Cuando decidí escribir relatos que, de un modo u otro, se relacionaran con la tierra, se me hizo presente la obra escrita por Bertolt Brecht acerca de Galileo Galilei, de su abjuración y su tristeza final.
Recuerdo muy bien haberla leído cuando tenía diecisiete años, y muchas ganas de ser actriz. Entonces, unos parlamentos sobresalieron entre muchos. Me refiero a la decepcionada imprecación de Andrea Sarti, discípulo de Galilei, al enterarse de la abjuración pública del científico. Y la respuesta de Galileo.
Andrea: Desdichada la Tierra que no tiene héroes.
Galileo: Desdichada la Tierra, que necesita héroes.
No importa en absoluto si Galileo Galilei no dijo esa frase. Me alcanza con que la haya escrito el dramaturgo alemán.
A mis cincuenta y seis años retomé aquella humanista sentencia, y escribí este cuento.
¿Por qué?
Porque de un modo u otro, todos abjuramos a veces de nuestros sueños. Pero los sueños, como la Tierra, no se detienen.