Terron Forte tiene 14 años y siempre parece estar solo. Cuando papá lo presiona para que entrene, cuando mamá lo presiona para que estudie, cuando entra en el aula, cuando nadie va a buscarlo a la salida. Cuando sus enormes compañeros de vestuario le hacen bullying, cuando los entrenadores lo buscan, cuando las universidades quieren becarlo. Y especialmente cuando agarra la pelota de básquet: ahí sí que todo se nubla y, aunque lo marquen, va siempre derecho a la canasta.
Terron es el personaje principal de Amateur, la atrapante película del debutante Ryan Koo que acaba de estrenar Netflix. Mientras narra una fábula más o menos esperable de deporte adolescente (el chico que juega bárbaro y que sufre las presiones del entorno), Amateur no sólo revela las miserias de la competencia sino también la dificultad para encajar en un mundo en que todos son más grandes –de edad, de cuerpo, de experiencia– y hasta la superación con los problemas de aprendizaje. Porque Terron padece un inusual desorden para comprender números conocido como “discalculia”, que no sólo le trae problemas en la clase de Matemática, sino también en la cancha, para comprender las jugadas, ver cuántos segundos quedan en el reloj o saber cómo va el tanteador.
Otro de los aciertos de Amateur es cómo devela los mecanismos que sostienen el básquetbol juvenil en los Estados Unidos (tan distinto del sistema de clubes con divisiones inferiores que conocemos en el fútbol argentino): se trata de un entramado riguroso y perverso que conecta colegios, becas, reclutadores, universidades, títulos universitarios sin dar un solo examen y, recién después, como trampolín al profesionalismo, el draft de la NBA –a propósito, los fans de la gran liga basquetbolística disfrutarán guiños a cracks internacionales como Tony Parker o Ricky Rubio.
La paradoja final que incluye Amateur es una curiosa anécdota del rodaje, la dificultad de encontrar al actor protagónico: necesitaban un pibe que jugara realmente bien, pero si le pagaban para jugar, automáticamente el chico sería sancionado e imposibilitado de volver a entrar en una cancha debido a las celosas normativas norteamericanas que regulan los límites entre adolescentes, básquetbol y profesionalismo. Hasta que dieron con Michal Rainey Jr., que aunque había jugado de niño, ya tenía su carrera iniciada como actor (participó en el hit femi-tumbero Orange is the New Black). Miralo jugar, miralo actuar: #ElPibeDe14 es crack.