El cardenal Estanislao Esteban Karlic deberá declarar el próximo 4 de mayo como testigo en el juicio que por abuso y corrupción de menores enfrenta el cura Justo José Ilarraz, según resolvió ayer el tribunal integrado por los camaristas Alicia Vivian, Carolina Castagno y Gustavo Pimentel. En 2014 y por esta misma causa, Karlic declaró por escrito, y en la actual instancia había solicitado no hacerlo. El tribunal resolvió además que el arzobispo de Paraná, Juan Alberto Puiggari, y el obispo de la ciudad tucumana de Concepción José María Rossi declaren por escrito el 9 de mayo, mientras que eximieron de esa declaración y por problemas de salud al arzobispo emérito Mario Maulión. El cardenal Karlic, de 92 años, se amparó en el Código Procesal Penal de Entre Ríos que a él, como a otras figuras de alta jerarquía, le otorga la prerrogativa de no ir a declarar en forma personal al ser citado por la Justicia.
Ilarraz, que enfrenta en Paraná un juicio por corrupción de menores cuando era preceptor en el seminario menor entre 1984 y 1992, fue pupilo de Karlic, quien lo ordenó sacerdote y luego prefecto de disciplina en el Seminario Arquidiocesano Nuestra Señora del Cenáculo. El 7 de mayo el tribunal hará una inspección ocular a fin de cotejar lo relatado por los testigos y la arquitectura del lugar.
La decisión del tribunal de convocar a Karlic fue tomada luego de que el abogado querellante Marcos Rodríguez Allende pidiera la constitución de una comisión para que indague sobre su estado de salud. Esa comisión es la que determinó que el cardenal está en condiciones de declarar y que puede hacerlo ante el tribunal.
Los testigos que se han presentado hasta ahora coinciden en que el cardenal estuvo en conocimiento de las vejaciones de Ilarraz, suspendido por la Iglesia Católica recién en 2012 para oficiar misas en público, pero antes, en 1993, fue autorizado por Karlic, en ese entonces arzobispo de Paraná, a viajar a Roma.
También fue Karlic el que ordenó, mientras el cura estaba en la capital italiana, una investigación sobre el comportamiento de Ilarraz, que tuvo a cargo el sacerdote y abogado Silvio Fariña, a partir de las sospechas de que hubiese cometido “delitos graves” mientras integró el equipo de superiores del Seminario Arquidiocesano. Concluida la investigación en Paraná, Karlic firmó el 18 de diciembre de 1996 un decreto por el cual prohibió al cura todo contacto con los seminaristas y lo expulsó de la diócesis.
Entre las pruebas contra el presbítero hay una carta del Vaticano que revela que en una confesión realizada en 1997 ante el Tribunal Eclesiástico reconoció los abusos y además mostró arrepentimiento. Ilarraz confesó ante la Santa Sede haber tenido “relaciones amorosas y abusivas con seminaristas menores”, indicaron voceros de los tribunales, que detallaron que el escrito es copia de una carta del 18 de enero de 1997.
El 13 de septiembre de 2012, la revista Análisis publicó en su portada la historia de los abusos de Ilarraz, lo que permitió actuar de oficio a la Procuración General y sumar a los pocos días los primeros dos testimonios de sus víctimas. En julio de 2015, la jueza Susana María Paola Firpo le dictó el procesamiento, y el juez Pablo Zoff la elevó posteriormente a juicio oral el 17 de agosto de 2016.
El caso tuvo difusión internacional luego de ser mencionado en la película Spotlight, ganadora de un Oscar, que narra la investigación del matutino The Boston Globe sobre casos de pedofilia en la curia, entre ellos cinco en Argentina.
En tanto, ayer, un día después de que su mamá ratificara que el arzobispo de Paraná, Juan Alberto Puiggari, sabía sobre los abusos cometidos por el sacerdote Justo José Ilarraz, Maximiliano Hilarza, la víctima, contó cómo las vejaciones a los que el cura los sometía terminaron también destruyendo a las familias. “Ilarraz, que era mi guía espiritual, abusó de mí y de mi familia”, dijo Hilarza sobre los tres años que sufrió como seminarista los abusos del cura.
Hilarza resolvió denunciar al sacerdote luego de ver una nota del periodista Daniel Enz del año 2012 en la que se revelaban los ataques de Ilarraz. “Cuando vi la nota se me vino el mundo abajo. Empecé a tener recuerdos, denunciaron que había muchas víctimas y yo dije hasta acá llegué. Mi mamá me preguntó si me había hecho lo mismo y yo le dije que sí, que después íbamos a hablar. Cuando le conté tuvo un ataque de nervios. Ilarraz era amigo de mi mamá, a él le confesaba sus cosas personales. A ella y a mí se nos vino el mundo abajo”, aseguró. “Yo diría que Ilarraz es un enfermo serial que repitió el mismo método con todos nosotros y con nuestras familias. Tras abusar de nosotros, no tenía problemas luego de ir a sentarse a la mesa con nuestras familias para callarnos y presionar para que nosotros no pudiéramos hablar”, añadió.
Pero según contó el joven, el daño que los abusos provocaron en las víctimas continuó a lo largo de los años y afectó también a sus nuevas familias. “Ahora mi señora me dice que entiende muchas actitudes mías, mis amigos me dicen que se dan cuenta por qué yo era así en ese tiempo y esas cosas. Ahora, que a uno lo entiendan, es gratificante”, se muestra aliviado Hilarza, que pidió que el cura no estuviera presente en la sala durante su testimonio. “Se me hace muy difícil tener que enfrentarlo”, dijo. “Al testificar me saqué una mochila de piedra de encima. Empecé a vivir después de haber estado más de veinte años en silencio”, agregó Hilarza, cuyo testimonio fue uno de los más estremecedores de los 28 que se escucharon hasta ahora y a los que ayer se sumaron ocho.