Su oficina no tiene escritorio. Tampoco teléfono donde recibir llamado. Menos que menos una computadora en la que conteste los mails que le llegan a su casilla. Nada de eso. En su lugar en el mundo, en ese que pasa más tiempo que en ningún otro, Pilar Geijo sale toda mojada de la pileta del CeNARD después de haber entrenado un par de horas. Bajo el agua está en su mundo. Ahí se siente libre y lo demuestra en esta charla con Enganche.
-El último Día de la Mujer (8 de marzo) cruzaste el Río de La Plata nadando. ¿Cómo funciona la cabeza en una prueba tan exigente como esa?
-Siempre me preguntan cuán importante es la mente en esta disciplina y yo respondo que es muy importante, pero que no es todo. Alguien con mucho trabajo mental no va a poder nadar diez horas si no se entrena. Entonces, la preparación siempre la destaco por encima de cualquier cosa.
-¿Pero si tuvieses que darle un porcentaje cuál sería?
-Depende el momento. Si no estás preparado no podés nadar ni un kilómetro. Por más que digas “puedo hacerlo”, no lo vas a lograr. Es lo mismo que yo diga “quiero jugar al hockey” y no me prepare. Entonces, no voy a poder hacerlo. Para nadar mucha distancia tenés que estar preparado físicamente como primera medida. Luego, la cabeza te ayuda en determinadas situaciones para poder sobrellevarlas. Es una herramienta dentro de lo que es estar bien físicamente. Aunque en competencias largas, de nueve o diez horas, la ventaja que yo tengo es que hace mucho tiempo que las hago. Hace 10 años que me dedico a esta disciplina y eso hace que me resulte muy normal nadar estas distancias. Aunque parezca una locura, lo considero muy natural hasta que lo veo un poco desde afuera. A veces trato de imaginarme lo que otro puede pasar cuando nado diez horas y es increíble.
La cabeza es determinante en el sentido de estar todo el tiempo en positivo. Pueden pasar muchas cosas y tener un pensamiento positivo, en la vida también no solo en las competencias, te puede ayudar mucho. Sobre todo si te sentís muy cansado por momentos o si pensás que falta mucho.
-¿Qué pasa en esos momentos en los que no podés más?
-En realidad, creo que la pregunta que deberían hacerse todos antes de hacer algo es ¿Por qué lo hago? Las opciones son: porque me gusta, porque es mi trabajo, por lo que fuera. Entonces, cuando se te presentan obstáculos vos tenés que recurrir a esa pregunta. Y muchas veces cuando la respuesta a ese obstáculo es muy clara, vos seguís. A veces es muy bueno anticiparse a ciertas cosas para resolverlo en el momento. La experiencia hace que sepas más o menos el tiempo que llevas y los kilómetros que ya nadaste. Muchas veces en la estrategia es fundamental saber el recorrido que falta por si vos querés cambiar el ritmo. Yo creo que la información nunca es mala. Depende del uso porque puedo pensar “uh, quedan 14 kilómetros” o “¡ya voy 16!”. En la maratón, los que la corren dicen que hay “un muro” que es más allá del kilómetro 32.
-Vos en el cruce del Rio de La Plata hiciste la misma distancia. ¿Tenías un muro?
-En la natación no hay una medida exacta. En lo personal, para mí es la mitad. La primera parte siempre pasa más lento y la segunda es una cuenta regresiva. Cuando hice el cruce sabía que iba a estar en el agua entre 9 y 10 horas, porque casi siempre yo llego treinta minutos después que mi compañero en las competencias (NdeR: Damián Blaum, lo hizo en 9 horas y 6 minutos). Cuando largás en el Río de La Plata, van dos horas y sabés que faltan 7, se hace duro porque realmente se hace aburrido. Es como una cuenta regresiva hasta las cuatro horas y media, que es la mitad, y después empezás a descontar. No lo llamaría pared pero si un momento puntual importante.
- ¿Hacés otras actividades que duren diez horas?
-Ni siquiera alcanzo a dormir diez horas (se ríe). Creo que duermo ocho horas máximo. Ni manejar diez horas.
-¿Y por qué nadar si?
-Siempre doy la misma respuesta. Porque me encanta, me apasiona nadar distancias largas. Y no tiene que ver con competir, porque son dos cosas diferentes. Yo puedo ganar carreras, ser la mejor en algo, y por otra parte que me guste nadar. Yo lo tengo bastante claro. Una cosa es la pasión con la que vos hagas algo y otra muy distinta es el resultado que obtengas. Por más que quede primera, cuarta o quinta me va a gustar igual.
