Una misteriosa adolescente toca el piano en un pequeño pueblo ficticio de la costa bonaerense, fuera de temporada, aunque con olor a verano y bajo un sol que arde y marca la piel. Está sola, sin sus padres, en una casa a mitad de camino entre el mar y un hotelito donde para un turista solitario que se obsesiona con ella. En ese paraje desolado pero con mucho sol, la tensión primero es inquietante y luego se vuelve desesperante: así es el calor en Siempre empuja todo, la segunda novela de Salvador Biedma, recién editada por Eterna Cadencia. 

El libro procura que nunca sepamos demasiado de la joven: no terminamos de saber su nombre, sólo sabemos que es “la chica Magnasco”, que hija de una familia ausente en cuya casa hay siempre a mano alcohol y vasos. Ni siquiera sabemos bien su edad, que parece andar por los quince. Y pese a las incertidumbres que la rodean, pronto la suerte de la chica Magnasco obsesiona también al lector. 

“Hay mucha soledad, no hay red de contención para nadie allí”, le dice Salvador al NO, mientras reflexiona sobre la novela. “Ella está en un momento de libertad, no están los padres, lo que implica riesgo, aventura, hasta abrir la puerta y dejar pasar a un desconocido. Para un adolescente, si es algo transitorio, estar sin los padres resulta algo soñado, re-bueno.” 

Siempre empuja todo es la segunda parte de una probable trilogía bonaerense de Biedma, sucesora de Además, el tiempo, novela de 2013 situada en otro pequeño pueblo ficticio –aquel no costero, sino rural– de la gran provincia argentina. 

Pero volvamos a esa joven de la que casi nada sabemos y por la que tanto sufrimos. ¿Por qué la chica Magnasco nos preocupa tanto? Responde Salvador: “tal vez porque quiere ser más grande, está en ese proceso larguísimo de buscar la propia identidad, de soltarse de los padres y empezar la propia experiencia. Y porque rompe ciertos estereotipos, como pensar que todos los adolescentes escuchan reggaetón, mientras que ella toca música clásica. Los estereotipos nos hacen dejar de lado un montón de posibilidades, un montón de tipos de adolescentes.”

Uno de los elementos más incómodos de Siempre empuja todo es –sin spoilers– la latente situación de violencia contra una menor. “La novela la empecé a escribir hace cinco años, hoy la temática de la violencia de género, por suerte, se vuelve más visible cada día. Yo creo que, en la narrativa, no es necesario ‘bajar línea’ para que algo se entienda. No es necesario decir ‘qué mal lo que está haciendo este personaje’ para que se entienda que hacerle daño a una adolescente es algo horrible. No sé si la literatura sirve para cambiar las cosas, pero sí para visibilizar algunos temas que son difíciles de tratar. No es una temática alegre, fácil. Recuerdo terminar de escribir algunas partes y estar temblando.”