Mucho antes de empezar a perfilarse como uno de los realizadores, guionistas, actores y humoristas más valiosos de la generación Y, Martín Garabal ya dibujaba de forma compulsiva, llenando cuadernos como si fuera una adolescente que necesita volcar en su diario íntimo todo eso que siente y ve a su alrededor. A partir de 2013 empezó a hacerse conocido y a extender su campo de acción gracias a Famoso -la serie en la que interpretaba a un torpe periodista que entrevistaba a figuras del espectáculo argentino como Ricardo Darín, Vicentico o Lali Espósito-, fue ganando seguidores y minutos de aire en TV, radio y publicidad y nunca dejó de lado ese impulso primal. "Pero fue quedando más relegado al registro de las horas muertas, a entender la vida a través del dibujo", dice Garabal en el lobby de radio Blue, donde conduce junto a Migue Granados el programa Últimos cartuchos, de lunes a viernes de 13 a 16. "Me pude reencontrar con esa idea de cuando uno es chico y no tiene prejuicios y dibuja lo que se le antoja."
Dentro de un perfil cada vez más polifacético (después de Famoso llegó a conducir un programa de cocina, a trabajar en un magazine de la TV Pública y en Peligro sin codificar junto a Diego Korol, a parodiar un noticiero para la serie Periodismo total y a actuar en películas donde participan pesos pesados como Natalia Oreiro o Diego Torres), Garabal acaba de lanzar La vida real, su primer libro de dibujo en solitario, en donde su trazo ligero suelta flashes cotidianos, de humor, felicidad y depresión. "La vida real resume doce años de cuadernos de dibujos hechos para nadie, son doce años de dibujar para mí y de tratar de analizar mis sentimientos y de reírme de las cosas que me incomodan", dice Martín.
-¿Cuál es la dificultad de hacer humor con ilustraciones?
-Creo que es el soporte que más me cuesta, por las pautas. Yo el humor que hago en la radio o en los videos también es medio ecléctico. Me aburro rápido de los formatos. Cuando arranqué Famoso hice ocho entrevistas de cinco minutos y enseguida me empezaron a pedir más. Hice diez más y se me acabaron las ganas. Por ahí otra persona estaría aún hoy haciendo lo mismo. Yo me aburro y quiero investigar nuevas maneras de contar o de hacer humor. Siempre me angustió mucho el concepto Tinelli, de agarrar algo que está bueno y exprimirlo hasta sacarle la última gota, sacarle el alma y que muera. A mí me hace mierda eso.
-¿Y cuál es la clave de tu humor, hacia dónde te interesa ir?
Creo que tiene que ver un poco con la incomodidad, con algo que esté fresco y esté vivo, y sea genuino. En cuanto me deja de hacer gracia a mí, lo abandono, independientemente de lo que le pasa a los demás. Si bien todos los que hacemos algo para los demás lo hacemos porque hay una falta íntima y necesitamos la confirmación del otro, después trato de despegarme y hacer lo que a mí me gusta.
-En terapia se dice que uno hace por lo que no tiene, ¿cuál es tu carencia?
-Si parafraseamos terapia, siempre tiene que ver con algo no dicho por los padres, en la primera infancia. El niño no recibe alguna palabra, algún gesto y eso te marca de por vida y garpás miles y miles de pesos para charlar de lo mismo con un terapeuta e irte como “claro, ahí va...”. Después, desde la parte racional uno está tranquilo, uno entiende todo. Yo creo que evidentemente tengo el mandato, la maldición, de entretener, de llenar con palabras... Entonces aparecen a través de distintos formatos mis ganas de hablar de las cosas que me angustian, que supongo que son las mismas que le angustian a todos: la muerte de los seres queridos, el deterioro, y que estemos cagados como sociedad.
-¿Te costó asumirte en este perfil polifacético?
-Una vez me junté con un chabón que era como el CEO de Editorial Planeta y me dijo: "vos no podés decir que tocás la trompeta, el saxo, el piano y la guitarra. Vos tenés que decir que tocás ésta sola tecla". En ese momento me pareció bárbaro y después hice todo lo contrario. Que me la chupen, no soy el CEO de nada pero estoy en regla con el monotributo. No sé, a mí me gusta hacer varias cosas y trato de poder mostrarlas. Yo en Instagram subo un dibujo, un video, una foto con un chiste, un chivo de la radio, otro dibujo... y la gente se va acostumbrando. Probablemente si hiciera esos videos bien basicones en donde se busca la empatía del otro, probablemente tendría un millón de seguidores. Pero prefiero tener los que tengo y que les guste lo que yo hago.
-Tuviste un cruce memorable con Nik en la TV Pública... ¿le llevaste tu libro?
-Creo que nunca va a volver a pasar algo así en televisión. Para mí era obligatorio hacer una mención a un tema de público conocimiento que tiene que ver con la relación de Nik con chistes muy parecidos que se hicieron antes. Traté de hacer el chiste más elegante y acorde a las circunstancias posibles y al aire pasó desapercibido. Lo que pasó es que después en el canal no quisieron subir el tape a la web, me lo pasaron directamente a mí y terminé subiéndolo a mi Facebook personal y a mi Twitter, poniendo: "Vino Nik y le mostré mis dibujos". Al rato tenía 300 mil reproducciones en cada plataforma y 20 mil mensajes, ya había salido en algunos portales de noticias y era un quilombo. Al día siguiente en el canal me mandaron a decir que lo baje y les dije que no lo iba a bajar porque era algo público. Después hablé con Nik, le dije: "mirá, vos hacés humor con recortes de la realidad y yo hago humor con recortes de la realidad. La mitad de la gente dice que vos sos un chorro y yo hice un chiste con eso, no es nada personal". Él me explicó su teoría al respecto, que cualquier humorista tiene chistes parecidos a otros; eso es verdad, a muchos les pasa. Él dice que es una cosa impulsada por los medios kirchneristas para desprestigiarlo. Yo le dije que estaba todo bien por mi parte y él me dijo que cuando quiera podía ir a su estudio y ver cómo labura. Y nos despedimos como dos caballeros.