"No creo que seamos parientes muy cercanos, pero si usted es capaz de temblar de indignación cada vez que se comete una injusticia en el mundo, somos compañeros, que es más importante”.
Ese hombre de barba, como otros hombres de barba en el pasado, caminó la playa de Las Coloradas, en Cuba, con la certeza de que, aunque lejana, esa tierra de tinte histórico lo hermanaba con sus predecesores de algún modo. Como María Rosario Guevara, esa mujer que le escribió una carta a Ernesto, el Che, y que arrojó como respuesta la célebre frase que comienza este texto, Fabricio Coloccini arrojó su botella al mar y se buscó en el pasado. Junto a dos amigos, Fernando y Gaspar, viajó hasta el extremo sur del país caribeño, exactamente a la misma arena donde desembarcó el Granma, el barco en el que Fidel Castro y compañía llegaron a hacer la revolución. El futbolista recorrió el mismo camino que aquellos, copió su trayectoria y terminó en La Habana, en una travesía que lo marcó definitivamente en su admiración por aquella gesta histórica.
Cuando San Lorenzo termine su participación en la Superliga, Coloccini volverá emular a uno de esos barbudos. Como el Che en sus míticos viajes por Latinoamérica (retratados a la perfección en la película “Diarios de Motocicleta”), el central tomará la ruta para sentir el viento de la realidad en la cara. Junto a Fernando y Gaspar, más algunos nuevos soldados que se sumaron al sueño, se subirá a un colectivo y partirá hacia el norte argentino a ayudar a diferentes instituciones en Jujuy, Salta, Santiago del Estero y Tucumán. Porque aquello de temblar de indignación ante las injusticias sigue cristalizándose en su piel como el primer día.
–¿Se puede ser futbolista y ser de izquierda?
–Sí. ¿Por qué no? Tener una ideología no quiere decir que vos no te puedas subir a un auto de alta gama. Te podés subir a un Audi y podés generar cosas que ayuden a los demás. El Che Guevara fue lo que fue, un ícono de la Revolución Cubana, y sin embargo, el usaba un Rolex que le habían regalado. Creo que tiene que ver con las actitudes que vos tenés y no lo que vos usás o dejás de usar. Todos dicen “es de izquierda y viste de Dolce Gabbana” y no tiene nada que ver, porque quizás al tipo le gusta la ropa y hace otras cosas más significativas que usar o no usar una remera.
–¿Qué te pasa con la realidad social, con la desigualdad?
–Me duele, pero uno quiere hacer cosas para cambiar y no se puede, porque vos querés cambiar situaciones de la noche a la mañana y no es así. Sinceramente, no me rindo a lo que está pasando y desde mí lugar intento aportar lo mínimo que pueda: eventos solidarios, partidos benéficos, todo lo que pueda hacer para ayudar, lo hago.
–Dijiste “lo que está pasando”. ¿Qué pensás vos que está pasando?
–A mí el tema de la pobreza me llega, porque por más que hoy tenga herramientas que me permitan disfrutar las cosas que he logrado, también la he pasado mal. Me faltó para llegar a fin de mes, lo viví y esas experiencias te forman como persona. La pobreza, que el Estado esté ausente, la inseguridad, todos esos temas que vivimos a diario, me duelen. Encima me tocó vivir afuera desde los 17 años y cuando venís es mucho más chocante.
–¿Hay poca conciencia social en el futbolista?
–Se podrían hacer más cosas, pero la gente ayuda. Hay muchas personas dando vueltas que trabajan desde la oscuridad y que hacen muchas cosas por el que más necesita. Muchas veces, y esto va a sonar medio difícil, a la política no le gusta la solidaridad, porque es exponer que las cosas no se están haciendo bien. Es demostrar que el Estado no se está haciendo cargo de muchas cosas.
–Sos de decir cosas que por ahí otros no dicen. ¿Hay un molde en el que el futbolista debe ser y parecer?
