1968 fue un hervidero. Hacía pocos meses el Che había sido asesinado en Bolivia. La guerra de Vietnam llevaba años y había convocado a miles de jóvenes estadounidenses a congregarse en diversos movimientos antibelicistas. La pelea en ese país por los derechos civiles llegaba a niveles de violencia extrema con el asesinato de Martin Luther King. Del otro lado del Atlántico, los estudiantes parisinos se unían con los obreros y pedían lo imposible en las barricadas del Mayo Francés. Las rebeliones estudiantiles se repetían en varios países de América latina: en Brasil, en México, tantas veces reprimidas con trágicos desenlaces, como la masacre de Tlatelolco. En la Argentina, en tanto, se agrupaban por primera los sacerdotes tercermundistas, que proponían un socialismo construido por cada pueblo, en contra de los horrores visibles del capitalismo. Y aunque faltaba un año para el Cordobazo, la propia revuelta, tan cerca de la revolución, que protagonizaron obreros y estudiantes en mayo de 1969, el germen florecía, encarnado en la CGT de los Argentinos, una breve pero fundamental experiencia del movimiento obrero nacional. A cincuenta años de su fundación, Caras y Caretas presenta en su próximo número, que estará mañana en los kioscos opcional con PáginaI12, una historia del sindicalismo combativo que acompañó su tiempo y que signó a generaciones de dirigentes.
En su editorial, María Seoane destaca “la importancia de la CGTA y su nacimiento al calor de las luchas obreras antidictatoriales, y la importancia del Programa del 1º de Mayo, nacido en el Congreso de la CGT Amado Olmos, que tensó la lucha sindical por derechos arrasados por la dictadura, escrito por Walsh y que apareció en el número 1 del semanario”.
Felipe Pigna contextualiza el escenario sindical de la época: “Los gremios más combativos, resueltos a enfrentar a la dictadura y al estilo participacionista de sindicalismo, conducidos por el dirigente de los obreros gráficos, Raimundo Ongaro, pasaron a la CGT de la avenida Paseo Colón, sede del sindicato gráfico, más conocida como la CGTA”.
Desde la nota de tapa, Pablo Galand recuerda que “los artistas también se sintieron interpelados por la flamante central obrera. El pintor Ricardo Carpani se encargó de diseñar e ilustrar los afiches publicados por la CGTA”.
Isidoro Gilbert y Felipe Pigna reconstruyen el contexto de esa época efervescente. Y Mariano Mestman escribe sobre la notable experiencia del semanario CGT, dirigido por el autor de Operación Masacre: Walsh “planteó que el semanario reflejaría mejor la actividad de las bases en la medida en que los mismos trabajadores cumplieran con la consigna ‘Un corresponsal en cada fábrica’. Se trataba de una propuesta de incorporar noticias elaboradas por los propios militantes sindicales. Partiendo de que los trabajadores podían y debían escribir en el semanario”.
Tali Golman escribe sobre la participación de mujeres, efectiva y en puestos clave, en la central obrera conducida por Raimundo Ongaro. Fernando Amato presenta un panorama político de los años 60 en la Argentina. Y Diego Igal hace lo propio respecto de la cultura. La revista incluye también perfiles de Ongaro, por Carlos Aznárez, y de Walsh, por Eduardo Jozami. Y columnas de Pablo Micheli y del sacerdote Domingo Bresci, como así también un artículo de Martín Piqué sobre el Cordobazo.
Ricardo Ragendorfer reconstruye la crónica del asesinato de Rosendo García, cuya trama fue revelada por Walsh en el semanario CGT y luego publicada como libro bajo el título ¿Quién mató a Rosendo? Y Ana Vainman rescata experiencias de sindicalismo combativo en distintos países de Occidente, más o menos contemporáneas, o tributarias en alguna medida, con la de la CGTA.
Por último, el número incluye varias e interesantes entrevistas: con Hipólito Solari Yrigoyen, que fue abogado de la CGTA, entrevistado por Damián Fresolone; con Hugo Yasky, secretario general de la CTA, por Virginia Poblet; con Victorio Paulón, que formó parte de la CGTA, por Ana Vainman; y con Roberto Digón, que también fue parte de esa experiencia combativa, y fue entrevistado por Claudio Mardones.
Un número imprescindible, con las ilustraciones y los diseños artesanales que caracterizan a Caras y Caretas desde su fundación a fines del siglo XIX hasta la modernidad del siglo XXI.