“El lugar del escritor es el del conflicto con la autoridad”, dijo Claudia Piñeiro en un discurso que condensó el conflicto que se generó en la apertura de la 44° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. La escritora –vestida con una capa verde, el color con el que se está vistiendo cada vez más mujeres a favor de la legalización del aborto– recibió la primera gran ovación de los más de 200 estudiantes, docentes y trabajadores de los Institutos de Formación Docente (IFS) de la Ciudad, que se manifestaban en contra del proyecto de la Universidad de Formación Docente (Unicaba), impulsada por el gobierno porteño, que implicaría el cierre de 29 profesorados. “Señor, señora, no sea indiferente, nos cierran los terciarios en la cara de la gente”, cantaban los manifestantes cuando subió al escenario el ministro de Cultura de la Ciudad, Enrique Avogadro. No pudo decir una palabra. Por primera vez en la historia, las autoridades políticas no hablaron. “No a la Unicaba”, gritaban los manifestantes mientras alzaban varios carteles: “La educación es un derecho, no un gasto”. “No al 29 x 1”. “Sueño ser maestro. No cierren profesorados”. Un joven con la máscara de La casa de papel, pero vestido con un guardapolvo blanco, exhibía la consigna más creativa: “El atraco más grande lo hace el Gobierno de la Ciudad cerrando profesorados”.
Antes de que Piñeiro tomara el micrófono, decidida a dar uno de los mejores discursos inaugurales, Martín Gremmelspacher pidió insistentemente, durante unos diez minutos: “Por favor, los dejamos expresarse, permitan que continúe el acto”. El fervor de los jóvenes, la necesidad de alertar sobre el peligro de un proyecto que hasta fue objetado por la Iglesia Católica –a través de una carta abierta firmada por el Arzobispo de Buenos Aires, Mario Poli–, no amainaba. “Señor, señora, no sea indiferente, nos cierran los terciarios en la cara de la gente”, seguían cantando. “Yo fui al profesorado de Matemática. Espero que se retire el proyecto”, se solidarizó la autora de Las viudas de los jueves. “Me siento cómoda en un colectivo de escritores para los que la lealtad nunca deba ser con la autoridad, sino con el lector, con el ciudadano, con la literatura y con nosotros mismos”, aclaró Piñeiro, mientras los manifestantes la aplaudían, y precisó que Griselda Gambaro –la primera escritora en inaugurar la Feria– se refirió a la necesidad de la disidencia como estado de alerta.
“Los distintos actores del Poder Ejecutivo no dan respuestas a preguntas sobre la continuidad de premios nacionales y municipales, la ley del libro o la jubilación de los escritores”, advirtió Piñeiro. “No pretendo que nos digan que sí a todo lo que pedimos, pero pretendo un intercambio de opiniones y una respuesta que demuestre que se nos escucha. La ausencia de gesto también es un gesto”, subrayó la autora de Las grietas de Jara, Elena sabe y Las maldiciones, entre otros títulos, y profundizó en la cuestión de la invisibilización de las mujeres al recordar que es la cuarta escritora en hablar en 44 ediciones. “Cada invisibilización grosera de una mujer trabajadora de la literatura debe ser sacada de su lugar y expuesta para que se tome conciencia. Llegará un día en que dará vergüenza preguntar qué se siente ser mujer y abrir la Feria del Libro”, ironizó Piñeiro.
La escritora destacó que un “gesto trascendental” es la formación de lectores. “Sin lectores no hay literatura. Si de verdad un país cree en la importancia de leer, la promoción de la lectura debe ser una política de Estado”, planteó Piñeiro. Hay temas que obligan a dejar claro de qué lado se está. La escritora mencionó que el año pasado marchó para repudiar el intento de aplicar el cómputo de 2X1 a las condenas de los militares por sus crímenes durante la dictadura cívico–militar y que recientemente defendió la ley de interrupción voluntaria del embarazo junto a 400 escritoras. Antes de despedirse recordó a Liliana Bodoc, que murió el pasado 6 de febrero, a la que definió como “una ferviente trabajadora de la palabra”. “Liliana fue una mujer que vivió dando hermosos gestos. Y en disidencia como estado de alerta”, concluyó la escritora que alzó el pañuelo verde a favor el aborto y fue ovacionada.
Martín Gremmelspacher, el presidente de la Fundación El Libro, habló sobre el difícil momento que está atravesando toda la industria editorial. “A la caída de las ventas del 2016 se suma la del 2017 del cinco al diez por ciento, dependiendo del tipo de editorial. La producción editorial, a su vez, cayó un 20 por ciento según datos del registro del ISBN. Lo que acumulado implica una caída de no menos del 30 por ciento en los dos últimos años”, repasó Gremmelspacher y puntualizó que la merma en las ventas está relacionada con la caída del poder adquisitivo: “Siete de cada diez argentinos redujeron sus gastos en los últimos meses”. El aumento de las tarifas “están complicando a muchos de los libreros y sobre todo a la industria gráfica”, explicó el editor y añadió que la boleta de luz pasó a ser “uno de los principales costos, tornándose en algunos casos impagable”. El presidente de la Fundación El libro reclamó una vez más, como lo viene haciendo en cada inauguración, la exención del IVA al papel, y señaló la necesidad de convertir en ley el proyecto presentado por el diputado Luis Mario Pastori para exceptuar del IVA al papel en la edición de libros.
El ministro de Cultura de la Nación, Pablo Avelluto, subió al escenario de la sala Borges. Los manifestantes, que habían escuchado a Piñeiro, volvieron a cantar y a gritar. “A los fascistas que están en el fondo les pido que respeten el uso de la palabra”, se quejó Avelluto. La palabra fascista generó una rabia descomunal. El ministro derrapó. “Ser docente no te inmuniza frente al autoritarismo”, le dijo a uno de los manifestantes. Avelluto le cedió el micrófono a Juan Manuel Sánchez, consejero graduado del Lengüitas y profesor de portugués. “El Gobierno de la Ciudad quiere cerrar 29 terciarios, se quiere cambiar el modelo educativo en la Ciudad. Por favor, retiren el proyecto, hasta la Iglesia lo pidió”, aseguró el joven profesor. Los manifestantes reanudaron los cantitos. “Larreta, ¿dónde está? ¿dónde está? Larreta, ¿dónde está?” No estaba la autoridad. Avelluto se fue. El conflicto, la disidencia como estado de alerta, continuarán.