-¿En que pensás en esas diez horas? Porque tenés mucho tiempo para pensar...
- Bastante. Una vez leí en un libro de unos taraumanas, una tribu indígena de México que corría por las montañas, y decía que si «alguien no encuentra una solución a un problema haciendo un trabajo aeróbico, no la va a encontrar nunca más”. Eso me pasa muchas veces. Yo me encuentro resolviendo mi vida nadando distancias muy largas. Las decisiones más importantes que tomé en mi vida, fuera de lo deportivo, las tomé mientras nadaba. Es una fase antiestrés que tiene el aeróbico, o la distancia larga, que te hace llegar a un estado tan profundo, tan interno con vos, que tenés una sensación que no la lográs haciendo otra cosa. Eso me pasa en los entrenamientos también. En las competencias estás muy atenta a los movimientos del grupo. No me pasó en el Río de La Plata, porque no tenía un contexto competitivo, más allá de uno mismo. Ahí no tenía que estar atenta a ninguna rival. Fue la primera vez que lo hice y me pasó de sentir el movimiento del sol y la luna. De repente el sol estaba de costado y veía que se movía y se movía. Fue muy emotivo.
-¿Cómo es tu entrenamiento? ¿Se nada en pileta o en río?
-Aunque a muchos les sorprenda, siempre nadamos en pileta. De hecho, viviendo en otros países, como Australia, y teniendo el mar al lado tampoco nadaba en él.
-¿Por qué?
-Porque es importante trabajar por zonas de tiempo, de exigencia, de distancia. Y en el mar o en el río no se podría hacer. Sin embargo, cada tanto algún trabajo aeróbico podés hacerlo en aguas abiertas.
-Pero cuando entrás al mar hay imprevistos, que en la pileta no los tomás en cuenta...
-Es cierto. Pero todo es experiencia. Por eso de chica cada vez que iba al río aprendía algo nuevo. Uno aprende a nadar en pelotón, a hidratarse más rápido, a nadar con olas, todo tiene su aprendizaje. Para poder acomodarte todo lleva su tiempo. Llevo diez años en esto y por más que entrene todo el año acá cuando voy al lago o al río me siento como en mi hábitat.
-¿Cuándo tomaste la decisión de ser nadadora de aguas abiertas?
-Nadé en GEBA desde los seis años y siempre cuento que tuve la ventaja de que en ese club estaba Alfredo Camarero, que era un señor de 50 años que había sido campeón mundial ganando la Capri-Napoles (NdeR: es la carrera de aguas abiertas por excelencia, hasta 1992 el vencedor era proclamado campeón del mundo). Y crecí escuchando sus anécdotas de las carreras por el mundo. Yo era muy chica y me fascinaba lo que contaba. Por eso digo que ese fue mi destino. No fui a cualquier pileta, fui a la que está donde estaba él. Y él fue el que me llevó a San Antonio de Areco a competir mi primera carrera de aguas abiertas, que habrá durado cuarenta minutos.
-¿Y cuándo fue que decidiste que te ibas a dedicar a esto profesionalmente?
-A mi me pasó algo particular. Hasta los 16 años yo estaba haciendo aguas abiertas y pileta porque en las dos me iba bastante bien. A esa edad fui a competir al primer campeonato del mundo, en Hawaii. Tuve suerte porque esa fue mi primera salida del país, y como yo acá estaba acostumbrada a buenos resultados pensé que me iba a ir bien. Cuando el contexto es chico, pensás que cuando salís va a repetir. Y siempre cuento que fue el golpe más duro de mi carrera. El mejor. Porque me demostró que estaba muy lejos de ser la mejor como yo creía. Fue mi punto de partida. Cuando volví, pasé por el Salón de la Fama de la natación y vi la foto de Camarero. Ahí dije “quiero ser campeona del mundo”. Ya en mi casa, y sabiendo cual era mi objetivo, era consciente de que para ser la mejor en algo le tenía que dedicar el cien por ciento de mi tiempo a eso.
-A los 16 pasaste para conocerlo, y hace unas semanas entraste vos al Salón de la Fama. ¿Qué te significó ese reconocimiento?
