Más de 100 mil personas alquilan habitaciones sin baños, sin cocina y de tan sólo cuatro o seis metros cuadrados en las villas de la Ciudad de Buenos Aires. Los valores de estos alquileres van desde los 2500 pesos hasta 6 mil en algunos casos y el precio sólo depende de la voluntad del dueño. Para las familias numerosas la situación es más grave, ya que en algunos casos deben alquilar varias habitaciones, en otros vivir en condiciones de hacinamiento o bien renunciar a la posibilidad de vivir bajo techo.
“Por una habitación se puede pagar 4 mil o 5 mil pesos que en muchos casos es una porción muy importante de lo que es el ingreso de la familia”, aseguró Daniel Menéndez, coordinador nacional de Barrios de Pie.
Nahuel, que tiene 30 años y vivió toda su vida en la Villa 20, asegura que “el Estado está ausente. Los vecinos que alquilan en las villas están totalmente desamparados y quedan a merced de los dueños de la vivienda. Los precios son según el parecer del dueño y si tenés hijos no te quieren alquilar y menos si son familias numerosas” (ver aparte).
“No hay casi diferencia de precio en los alquileres con los de afuera de la villa, lo única diferencia es que en la villa no piden garantes, ni adelanto, pero vivís a merced de los dueños y si un día te quieren echar te echan”, agregó Nahuel en diálogo con PáginaI12.
Las familias quedan excluidas del sistema formal por falta de dinero o documentos y estos alquileres en donde las condiciones de vida son precarias aparecen como la solución más posible.
Enzo tiene 25 años, vive en el Barrio Cildáñez o Villa 6 y el salario que gana en una semana en una empresa metalúrgica lo destina al alquiler de una habitación chiquita en la que sólo puede ubicar una cama, una mesita y un televisor y, como todos, no tiene contrato. “Los dueños mientras vos les pagués te entienden. Sólo pasan por las casas a cobrar todos los meses”, explicó.
Con la crisis de 2001 Enzo debió mudarse con su padre de Mataderos a Villa 6 donde vivía su abuela y desde entonces es un inquilino del barrio. “No me piden papeles, ni nada. Encuentro un aviso en el almacén, llamo por teléfono y arreglo directamente con el dueño. Siempre la confianza es lo que cuenta porque como esto es tierra de nadie temen que su vivienda sea usurpada”, sintetizó Enzo el funcionamiento del circuito de alquiler en la Villa donde vive.
Roberto Baigorria, titular del Consejo de Organizaciones Sociales de la Defensoría del Pueblo, recordó que el Censo de 2010 arrojó como resultado que en las villas porteñas vivían 140 mil personas, pero ese dato ya es viejo porque diferentes ONGs que vienen realizando relevamientos con más frecuencia “ya en los años 2013, 2014, daban por encima de 200 mil personas”.
“Hoy hablamos de alrededor de 300 mil personas viviendo en villas. El cálculo es que más o menos un tercio alquila, así que estamos hablando de casi 100 mil personas alquilando en las villas de la ciudad de Buenos Aires”, precisó.
Baigorria explicó a este diario que “vivir en una villa no es gratis sino que sale bastante caro o más caro de lo que se presupone y que eso es una real circunstancia por lo cual una persona come o no come bien”.
“Si consideramos que el alquiler promedio en una villa es de 4 mil pesos eso implica que la canasta de indigencia llega a superar los 10 mil pesos porque si tomamos en cuenta la canasta de línea de indigencia que sacó la Dirección de Estadísticas y Censo de la Ciudad de Buenos Aires que está dando 8800 pesos más los 4 mil del alquiler, porque la canasta básica de alimentos no incluye el alquiler, se están superando los 12800 pesos”, explicó el referente de Barrios de Pie.
“La persona tiene que pagar para tener su techo una gran cifra, que a su vez es un techo que se denomina de hacinamiento crítico porque estamos refiriéndonos a un ambiente, a lo sumo dos, a veces con baño o sin, o sea condiciones habitacionales muy inferiores a las que tenés en el mercado formal del alquiler”, detalló.
En ese sentido, resaltó que “para que una persona que alquila pueda superar la línea de indigencia necesita más de 10 mil pesos”, por eso subrayó que “no sólo se hace cara la vida, sino que muchos no tienen la posibilidad de alimentarse dignamente según la canasta que está administrando la Dirección de Estadísticas”.
El Director Ejecutivo de Techo Argentina, Virgilio Gregorini, explicó que tanto los expertos locales como los internacionales coinciden en que los aumentos de los alquileres en cantidad y en valor se relacionan con el mercado del suelo (ver aparte).
Techo Argentina realizó en 2016 un Relevamiento de Asentamientos y Villas que reveló que en la Ciudad de Buenos Aires había 48 villas y en ellas 82585 familias. Tres Villas y 2000 familias más que en 2013.
Gregorini explicó que realizaron este trabajo a lo largo del país por la falta de información y números oficiales. “Es una lucha que estamos dando en Latinoamérica, porque los Estados no saben de manera formal el fenómeno de los asentamientos y la precariedad extrema que hay en nuestro continente”.
Nahuel, que además de vivir en la villa 20, recorre y trabaja con la gente de su barrio, recordó que a partir de la insistencia de los mismos vecinos al gobierno porteño se realizó un censo para avanzar en el programa de urbanización, y remarcó que lo que más le llamó la atención del resultado fue “la cantidad de inquilinos que hay” a pesar de que el resultado no es definitivo porque muchos de los que alquilan no se dejaron censar por temor a que los dueños los echaran o tomen represalias.
“Lo cierto es que hacer un censo es muy difícil porque los dueños no quieren que se cense porque creen que si lo hacen los inquilinos pueden adquirir algún tipo de derecho y no quieren que eso pase entonces aíslan a los inquilinos para evitar que se impongan regulaciones”, precisó.
Según el censo, en la villa 20 hay “más de un 30 por ciento de inquilinos”, aunque Nahuel aclaró que la cifra no es ciento por ciento confiable porque no todos se dejaron censar, con lo cual estima que seguramente el porcentaje es “muchos más alto”.
En la Ciudad de Buenos Aires, las villas surgen a partir de las décadas de 1920 y 1930 a raíz de las migraciones internas del campo a la ciudad en busca de mejores condiciones de trabajo y de vida. A partir de 1940 comienzan a ser un fenómeno masivo y se constituyeron en terrenos de propiedad fiscal o particular deshabitados, en diferentes sectores de la Ciudad mediante un proceso paulatino de ocupación del suelo urbano por parte de personas o grupos familiares, a los que luego fueron sumándose parientes y amigos.
Estas villas se incrementaron alrededor de 1945 y su expansión continuó –pese a políticas expulsivas– hasta el presente. Según un informe realizado en junio del año pasado por la Dirección de Hábitat, Dirección de Villas y Unidad de Atención de Inquilinos de la Defensoría del Pueblo, la ocupación y saneamiento de los terrenos donde se asientan las villas fue progresiva, caracterizándose por la ausencia de planificación u organización previa y sus habitantes encontraron formas propias de ordenar su entorno.
Así como las villas crecieron a lo largo de los años, también creció la cantidad de inquilinos que las habitan y junto con este aumento se consolidó el negocio de los alquileres sin contratos, sin ninguna previsibilidad para los inquilinos y con precios completamente desregulados porque todo depende de la voluntad del dueño.