En su acusación contra Lula, el juez Moro escribió: “Los costos de la reforma llegaron a 1.104.702,00 reales e incluyeron la instalación de ascensor privado, cocina, armarios, readecuación de dormitorios, ampliación del deck, y, hasta, electrodomésticos”. En la grabación de la audiencia frente al juez se ve que Lula le retruca con una foto de la escalera de su casa en la que reside desde hace casi veinte años manifestándole que para subirla su fallecida esposa Marisa debía tomar medicación: “Le parece que si no puse ascensor en dónde resido desde hace casi veinte años lo voy a poner en un departamento que ni es mío?”
Si se le hubiese permitido a Lula y a sus abogados inspeccionar el triplex por el cual se lo sentenció a prisión, Lula podría haber respondido con un simple: “No hay ascensor privado en el triplex”. Y también, no hay reforma ni electrodomésticos. La invasión del Movimiento Sin Tierra (MST) la semana pasada permite ahora comprobar que todo el proceso judicial contra Lula es falso.
Una farsa que no sólo denuncia a parte importante del Poder Judicial brasileño, al menos, pero también a grandes medios de comunicación. ¿Cómo se explica si no que la revista Veja o el sitio R7 del canal de Televisión Record hayan publicados antes “imágenes del lujoso triplex de Guarujá” - que ahora rápidamente han retirado de internet? También O Globo informó que “el departamento pasó reformas –que incluyeron la instalación de un ascensor privado y un área gourmet– que también las pagó la constructora”, aclarando que no sucedió lo mismo con otros inmuebles del mismo edificio. Las grabaciones del MST muestran un departamento cuyo valor ni se aproxima al valor de las supuestas reformas, mucho menos al del propio inmueble.
El MST argumentó –antes de difundir imágenes del departamento– que la invasión obligaría a saber quién era el verdadero dueño del triplex. Veja respondió al movimiento que “la sentencia no condenó a Lula por poseer formalmente el inmueble, considerando que, a pesar de que el mismo está en nombre de la constructora, le fue prometido al petista y reformado a su gusto, para posible transferencia posterior”. Es decir, como destaca el sitio 247, el medio argumenta que Moro condenó a Lula por un crimen que sería cometido en el futuro. Ya el Estado de San Pablo había expresado, tras describir las fastuosas reformas, que “oficialmente el inmueble está en nombre de OAS (la constructora), pero la Fiscalía ve indicios de que pertenece al expresidente y su mujer”.
Sólo así se entiende el uso de la expresión “convicción” que se utilizó al verificar la culpabilidad de Lula. De hecho, Moro hizo uso de la reforma para afirmar, con convicción, que constituía prueba de que el triplex era de Lula. El sustento de la reforma fue la confesión –como supuesto responsable en aplicar la reforma– de Léo Pinheiro quien luego de su declaración inicial en la cual no apuntó a Lula, Moro lo sentenció a 16 años y 4 meses de prisión –luego aumentados a 26 años–. Al cambiar su declaración e incriminar a Lula, esta condena se reduce a 2 años y medios.
En Foreign Policy el sociólogo brasileño Emir Sader afirma que, al aceptar la prisión, Lula fortaleció la democracia brasileña. Precisamente, ahí se encuentra una grave paradoja de la crisis institucional brasileña: “la izquierda” denuncia y le pide a las instituciones “burguesas” (poderes judicial, legislativo, ejecutivo) que respeten sus propias reglas. Que las leyes sean igual para todos, que no se condene sin pruebas, que se condene con pruebas, que mismos delitos tengan mismas penas. ¿Si gran parte de la sociedad no confía en que esto sea así, qué opción le queda?
Así, la “#farsadotriplex”, como se denuncia en Twitter, delata una crisis que puede adquirir inesperadas proporciones. La prisión de Lula representa para el 73% de la población, según informa el Estado de São Paulo, que “los poderosos quieren tirar a Lula de las elecciones”. El jueves pasado en la votación del Gran Hermano de la TV Globo resultó ganadora Gleici quien, abiertamente del PT, en sus páginas de redes sociales posteó varias fotos con Lula y Dilma. Rápidamente, se difundió que “cuando se garantiza el derecho al voto, el PT gana hasta en Gran Hermano”.
Y, en vivo y en directo, por las cámaras de la mismísima Globo, sus primeras palabras al enterarse de que era la ganadora fueron “¡Lula libre!”
* Profesor Ufrgs (Brasil).