Lucio Mantel pertenece a una raza musical capaz de construir canciones indelebles, que pueden trascender fronteras y tiempos, pero que no se pueden disociar de sus raíces. El cantante, compositor y arreglador continúa una tradición autoral que entiende a la canción como un territorio abierto y libre para desplegar el juego creativo. Con faros como Spinetta, Caetano Veloso o Björk, Mantel trajo al mundo en estos años tres discos de estudio (Nictógrafo, Miniatura y Confín) y uno con versiones en cuarteto de cuerdas (Unas horas) que le dan forma a una obra sólida, versátil (en instrumentación y fuentes sonoras), original, minuciosa y, sobre todo, con bellas canciones. Mantel se reconoce como un obsesivo de los detalles y puede pasar años retocando una misma canción. Recién llegado de una gira europea que lo llevó por España, Suiza y Francia, Mantel celebrará diez años de carrera solista hoy a las 21 en el Xirgu Espacio Untref (Chacabuco 875), con invitados especiales como Richard Coleman, Alejandro Terán y Axel Krygier, con quien está trabajando en un disco próximo que saldrá, tal vez, este año.
–¿Qué tendrá de especial este concierto, además de la celebración?
–El concierto tendrá muchas cosas que lo harán distinto a todos los que hicimos. Será un concierto circular, tocaremos en medio de la platea, con el público alrededor. Si bien es una retrospectiva, no me interesaba hacer versiones originales de todo, sino más bien pensar en un diálogo entre esas canciones y el presente. Cada disco tiene un planteo sonoro muy diferente, y no quisiera ser tan respetuoso de eso, sino encontrar la manera de que el concierto tenga una entidad propia. Armé una banda que tiene la amplitud suficiente como para proponer momentos eléctricos e imponentes, y otros momentos en los que el recital se convertirá en un gran fogón, con cuerdas. Es una banda especial, que por ejemplo, tendrá teclados –¡nunca toqué con teclados!– a cargo de Nacho García; en la batería estará Fernando Samalea, y esas dos variables ya le darán un carácter totalmente distinto. También estará Lucas Argomedo, que habitualmente es el cellista, pero en este caso será también bajista, y estará Leo Fernández en guitarra, que viene tocando hace tiempo con nosotros.
–¿Qué balance hace de estos diez años de camino musical?
–Han pasado muchas cosas, muchos cambios en mí y muchos en el contexto. Me siento mucho mejor ahora que cuando empecé. Creo que lo más gratificante tiene que ver con dejar de hacer de la composición un acto que empieza y termina en casa, para poder compartirlo con el que lo quiera escuchar. También todos los lugares y músicos que pude conocer, compartir música con artistas que escuché toda mi vida, conocer lugares que ni sabía que existían. Hacer este concierto es una forma de agradecer todo eso.
–Proviene de una generación que puso en discusión los géneros ortodoxos y que tensionó, incluso, con el rock y sus códigos para construir una identidad musical. ¿Cómo ve la cosa ahora?
–Siempre me pensé como alguien que viene del rock. Mi primer disco solista salió cuando yo tenía 31 años. Había hecho mucha música antes, por eso no lo siento como un “primer disco” en el sentido de que era un experimento en el que quería salir de lo que hacía siempre; se puede decir que hice varios discos antes, que no pude grabar. Pero cuando empecé con este proyecto –años antes de salir a tocar– entré en el mundo de la canción y empezaron a aparecer en mi música todas las cosas que había escuchado por fuera. En esa época tenía cierto enojo con el rock, sentía que como movimiento se estaba banalizando (un poco era verdad) y cerrando a dejar de generar nuevas instancias estéticas y estaba divagando en cierta repetición; me parecía que había perdido el carácter abarcativo que tenía antes. Creo que esta época es diferente, si bien la banalidad nunca deja de tener mucho espacio.
–¿Qué significó aquel concierto compartido con compañeros de generación, Hay otra canción, en 2012 en el Coliseo?
–¡Ya pasaron como 6 años! Fue una acción ambiciosa y necesaria, a mi entender, para sacar a la luz una realidad, que es que no toda la música que se hacía en ese momento estaba en los medios masivos. Ahí estábamos nosotros pero podrían haber estado otros. Para mí lo importante de ese concierto fue ver cómo la unión logró algo hermoso.
–¿Qué lo motiva a seguir haciendo canciones?
–Cuando compongo es como si tirara del hilo que sale de una madeja, un hilo melódico o verbal. Estoy un tiempo conviviendo con eso, que es una forma un poco bruta. Y más tarde, un poco más conscientemente, me pongo a trabajar para que tenga una forma, porque si no las que quedan ahí empiezan a ocupar un espacio mental y emocional que se hace insoportable. Es un acto inevitable para mí. Que se despierta y se duerme. A veces paso períodos muy largos sin terminar una canción. De alguna manera esa otra etapa de darle forma a las ideas sobreviene toda en un aluvión, y es como intencionarlas en una dirección.