Este mismo año, cuando ya estaba claro que la proscripción de Lula para las presidenciales de octubre era la segunda fase del golpe (la primera había sido, en 2016, el derrocamiento de Dilma Rousseff) la Editorial Boitempo de Brasil convenció a Luiz Inácio Lula da Silva que brindara su testimonio en un libro. Acaba de ser editado en Brasil con el título de “La verdad vencerá” como fruto de muchas horas de conversación de un grupo de periodistas con el ex presidente que asumió el 1° de enero de 2003. De inmediato PáginaI12, la Editorial Octubre, la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo y el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales decidieron publicar el libro en español. Con prólogo de Nicolás Trotta y Pablo Gentili y traducción de Iván Granovsky estará mañana en los kioskos y el martes a las 14 será presentado en la Feria del Libro por dos ex presidentes: Dilma Rousseff (que solo pudo completar su primer mandato) y Ernesto Samper. Aquí un fragmento de la conversación.
Gilberto Maringoni –Usted está ganando en las encuestas por una gran diferencia. Al mismo tiempo, existe una cultura de odio en la sociedad. Existe una enorme brecha. El que no gusta de Lula quiere matarlo. ¿Cree que la sociedad es más conservadora? ¿Qué podría haber hecho el gobierno al respecto?
Lula –Pero quien no vota a Fernando Henrique Cardoso o a Serra también tiene odio. Eso es producto de que Internet simplificó las relaciones humanas. Permite que el odio sea viralizado con una rapidez inmensa. Antiguamente, si alguien pensaba algo de mí tenía que buscar a otro para contarle personalmente sus malos pensamientos. Tenía que hablar mal de mí por teléfono o ir a tomar una cerveza con un grupo de compañeros y ahí criticarme. Hoy agarrás tu celular, entras a WhatsApp, insutás y listo. Esto facilitó que el odio se propagara. Cuando era presidente, había un blog que se llamaba “Muerte a Lula”. Así que obviamente sé que hay un tercio de la población que no quiere saber nada del PT, así como hay un tercio que no quiere saber nada del PSDB. Estas cosas sólo cambian con el ejercicio de la política.
Gilberto Maringoni –Pero el gobierno podría haber hecho algo, una campaña...
Lula –No sé, no sé… Creo que grupos sectarios como el Movimiento Brasil Libre existen desde hace muy poco. Mucha gente tiene vergüenza, todavía. Ellos ya casi no tienen la capacidad de movilizar porque exhiben una hipocresía y una imbecilidad que nadie puede tomar en serio. Hay radicalización pero también pasa que la gente se va cansando. Yo suelo recomendar que no se enojen tanto, porque se van a morir jóvenes. ¿Por qué la gente está enojada? ¿Por qué? Usan el celular para todo. Para comprar comida, para viajar, para pagar las cuentas... Cuando salen a la realidad y se encuentran con alguien en un ascensor, ya creen que esa persona los está estorbando. La humanidad va a tener que trabajar ese problema.
Juca Kfouri –¿Usted cree que nadie más va a golpear una olla?
Lula –Creo que incluso pueden golpear otra vez las cacerolas, protestando, pero hoy tienen vergüenza. Algunos que salieron a golpear las sartenes contra Dilma hoy se golpean la cabeza contra la pared. Pasé treinta años de mi vida criticando al FMI. De repente, gano las elecciones para presidente y tengo que lidiar con un alemán llamado Horst Köhler, director general del FMI. Me encontré con ese tipo en París. Comenzamos a conversar y, de repente, el tipo me abraza y empieza a llorar. Nunca había escuchado la verdadera historia de un obrero que se hizo de abajo y llegó a la presidencia de la República. Puedo decir que en ese momento un representante del FMI comenzó a respetarme. Y comenzó a hablar bien de Brasil en varios lugares. Salió del FMI y fue presidente de Alemania. Entonces entró Rodrigo Rato, el español. Lo llamé y le dije: “Rato querido, quiero terminar con esa deuda que Brasil tiene con el FMI. No quiero seguir debiendo”. Respondió: “No, presidente Lula, el Fondo lo quiere a Brasil, el Fondo no tiene problemas con Brasil…”. Y le dije: “No, Rato, no estoy hablando de si nos quieren o no nos quieren, quiero dejar de deberles”. Tardó en aceptarlo. Para ellos era importante retener a Brasil como deudor. Y logramos que Brasil se librara del FMI. Pasado un tiempo, fui a Alemania y recibí un homenaje. ¿De quién? De Köhler. El discurso que di lo hizo llorar. Pensé: “Mierda, soy un tipo jodido, porque para lograr que un alemán llore...” (Risas.) Ese tipo se hizo amigo mío. Aprendí de mi madre analfabeta, que me decía: “No gastes lo que no tenés. Y si te endeudás, hacé lo posible para pagar.”
Juca Kfouri –Usted va a ser un peligro en la cárcel. Va a sublevar a los presos...
