Nuestro subcontinente comenzó hace dos siglos sus procesos de Independencia, seguidos, en la mayoría de los casos, de largas guerras civiles. Recién a fines del Siglo XIX comenzaron a funcionar repúblicas precarias e imperfectas. Tan así que en la época votaba en Argentina, en sufragios restringidos, menos del 10 por ciento de la población masculina. Brasil abolió la esclavitud en 1888, en el paso de Imperio a República, pero la mano de obra en agricultura y minería estuvo garantizada por millones de esclavos, bien entrado el Siglo XX, para citar sólo dos casos groseros. Por razonable que suene hoy lo conveniente de relaciones estrechas entre vecinos, América del Sur tuvo que transitar mucho tiempo hasta la maduración institucional y la paz, condiciones sine qua non para todo proceso integrador. Lo que nunca nos faltó, sí, fue protector. Partida la “madre” patria, apareció fuertemente el “tutor o encargado” en lenguaje escolar. Particularmente en la presencia del Imperio Británico y, más entrado el Siglo XX y, crecientemente hasta la actualidad, de los EE.UU.
Más allá de la voluntad “americanista” de varios estadistas de los dos siglos pasados –San Martín, Artigas y Bolívar o el pensamiento “Patria Grande”, de Ugarte y Rodó (opositor al utilitarismo anglosajón)– no es menor que todos los presidentes de América del Sur recién se encontraron en el año 2000. Reunión de IRSA, infraestructura regional, fundacional por presencias y ausencias. Sin mandatarios de América Central y del Norte (ya Canadá, EE.UU. y México habían conformado el Nafta) sumando a la banca de fomento y desarrollo regional, CAF y BID. Vemos que tomó mucho tiempo. Veamos hacia atrás y hacia adelante del 2000.
Antes hubo tragedias como el aniquilamiento del Paraguay (1864/70) por parte de la Triple Alianza, dada su osadía de desarrollo independiente. En el Pacífico, Chile, desalentado en su ilusión sobre la Patagonia, ya que el Estado argentino ocupó hasta Tierra del Fuego y se armó con artillería y vapores para una eventual guerra fronteriza, cambió de rumbo. Fue por el guano y el salitre (“commodities” de la época) de Antofagasta derrotando a Perú y Bolivia entre 1880 y 1883. Más que unidos, todos dominados y en guerra con el vecino. Siempre por recursos. Los entonces más pobres Bolivia y Paraguay se desangraron en la guerra del Chaco (1932/35), azuzados por la Standard Oil. Mas muerte y derrota para los pobres y pequeños.
Permanente presencia en todos estos enfrentamientos, y en las diferencias económicas posteriores, del “tutor o encargado” anglosajón aliado a dirigencias locales. A falta de firmar la libreta de la escuela, ayudaba a prosperar (por separado) a los inexpertos países de Sudamérica, ricos varios. Siempre ahí: grandes compañías de países centrales, comercio de armas, explotación de recursos, banca, transporte, servicios, etc. Bolsa de Londres, primero, Nueva York después y los paraísos fiscales hoy, donde sí llueven inversiones.
En 1951, el Gral. Perón vio que la sustitución de importaciones requería más mercado a fin de alcanzar, vía una Unión Aduanera con los vecinos, una economía de escala, indispensable para nuestra competitividad. Aparece el proyecto A.B.C., expuesto brillantemente por Perón en noviembre de 1953, en la Escuela de Guerra. El General marca la superpoblación y superindustrialización de entonces, que trae la lucha por el control de las materias primas y los recursos naturales frente a las economías centrales. De ahí que se imponga la unidad como defensa frente a la agudización de las tensiones. Argentina debe tomar la iniciativa para sumar a sus vecinos al proyecto de integración: con Brasil y Chile “conforman quizá actualmente la unidad económica más extraordinaria del mundo, sobre todo para el futuro, porque toda esa inmensa disponibilidad constituye su reserva”.
Palabras claras, defensa del barrio, mal final. Mas allá de la proximidad con Vargas e intentos hacia Chile, el intento ABC entre los primeros 50 y el 55 terminó, y mal. Nueva postergación. 1960 y 1980 inicio de los procesos Alalc y Aladi. Libre comercio e intercambio regional. Al volver las democracias, un hecho central: los dos grandes vecinos, Argentina y Brasil, depusieron sus hipótesis de conflicto, particularmente en materia nuclear y cotas en el Río Paraná con represas de ambos países. Fuerte paso integrador. En 1991 se conformó el Mercosur, sumando a Paraguay y Uruguay con el objetivo de un mercado común. Impronta de la época: preeminencia comercial y arancelaria. Fin de siglo con devaluación en Brasil y crisis grave en casa, con explosión en 2001.
Después de la fundacional Brasilia 2000, con la recuperación económico-social, volvió el sentimiento que “juntos nos defendemos mejor”. Llamémosle la década, tan denostada por el neoliberalismo, pero impulsada por Kirchner, Lula, Chávez, Evo, a favor de las mayorías con la inclusión de lo político y social en el proceso integrador. Y en 2008 apareció Unasur, que abandonamos la mitad de los países miembros, los de más peso específico, y cuya trayectoria de diez años hasta hace unos días tanto aportó. Particularmente, porque en un mismo foro, mas político que comercial, convivieron el eje Buenos Aires-Brasilia del Atlántico con las realidades andinas y del Pacífico. Relación personal y frecuente de los propios Presidentes y sucesión eficiente del Grupo Río en solución pacífica de controversias en la región; desestabilización en Bolivia 2008, reacción por la instalación de bases militares de EE.UU. en Colombia en 2009, por citar sólo dos casos de velocidad de reflejos a nivel presidencial para enfrentar las crisis. El rol de Néstor Kirchner como secretario general aportó en esta línea de acción, interrumpida por su muerte en octubre de 2010. Hoy la sede de Unasur en Ecuador lleva su nombre.
Sufrimos a Canning y a Braden. Hoy Trump no va a la Cumbre de las Américas priorizando Siria. No era necesario molestarse, los cipayos que los reivindican se esmeran en sabotear la integración y hacerles los deberes. Tutor o encargado en piloto automático. Ya pasarán.
* Ex subsecretario de Asuntos Latinoamericanos de la Cancillería argentina.