La ortodoxia económica local suele sostener que el precio “verdadero” de un producto es el que determina la libre competencia de la oferta y la demanda, y que toda intervención del Estado es “distorsiva”. El mismo criterio se aplicaba al dólar y baste recordar que, hasta diciembre de 2015, la derecha económica y sus medios afines se referían al dólar blue como el “precio verdadero” de la divisa estadounidense. Esta semana, el Banco Central vendió 2960 millones de dólares en el mercado, que fueron tomados fundamentalmente por fondos de inversión que están fugando sus activos del sistema, por debajo del “valor de mercado” de la divisa. Que el Estado venda un producto por debajo de su valor, ¿no era considerado un subsidio?
Las Lebacs son títulos de deuda en pesos, cuya tasa de interés resultaba atractiva para la entrada de capitalistas extranjeros, que cambiaban sus dólares a pesos para comprar esos papeles a la espera de obtener un rendimiento superior al aumento que pudiera tener el dólar entre el momento de entrada y de salida. Es lo que se conoce como “carry trade” o bicicleta financiera. Por distintas razones, estos capitales empezaron a “salir” esta semana, vendiendo las Lebacs en pesos. Pero en vez de comprar los dólares “a precio de mercado”, el Central los premió vendiéndole las divisas “con descuento”. Si estimamos, moderadamente, que sin la intervención oficial el dólar hubiera trepado unos 50 centavos por encima del precio promedio que alcanzó el dólar esta semana, el premio rondaría los 1500 millones de pesos en cuatro días. ¿Cómo denominar a esta transferencia de recursos públicos a favor de quienes han decidido fugar sus capitales?
La magnitud de la corrida puede medirse por el volumen de operaciones en el mercado mayorista. En las semanas anteriores, las operaciones diarias oscilaron entre 500 y 700 millones de dólares. Pero desde el lunes promediaron los 1500 millones de dólares diarios, acumulando 6135 millones en las cuatro jornadas. ¿Qué fue lo que motivó semejante huida?
Un argumento repetido en estos días fue la suba de la tasa de los bonos del Tesoro de Estados Unidos a 10 años al 3 por ciento, atrayendo así inversiones hacia el norte. Otros apuntaron el foco sobre el gravamen que deberán pagar los fondos extranjeros a partir de mayo sobre las Lebacs, lo cual habría ahuyentado a los inversores. Ninguna de esas dos razones parecen tener tanto peso. El aumento de la tasa del bono estadounidense es marginal respecto de las magnitudes de los rendimientos locales. Y si las Lebac tienen un costo adicional, lo lógico es que los inversores exijan una mayor tasa antes que decidir dejarlas. De hecho, las tasas de las Lebac subieron fuerte en los mercados secundarios entre miércoles y jueves. En el plazo más corto (20 días), el rendimiento orilló el 29 por ciento.
Lo que se observa, en cambio, es una decisión de al menos parte de los capitales especulativos de migrar antes de perder lo ganado. ¿Qué podría hacer que lo pierdan? Que suba el dólar por arriba de las tasas, o que pudiera haber alguna dificultad para el cobro de las Lebacs. De hecho, hay una consultora afín al gobierno que propuso una suerte de “canje” de parte del stock de Lebacs por bonos a mediano y largo plazo; mientras que economistas referentes del liberalismo (Carlos Rodríguez, del CEMA) ya estiman probable aquella posibilidad. ¿Es exagerado comparar la situación con la de 2001 previa a la crisis?
Difícil decirlo, pero el ritmo de aumento de la deuda, del deterioro de la cuenta corriente, de caída de las reservas y el nivel de inflación actual, son muy superiores a los de entonces. Por primera vez desde que asumió, el gobierno de Mauricio Macri enfrenta semejante nivel de desconfianza de los mismos que lo entronizaron: el establishment financiero, el “mercado”. Algo tendrá que hacer.