La literatura sobre corridas cambiarias es muy amplia. Uno de los modelos más estudiado del mainstream lo propuso el investigador de Princeton Stephen Morris. Utiliza la teoría de los juegos para explicar las condiciones en la que los especuladores consiguen torcerle el brazo al Banco Central y lo obligan a devaluar. “Los ataques especulativos llegan sin advertencia y sin cambios aparentes en los fundamentos de la economía”, dice el economista en uno de sus trabajos más interesantes sobre crisis cambiarias escrito junto con el colega Hyun Song Shin. Esta semana Federico Sturzenegger lo vivió en carne propia. Los inversores de la city desataron una ola de compras que forzó a la entidad a dejar subir el dólar arriba de los 21 pesos y en el medio rifar unos 4300 millones de dólares de las reservas internacionales en apenas una semana.
Los motivos que desataron esta catarata de compras pueden analizarse en distintos frentes. El escenario financiero internacional ya no es tan amigable con las economías latinoamericanas como el año pasado y es uno de los factores que no puede pasarse por alto para explicar las presiones cambiarias. La suba de la tasa de interés de Estados Unidos que alcanzó por primera vez en cuatro años un 3 por ciento aceleró la salida de los capitales de los países en desarrollo. La situación se potencia por el recorte de impuestos de la gestión Trump que incentiva la repatriación de fondos hacia esa economía (principalmente de los bonos offshore de Estados Unidos) y por la caída de precios de las carteras de acciones de economías emergentes (ETFs) que llevan a los fondos de inversión a rematar sus posiciones en esos países.
Este cambio en el ciclo financiero global deja en ridículo uno de los principales argumentos del Banco Central a cargo de Federico Sturzenegger. La entidad aseguraba hasta hace pocos meses que con tipo de cambio flexible y libre movilidad de capitales (apertura irrestricta a la entrada y salida dólares de la economía) iba a poder tener una política monetaria independiente. Esto es manejar la tasa de interés a discreción con el objetivo de moderar los precios del mercado interno a través de su programa de metas de inflación. En los últimos días quedó bien claro que Sturzenegger no maneja la política monetaria y que la tasa de interés se la definen los fondos del exterior. El rendimiento de los pases pasivos y de las Lebac saltó del 26 al 30 por ciento en menos de dos semanas a contramano de lo que planeaba la entidad.
“Los tipos de cambio flotantes no pueden aislar a las economías del ciclo financiero mundial cuando el capital es móvil. El trilema (libre movilidad de capitales y tipo de cambio flexible es consistente con una política monetaria independiente) muta en un dilema: las políticas monetarias independientes son posibles si y sólo si las cuentas de capital se administran, directa o indirectamente, sin tener en cuenta el régimen del tipo de cambio”, plantea la economista de la London School Hélène Rey. Las investigaciones de la economista francesa explican a la perfección los problemas y los errores de diagnóstico de la argentina estos meses.
La próxima conferencia de prensa del Banco Central va a ser realmente divertida. Los argumentos para explicar sus decisiones de política monetaria fueron cada vez más rebuscados a partir de marzo y después de esta semana lo más probable es que se vuelvan metafísicos.