Lula –No, no. ¿Qué sucedió cuando fui arrestado, cuando fui detenido por (el delegado de la seguridad pública Romeu) Tuma en 1980? Fue divertido, porque Tuma iba hasta allí para tomarme declaración. Traía las preguntas por escrito, yo respondía, él se las llevaba, traía más preguntas, yo respondía, y así. Había un tipo con un Rolex, y le pregunté cuánto costaba. Me dijo que tanto. Le pregunté si no pensaba que teniendo ese Rolex otro no se iba a dar cuenta de que se lo robó. Que por qué no armaba una organización, hacia una huelga y pedía aumento de salario (Risas.) Y en ese momento llega Tuma. Estaba nerviosísimo (Risas.)
Gilberto Maringoni – Presidente, después de todos estos años pasó mucha agua debajo del puente. Fue presidente dos veces, eligió a Dilma y, cuando todo parecía ir bien, apareció la crisis del golpe…
Lula – Pocos de nuestro lado creían que habría un impeachment. Recuerdo que, cuando terminaba 2015, hablé con Dilma. Le dije “Teníamos 39 grados de fiebre, la bajamos a 37, y ahora hay que decidir si queremos bajarla a 36 o subir a 40. Tenés enero para decidirlo, porque el Congreso recién vuelve en febrero”. El punto es que mucha gente decía que no iban a animarse a un juicio político, que no había clima para algo así. Y eso que (el presidente de la Cámara de Diputados Eduardo) Cunha venía “avisando”.
Ivana Jinkings –¿Qué cree usted que debería hacerse para evitar su arresto?
Lula –No creo que lo más importante sea impedir mi arresto. Si Getúlio Vargas hubiera tenido en vida un tercio de la gente que después fue a su velorio en las calles, no se habría matado. No quiero confundir la conmoción con la conciencia política. No quiero. Ya me doy por satisfecho. Si después de doce años, con todo el cerco mediático que se propició, sólo con mis caravanas y mis reuniones con el pueblo aparezco liderando las encuestas, tengo que estar agradecido a Dios, y agradecido por todo. Lo que más orgullo me da es haber sido un presidente del pueblo. Cambié la relación del Estado y del gobierno con la sociedad. Lo que quise como presidente fue hacer que los más pobres de este país se imaginaran en mi lugar. Y lo logramos.
Juca Kfouri –¿Y cuál es la razón de todo ese odio contra usted?
Lula – Me gustaría saberlo. Siempre pensé una cosa sobre la Presidencia. Siempre fui y seré presidente de todos. Pero los que más necesiten tendrán la mano del gobierno. Y quienes necesitan son los trabajadores, los que ganan menos, los desheredados que no tienen ni empleo. Debemos ser conscientes de que esa gente tiene que comer, tiene que volver a trabajar, tiene que poder seguir contando con la chance de ir a la universidad. Yo escuchaba siempre lo mismo: “Lula, el problema de Brasil es el atraso, el problema de Brasil es que no tiene escuela”. Junto a (su entonces ministro de Educación Fernando) Haddad empezamos una historia maravillosa: vamos a sentar a los pobres en la universidad. ¿Y cuál fe el milagro? Hay universidades que le deben dinero al Estado, por los impuestos. Transformamos ese dinero que nos debían en becas de estudio. Y eso hoy ya es una política pública. Son casi 2 millones los jóvenes que pasaron por la universidad. Ahora, entonces, cuando oigo que un empresario dice sobre algo que “es una cuestión de educación”, ya sé que no quiere educar a nadie. Si siempre los empresarios hubieran querido crecer gracias a la educación, Brasil no habría sido el último país de América del Sur en tener una universidad. Y encima cuando decidimos sentar en la universidad a los de abajo no se pusieron felices... Intento descubrir la razón del odio, aunque no sé si es odio, no sé si es odio.
Juca Kfouri –¿Usted cree que la élite brasileña se ha molestado con el hecho de que otros estén ocupando un lugar que históricamente fue sólo de ella?
Lula –Todo el mundo escuchó esa frase de que “los aeropuertos parecen una carretera”. Un pobre subiéndose a un avión los ponía incómodos. Si el que se sube es un americano, les parece genial. Cuando los gringos entran al avión en shorts, a los demás eso les encanta. Cuando es un negro brasileño el que entra con una bermuda, dicen: “No sabe vestirse para viajar en avión”. Me acuerdo de una vez que estaba en un restaurante con Jacó Bittar y Mino Carta, en la calle 13 de Mayo. No era para nada fino el lugar. Entramos para comer una feijoada. Fui al baño. Cuando paso por delante de una mujer, escucho: “Dice que defiende al trabajador, pero está en nuestro restaurante”. Me frené y le dije: “Señora, ¿usted va a pagar mi cuenta? No. Entonces, por favor…” Es eso. Mucha gente no entiende que a los más pobres también les gusta vivir bien. Todavía sueño con ver muchos gerentes de banco negros, ver muchos negros dentistas... Pero es un proceso largo. Miren a los Estados Unidos. Todavía existe el racismo. La gente no abandonará el prejuicio contra los negros en Brasil porque lo dice la Constitución. El prejuicio está en la cabeza. Si en Brasil no enseñamos Historia de Africa el racismo no terminará nunca.