–Uno cuando empieza a jugar al fútbol ve ciertas cosas y tiene muchos temores a decir algo que le caiga mal a la gente. A medida que van pasando los años, el jugador también se va formando como persona y va teniendo distintos tipos de pensamiento. Es ahí que cada uno elige lo que más le conviene para el estilo de vida que quiere y, a medida que vas sumando experiencia, te va importando un poco menos lo que piense la gente. Aunque las cosas vayan bien o vayan mal, siempre te van a criticar por lo que hacés dentro de la cancha. Al principio yo era más cauto a la hora de hablar, pero me di cuenta de que tenía que decir lo que realmente pienso de cualquier tema.
–A su vez, fuera de los grandes medios, algunos futbolistas se animan a hacer otras cosas, como por ejemplo Pelota de Papel 2, el segundo libro de cuentos escritos por jugadores. ¿Es necesario que el jugador pueda empezar a mostrar otras inquietudes?
–Se ven chicos con inquietudes. Lo que pasa es que vos arrancás en el fútbol y hay gente grande que te aconseja y te dice: “Por más que lo pienses, no lo digas, porque sos chico”. Mi viejo que jugó mucho tiempo (NdeR: Osvaldo Coloccini) me contaba que en su época te hacían pagar el derecho de piso. Yo hoy en día trato de hacer todo lo contrario a lo que pasaba en ese momento. Me gusta que los chicos se expresen, que digan lo que sienten, siempre sin faltar el respeto y ubicándose en el lugar en el que están. También tienen que saber que ellos tienen muchas cosas que aprender y uno va a estar en esos detalles y ayudarlos en los momentos en los que se equivoquen.
–¿Qué es más difícil: acomodarse a los grandes cuando sos joven o con los de abajo cuando sos experimentado?
–Es más difícil de abajo hacia arriba. Yo tenía el temor de decir algo equivocado y que me reprendieran los más grandes. Es más difícil también porque cuando sos más grande tenés hijos, yo en mi caso tengo una nena de 14 años y un nene de 11, que sabés cómo se manejan y te ponés más a su altura.
–Vos entraste muy joven al vestuario de Milan, por ejemplo, ni bien te fuiste de Boca...
–Para mí fue un cambio muy grande. Yo venía de Boca, donde iba a entrenar relajado, en jogging y una remerita, y fui a Milan y me encontré con jugadores vestido de elegante sport, con marcas de primera línea. Hubo un momento que me agarra el director deportivo del club, Ariedo Braida, con el Flaco Chamot, que sabía hablar italiano, y me dice: “Bueno, Fabri, esto es el Milan, estás en Italia y no te podés vestir así”. Claro, yo iba en jogging y un buzo, que me parecía lo más normal. Ese cambio lo sentí. Tuve que madurar de golpe. A los 17 años me tenía que vestir como si fuese a trabajar a una oficina, mientras que yo tomaba al fútbol como algo de relajación.
–¿El equivocado eras vos en ir de jogging o ellos en ir de traje y en Ferrari? Porque también hay un relato de lo que debe ser un futbolista y cómo uniformarte a eso que capaz que hoy lo podés ver de otra manera.
–Yo soy un poco reacio con esas cosas. No me gusta que se juzgue a las personas por su imagen. En Italia iba a tomar mate a una plaza en jogging y buzo y me miraban raro. ¡Cómo un jugador de Milan podía hacer eso! Esas cosas me chocaban bastante y sigo pensando lo mismo. Hoy tuve una carrera a mi entender muy buena y sigo vistiendo normal. No digo que no me gusta tener un lindo auto, porque los he tenido y los he disfrutado, porque todos tenemos el sueño de chicos. Pero soy un agradecido a la vida, que me dio la oportunidad de haber tenido esas cosas para darme cuenta de que con algo sencillo puedo disfrutar de la misma forma.
–¿El futbolista ostenta?
