El ruido de la inauguración que quedó marcada por las manifestaciones en defensa de los 29 profesorados que corren riesgo de cerrarse en la ciudad, todavía se escuchaba: sobre la entrada de avenida Santa Fe, un nutrido grupo de manifestantes hacía oír su reclamo en contra del proyecto que amenaza con el cierre de estas casas de estudios, como ya lo había hecho un rato antes en el gran salón, ante autoridades y funcionarios. Del otro lado de la Rural, sobre la avenida Sarmiento, la música aportaba lo suyo para transformar la primera jornada de la Feria del Libro en una fecha, definitivamente, especial, recordable. Allí, en la calle y frente a una multitud, Jorge Drexler comenzaba su recital entonando a capella “Al otro lado del río”, toda una presentación de tiempo y lugar: Montevideo es la ciudad invitada de honor de esta edición, y Drexler supo oficiar de carismático y convocante embajador.
“No se imaginan la alegría que tengo. Hace mucho tiempo que vengo a tocar aquí, más de veinte años ya, pero esta es la primera vez que lo hago con entrada gratuita, y al aire libre”, comenzó Drexler, agradeciendo a la Feria del Libro por “invitarme a representar a mi ciudad”. La cosa continuó fluvial, porque el siguiente tema fue “Río abajo”. Y luego hubo tiempo para recorrer canciones más nuevas y más viejas, todas efusivamente agradecidas por un público que cantó, bailó y siguió el recital en un clima general de celebración.
Con un calor que no es de otoño, el concierto de este año en la ya clásica “Noche de la Ciudad”, logró gentiles postales entre el público, que concurrió más masivamente que en otras ediciones. Con mayoría de mujeres y también muchas familias con niños entre el público, bien al fondo y a los costados hubo espacio para desplegar sillitas y lonas, el picnic o la cerveza, según los casos, y hasta para las rondas bailadas. Y así se disfrutaron temas como “Sea” (dedicado a Mercedes Sosa), “Amar la trama”, “Guitarra y vos” o “Todo se transforma”.
“Dame una noche de asilo”, canta Drexler, y logra un coro cálido y entonado del gentío. Y si con la versión original junto a la chilena Mon Laferte, o en el Gran Rex, ubicándolo con la escenografía en la panza de una guitarra, lograba mostrarlo como un tema de gran intimidad, también en este contexto produce ese efecto. Otros logros apreciables de uruguayo: propiciar un coro silbado de tres acordes. Obtener segundos enteros de silencio en la canción que se llama así (bueno, algún que otro “Fuera Macri” se oyó, irrefrenable). Transformar un momento de cierta tensión, cuando se pide un médico por un desmayo, en “un aplauso para la gente de sanidad”. Y, en general, lograr una relación de menos histeria con su público, aunque no dejen de gritarle que lo aman.
Con ese mismo amor explicitado fue recibido Kevin Johansen, invitado a cantar “No voy a ser yo”, tema que hicieron y grabaron juntos. Sonó también la “Milonga del moro judío”, “escrita por consejo de Joaquín Sabina, que me dio varios consejos delirantes. Y este fue uno, tomar estos versos de Chicho Sánchez Ferlosio”, blanqueó Drexler. La referencia a Sabina continuó en “Pongamos que hablo de Martínez”: “Me fui a Madrid con mi guitarra y mis canciones, haciendo caso a tu consejo delirante”, dice en esta “canción de agradecimiento”.
Hubo tiempo para leer unas décimas, “Canción de amor a Buenos Aires”, recién escritas para la ocasión, con referencia a la Feria del Libro incluida. Para un bis y otro: “Bailar en la cueva”, “La luna de Rasquí”, “Me haces bien”, dedicada a Buenos Aires. Para disfrutar la nochecita, con un calor que no es de otoño. Y para pensar en volver a una Feria del Libro que, por más de un motivo, comenzó de manera excepcional.