-Es una gran satisfacción. Pero no le doy mucha importancia a ganar nada. Para mí no es tan importante ganar un premio o carreras. Sé que hay once argentinos en el Salón de la Fama, pero tampoco es algo que te tiene que nublar la vista. Es decir, yo no inventé la vacuna contra el cáncer, ni nada que trascienda mucho. Estoy contenta yo y mi familia, y ahí se acabó todo. Pasa por otro lado el trascender. A mi me da más satisfacción dar una charla e influir a alguien, que ganar una carrera. Ganar una carrera que no conlleve a algo mayor es algo vacío. Es verdad que yo tenía un sueño en entrar al Salón de la Fama, pero si no tuviese a nadie con quien compartirlo, o si mi familia estuviera con problemas de salud, no significaría nada.
-¿Qué es lo que más te llena fuera del agua?
-Lo que fui descubriendo el último tiempo es que una de las cosas a las que me quiero dedicar es a dar charlas y clínicas. Lo que siento es que muchas veces, poder contar mi historia y transmitirle a todos lo que me pasó muchas veces les facilita el camino de alguna forma. En las charlas que he dado hasta el momento, se me acercan personas emocionadas diciéndome que las estoy ayudando. Y eso me da mucha satisfacción. Después me pasa que el éxito que tuve en mi carrera me da facilidades y cuando vos podes tomarlas en favor de otras personas también me da mucha satisfacción. A través de sponsors, que me apoyan por haber sido cuatro veces campeona del mundo, a los que les pido ayuda para un lugar. Ahí toman significado los resultados.
-¿Qué es el éxito?
-Definitivamente el éxito no es ganar carreras. El éxito es la superación constante. Mejorar tu propia versión todo el tiempo. En cualquier ámbito de la vida.
-En tiempos de la lucha por la igualdad. ¿Sentís que la mujer tiene menos repercusión de lo que merece?
-Si las condiciones son las mismas, definitivamente tenemos menos difusión. Yo siento que logré difusión porque mis logros trascendieron el género.
-¿Creés que se puede cambiar?
-Estudié periodismo deportivo y la realidad es que son todos hombres. Cuando iba a clases sentía que se hablaba sólo lo que le importaba los chicos. Y ni hablar de los deportes olímpicos y el espacio que se le dedica. Estudié tres años y no hubo un día en que no se hablara de fútbol. Me parece que la enseñanza tendría que ser de otra forma. Vos me preguntás cómo se cambia esto y yo te digo que desde los institutos primero. No podemos ver Fútbol 1, Fútbol 2, Fútbol 3, y después ver dos clases de Natación y Remo. El programa debería ser diverso.
-¿Tenés cábalas?
-Tengo pero no sé si es cábala o rutina. Primero, la noche anterior dejo todo ordenado y después le doy mucha importancia a prepararme. Ponerme el protector, vaselina, elongar y estar lista. Aprendí a ser muy consciente de lo que hago. Hasta lo digo en voz alta: “Ahora me estoy poniendo la malla. Ahora me pongo la vaselina”. Y eso me ayuda a calmar la ansiedad.
-¿Te alcanza para dedicarte a la natación?
-Sí. Pero no sólo porque nado, sino porque también desarrollé otras cosas fuera del agua. Con lo de charlas, para eso estudié periodismo deportivo, y también contaduría pública. Son profesiones de las que no vivo pero te puedo asegurar que me sirvieron para un montón de cosas. Me hice más multifacética. Pero con un solo sponsor no podría vivir. Necesito la ayuda de varios, más la ayuda del Estado. Con el combo puedo vivir, pero además le busqué otras betas.
-¿Cómo te ves en el futuro?
-Me veo nadando hasta dentro de unos cinco años. Profesionalmente, porque nadar voy a nadar toda mi vida. Y después me imagino dando charlas por el mundo y en distintos idiomas. Con una escuelita de natación también.
-¿Cómo ves a la natación en la Argentina de hoy?
-Acá siempre hay uno o dos que se destacan. Pero a la larga es siempre lo mismo. Falta un cambio de base que yo no lo he visto. La cantidad de piletas es la misma desde que tengo seis años. Falta infraestructura. Si no hay más piletas no habrá más nadadores. Para ser una potencia nos falta demasiado.
-¿Qué te motiva a seguir después de ser campeona del mundo cuatro veces?
- Yo nado porque me gusta, no para ganar. Y eso es infinito. Yo veo que hay muchos chicos que su sueño es ir a unos Juegos Olímpicos. Por ahí lo logran y salen últimos, pero ya está, dejan de nadar porque justamente su objetivo era ese.