–Sí. Pero eso no pasa sólo en el fútbol. En la vida es así. La sociedad es así. Un día fui vestido normal a un palco de Milan y no me dejaban entrar, un poco porque yo recién había llegado y no me conocían y otro poco por cómo estaba vestido. La anécdota más fea que tuve en ese sentido pasó el día que yo firmaba el contrato con el Atlético de Madrid y me fui a comprar un traje. Mi representante me había insistido que en un día así me jugara con algo lindo. Fui vestido normal y cuando voy a entrar a la tienda de Armani, había dos tiendas, una top y la otra de segunda selección. Entro a la más importante y el vendedor, sin yo haber pisado la tienda, me dice: “Acá no es. El que vos estas buscando es el económico”. Encima me insistía: “No, acá no”. A mí esas cosas me encienden. Entonces, le dije que quería un traje, un par de zapatos, una corbata, de todo. Empecé a sacar de todo. Y el muchacho se emocionó y empezó a traerme cosas cuando hace un minuto me quería echar. Quedó en evidencia.
–¿Es cierto que estás terminando la secundaria?
–Sí. Retomé. Cuando estaba terminando quinto año, salió lo de Italia y me tuve que ir. Me faltaban seis meses. En ese momento, mi papá me decía que lo termine a la distancia y no le hice caso. Hoy en día rindo libre por medio del programa Adultos 2000 y voy metiendo materias. Ya rendí dos y empecé el curso de técnico también, así que estoy con las dos cosas.
–¿Qué te llevó a querer terminar el secundario?
–El ejemplo que le puedo dar a mis hijos. También me sirve para hablar con los chicos más jóvenes del plantel y exigírselo a ellos. Una vez estaba hablando con Gabriel Rojas en el vestuario y le decía: “Mirame a mí, tengo 36 años y por haber sido un tonto de no haber terminado las cuatro materias que me quedaban ahora tengo que hacer el año entero. Metele. El estudio el día de mañana va a ser importante para vos. Pase lo que pase”. Es que en el fútbol nadie sabe cómo te va a ir. Podés tener una carrera exitosa y larga, pero nunca sabés. Más allá de lo que pueda decidir el fútbol para vos, cuando llegás a ser profesional o te vas afuera, te empiezan a mostrar contratos y números, y se te acercan y si no estás preparado vas a ir un paso atrás. Vas a tener chance de que te pasen cosas malas, porque siempre hay gente dispuesta a pasarte por encima.
–¿Cómo sos como alumno?
–Me cuesta. Decí que tengo una novia que es una fenómena y que me ayuda mucho. Ella estudia odontología y la verdad que la admiro, porque siempre admiré a la gente que tiene esa facilidad para el estudio. A mí me costó siempre. Después, quizás me explicaban las cosas de otra forma y lo lograba entender. Eso es lo que hace ella, que por ahí lee lo que tengo que aprender para explicármelo a mí.
–¿Creés que el futbolista no llega lo suficientemente preparado para esas cosas externas al fútbol que también involucra el ser profesional?
–Acá se comete mucho el error de enfocar todo para el fútbol. De mi categoría (NdeR: la 82 de Argentinos Juniors) cuento con los dedos de la mano los que llegaron, y por ahí muchos eran mejores que yo, pero no tuvieron esa suerte. Cuando me preguntan en una charla o me piden un consejo siempre digo que la escuela y el fútbol tienen que ir en paralelo. En el momento en el que pasaste a ser profesional, como me pasó a mí, se analizará la situación, pero no hay que dejarlo antes. ¿Qué pasa? Empiezan los representantes, te tiran unos pesitos, te comprás un autito, y el estudio no lo necesitás. El “tengo que descansar” es la gran excusa para dejarlo. Ese es el error que se comete en la Argentina.
–¿Al futbolista lo cagan?
–Mucho y por no estar preparado. Uno es confiado. Yo lo soy y siempre confío en la persona, que después, si me caga, estará en su conciencia y Dios decidirá qué camino le dará. No me amargo demasiado. Me han pasado cosas muy fuertes sentimentalmente, porque, más allá del dinero, abrí la puerta de mi casa para personas que por plata hacen cosas que no van.
