas racistas. El genérico que les aplican no es sutil: “Negros de mierda”, les dicen tan luego los gendarmes, policías y funcionarios que según recientes estudios antropológicos tienen más del 55 por ciento de componente afro en sus propias venas, como la inmensa mayoría de los argentinos, que no es cierto que “somos todos europeos” como dijo el Presidente. Gracioso, si no fuera otra repugnante muestra de racismo, avalado insólitamente por todavía más del 30 por ciento de la ciudadanía.
En tercer lugar, esta reflexión nace del dolor que sentimos el viernes pasado al ver cómo el Gobierno y la derecha radical falseaban la memoria de Raúl Alfonsín, cuya conducta fue ejemplar durante la transición de la dictadura a la democracia, y luego, como presidente, fue el demócrata cabal que sentó las bases de esos 32 años de reconstrucción cívica.
Para quienes nacimos a la política en cunas radicales, y más allá de que luego la vida y los principios nos llevaron a otras militancias y afiliaciones, incluso peronistas, resulta indignante el baño de lavandina que le aplican a quien dijo: “No habrá radicales ni antirradicales, ni peronistas ni antiperonistas cuando se trate de terminar con los manejos de la patria financiera, con la especulación de un grupo parasitario enriquecido a costa de la miseria de los que producen y trabajan”. Y dijo también: “No habrá radicales ni antirradicales, ni peronistas ni antiperonistas sino argentinos unidos para enfrentar el imperialismo en nuestra patria”. Y también: “La construcción y la defensa de la Argentina la haremos marchando juntos, aceptando en libertad las discrepancias, respetando las diferencias de opinión, admitiendo sin reparos las controversias en el marco de nuestras instituciones, porque así y sólo así podremos lograr la unión que necesitamos para salir adelante”.
Fue doloroso ver cómo ofendían su memoria en La Plata estos cipayos apátridas, igual que cuando con Hugo Moyano este mismo Sr. Macri inauguró una estatua de Perón a metros de la Casa Rosada. Ignorantes de la Historia, defecan sobre ella una y otra vez, y siempre encuentran traidores o tibios que los avalan. Parece mentira que la UCR llegara tan bajo, y que fueran tan pocas las condenas de radicales dignos y no precisamente las que eran de esperar.
Y el cuarto hecho es el atropello al otro partido popular, en camino al fraude en 2019. Junto con el voto electrónico que preparan en las sombras, el Gobierno trajina la división del panperonismo, ese gigante invertebrado que a pesar de sopapos y traiciones sigue siendo mayoría en casi todo el país. En esa tarea los asisten pichettos, urtubeyes, schiarettis y algunos abales que les hacen el juego y les tienden la mesa, por un lado, y por el otro cuentan ahora con los afanes del trío que dizque “interviene” para “normalizar” el PJ y a quienes el siempre oportuno humor popular ya rebautizó “Zika, Dengue y Chikungunya”.
A algunos lectores no les gusta que esta columna defina a este gobierno como un régimen fascista. Buen tema para discutir en las academias, pero en las calles donde se sufren el desguace, el desempleo, los tarifazos, las mentiras de la tele y los “grandes diarios” y la violencia represiva de las policías bravas que se comportan como hace 80 años, a ver qué nombre le ponen a este neoliberalismo puro y duro, y al afano y la represión callejera, mediática y ahora también digital.
Y decir todo lo anterior incluye descartar la infalibilidad de todos los liderazgos. Porque los de abajo, los simples laburantes, la gente decente, también, todos, nos equivocamos. Pero muchísimo menos porque en tres períodos de gobierno nacional y popular no se hizo toda la docencia cívica necesaria, ni se sentaron las bases para el cambio cultural profundo de la esencia reaccionaria y racista que anida en especial en las clases medias. Como no se aprovecharon las oportunidades que dio la Ley de Medios, que en verdad no cambió nada. La lista de pifias es larguísima y una nueva conciencia revolucionaria democrática tendrá que revisarlas una por una. Y a todo esto también hay que decirlo. Porque el fascismo tampoco nace de un repollo.