Las dos Coreas celebrarán hoy su primera cumbre en 11 años, tras semanas de intensos preparativos y frenesí diplomático. La histórica reunión tendrá como eje la posible desnuclearización de Pyongyang y la anhelada pacificación de la península, en guerra desde hace más de medio siglo.
El encuentro, que culmina el proceso de deshielo iniciado hace tres meses, será también el prólogo a la cumbre de junio entre el líder norcoreano, Kim Jong-un, y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
La reunión entre el presidente surcoreano, Moon Jae-in, y Kim tendrá lugar el mediodía del viernes –noche de jueves en la Argentina– en el Peace House, un pabellón ubicado a unos 130 metros al sur de la línea de demarcación militar que divide en dos la Zona de Seguridad Conjunta, el único punto de la de la tensa frontera intercoreana en el que sus soldados se ven las caras. El edificio fronterizo donde se llevará a cabo la cumbre fue renovado cuidando cada detalle. Por ejemplo, en la sala de conferencias la mesa es ovalada para reducir entre los participantes la distancia psicológica que ya genera la división de los dos países y en su parte central mide 2.018 milímetros de ancho, para simbolizar el año de la histórica cita.
Según señaló la oficina presidencial surcoreana, la cumbre comenzará antes del mediodía e incluirá una recepción oficial, la reunión entre ambos mandatarios y una cena. Aunque muchos de los preparativos del evento no han sido develados, todos los detalles fueron ultimados esta semana entre las delegaciones de ambos países: desde el menú gastronómico hasta el momento exacto en el que los gobernantes del Norte y del Sur estrecharán sus manos por primera vez.
También el recorrido que hará Kim -aparentemente a pie- para llegar hasta el pabellón fue fijado de antemano, un trayecto cargado de simbolismo por tratarse de la primera vez que un líder norcoreano pisará Corea del Sur.
La cena entre ambos dignatarios estará compuesta de platos representativos de ambos países que buscan ser el puntapié diplomático para entablar lazos de paz entre dos naciones que técnicamente siguen en guerra. Los líderes degustarán pescado a la parrilla de Busan, donde creció Moon, acompañado de papas rosti al estilo de Suiza, donde se educó Kim, además de fideos fríos típicos de Pyongyang, cuna del líder comunista, preparados por el chef del famoso restaurante norcoreano Okryugwan, que viajará a la frontera para cocinarlos.
Esta cumbre intercoreana es la tercera de la historia, luego de las mantenidas por el difunto líder y padre del actual mandatario del Norte, Kim Jong-il, y los presidentes surcoreanos Kim Dae-jung y Roh Moo-hyun en los años 2000 y 2007, respectivamente. Si bien esas reuniones terminaron entonces en promesas incumplidas, tanto Seúl como la comunidad internacional viven con optimismo y expectativa este nuevo encuentro.
El entusiasmo reinante se explica en el hecho de que esta cumbre era impensable hace un año, cuando la escalada armamentista del régimen comunista desató una crisis global, tras realizar con éxito tres ensayos de misiles de largo alcance y su más potente prueba nuclear hasta el momento.
La tensión en la península coreana no hizo más que crecer entonces con los insultos y advertencias cruzadas de Trump y Kim, quien llegó incluso a amenazar con atacar la isla estadounidense de Guam. Sin embargo, la situación cambió a principios de este año, cuando el líder norcoreano aceptó la invitación de Seúl a participar en los Juegos Olímpicos de Invierno Corea del Sur, paso que dio inicio al deshielo.
En los últimos meses, tanto el gobierno surcoreano como el estadounidense aceleraron contactos con el régimen comunista, que se comprometió a abordar tanto en la cumbre intercoreana como en la reunión Trump-Kim -la primera de la historia entre los líderes de ambos países- el fin del programa atómico.
Como gesto, Pyongyang anunció el pasado fin de semana que congelará sus pruebas de misiles y bombas nucleares y desmantelará su centro de test atómicos, con la condición de que se garantice la supervivencia del régimen.
Muchos analistas consideran que esta fase de distensión fue posible justamente porque Pyongyang afirma haber alcanzado el estatus de potencia nuclear y, por tanto, se siente capacitado para negociar con Seúl y Washington con las mismas cartas sobre la mesa.