–¿Te han propuesto negocios raros?
–No, pero porque en ese sentido me he manejado siempre con la misma gente. Tal vez he hecho negocios y no han salido tan bien, pero no recuerdo nada loco. Sí, por ejemplo, en Inglaterra me había comprado una casa y tenía que refaccionarla y se la di a una persona supuestamente de confianza y pasó que terminó mal la cosa. Pero nada más.
–¿Por eso el círculo íntimo del futbolista es tan chico?
–El jugador de fútbol es cerrado por eso. El futbolista es alguien joven que tal vez no está preparado y gana mucho dinero. Entonces, quieras o no, la gente se acerca y te trae inversiones. Es ahí cuando tenés que tener personas de confianza. Yo por suerte tengo el mismo representante desde que empecé.
–¿Cómo definirías esa relación con tu representante?
–Es como si fuese mi segundo padre. Hemos vivido muchos cosas y él siempre me quería dar más de lo que mi viejo le dejaba. Por ejemplo, a mí me encantan los autos y con 17 años mi representante me regaló un 147. A mí me daba vergüenza andar con el auto, más que nada porque mis compañeros no lo tenían. Pero él me dijo: “Estás jugando en Boca y entrenando en la sub17 y tenés que descansar. Toma el auto por profesionalismo, como un regalo mío. Es para viajar más rápido y descansar”. Fue como una estrategia de trabajo. En Boca no me daba vergüenza porque había autos de alta gama y pasaba desapercibido, pero en la Selección sí lo sentía. Un día llego a Ezeiza con el auto y el Profe Salorio me dijo: “Mira Fabri, me encanta que te esté yendo bien, pero intentá no traer el auto al predio porque hay muchos compañeros que les cuesta y no está bien”. Y era lo que yo sentía, me daba vergüenza ir con el coche. Esa charla me dejó una enseñanza muy grande. A partir de ahí, iba hasta Viamonte y de ahí salía con el colectivo y con varios de mis compañeros a Ezeiza.
–¿Cómo viviste aquella situación de la enfermedad de Jonás Gutiérrez y cómo el Newcastle lo dejó de lado, teniendo en cuenta que vos eras el capitán del equipo?
–Fue dificilísimo. En una situación tan compleja como la que vivió Jonás con esa enfermedad, una enfermedad que genera muchas muertes en el mundo, duelen esas actitudes. Eso me hizo convencerme más de la forma en que actúo, de no callarme algo, o de usar la imagen que yo quiero sin pensar en los demás. Mucha gente prioriza el beneficio propio en vez del grupal o, como en este caso, en la salud de una persona. Además, yo era capitán y muchas veces la familia de él me pedía que vaya a hablar con el club. Fue duro.
–¿El futbolista es mercadería en casos como ese?
–Sí. Somos mercadería. El fútbol es cruel. Muy cruel.
–¿El futbolista tiene menos poder del que debería?
–Es difícil, porque nosotros en muchos casos somos muy golpeados. A veces me pongo a pensar cómo algunos periodistas opinan sobre las personas, porque no hablan del juego, sino de las personas, y me cuesta creerlo. Me retumba mucho en la cabeza que los jugadores no nos unamos y terminemos con esas cosas. Pero es complejo el problema. Tal vez yo hoy lo pienso desde otro lado, porque estuve en Europa y por ahí no lo necesito, pero algunos jugadores también utilizan su relación con los periodistas para que lo pongan en la vidriera y los vendan. Hay jugadores que buscan una relación para su beneficio o que se enojan por los puntajes que les ponen. Lo del paro para no arrancar el torneo fue un buen ejemplo y lo de la Selección, el no hablar con la prensa ante una barbaridad, otro. Pero es muy difícil.
–¿Por qué creés que se habla tan poco de fútbol en los programas de fútbol?
–Porque es lo que vende.