Desde París
Todo enigma encierra un secreto que alguien protege. Cuatro años después de la desaparición del vuelo MH370 de Malaysian Airlines con 239 personas a bordo nada se sabe qué pasó ni donde están los restos del avión. El Boeing 777 se esfumó de los radares entre Kuala Lumpur y Pekín y luego también se volatilizó a lo largo de las decenas y decenas de búsquedas que se llevaron a cabo para encontrar sus restos. Es, hasta hoy, el misterio más grande de la historia de la aviación moderna. Ghyslain Wattrelos intentó resolverlo separando los hilos de una increíble sinfonía de errores, manipulaciones, trabas y mentiras de todo tipo. Este francés no estaba en el vuelo MH 370, pero sí su esposa y dos de sus tres hijos. En un libro investigación que acaba de publicarse en Francia (Vol MH370, une vie détournée, Ed. Flammarion Ghyslain) Wattrelos trató de que algunas respuestas encajaran con un enigma que tiene un carácter grotesco: el vuelo de Malaysian Airlines atravesó media docena de países sin que ningún radar lo detectara. Se lo tragó la tierra, el cielo o simplemente una conspiración en la cual a ninguno de los actores implicados, desde la compañía aérea, el fabricante del avión, de los motores y los seis Estados concernidos, le conviene que no se sepa la verdad.
“Nos toman por idiotas, pero algún día alguien terminará por hablar”, dice el autor del libro Vol MH370, une vie détournée. Su grito y sus alegatos suenan verídicos ante la suma de incongruencias acumuladas en estos cuatro años de supuestas investigaciones con la participación de empresas especializadas y recurso a las tecnologías más avanzadas. Cuatro años después no se encontró ningún cuerpo “y los pocos restos del avión son únicamente ‘probables’ y no certeros”. Para ir al fondo de los secretos, Wattrelos dejó su trabajo y durante más de un año viajó por China, Malasia, Inglaterra, Hong Kong, Australia, Singapur, Madagascar. De esos viajes el libro expone dos certezas: una, se desconoce cómo se desencadenó la catástrofe, pero no que el avión se cayó el mar. Donde y por qué es todavía una incógnita. Los restos encontrados no estaban sin embargo en el mar sino en las playas de La Reunión, Madagascar y Tanzania. Y de los 20 pedazos hallados “sólo tres pertenecen realmente al Boeing 777 de Malaysia Airlines”. Ello deja flotando una sospecha: “hay muchas cosas que quedan de un avión cuando se estrella, empezando por los salvavidas. Por lo general se recuperan cientos y cientos de restos con mucha rapidez y no, como en este caso, al cabo de casi dos años. Se puede entonces concluir que los pedazos encontrados fueron arrojados ahí intencionalmente”. El ocultamiento de pruebas es masivo, tanto como los intentos de manipulación. Ghyslain Wattrelos se encontró con una norteamericana, una tal Sarah, que se presentó como la pareja de una de las víctimas del accidente y llegó hasta organizar una campaña para recolectar fondos destinos a las investigaciones. Sin embargo, Wattrelos terminó por convencerse de que Sarah “sólo apareció para controlar a las familias e informar para que la verdad nunca se sepa”. Cada actor tiene una información que no revela: el FBI se llevó el simulador de vuelo con el que se entrenó el piloto del MH 370 y jamás lo devolvió. En Gran Bretaña, la empresa Immarsat encargada de las comunicaciones vía satélite detenta los datos de la trayectoria del aparato, al igual que Rolls Royce, el fabricante de los motores. Ni uno ni otro los comunicaron completamente.
Pese a la complejidad del tema y al flujo de datos analizados, a las decenas de personas, expertos, policías, servicios secretos, especialistas de la aviación con las que el autor habló, el libro es límpido, quirúrgico. Cada página conduce a una nueva maniobra, a una mentira intencional o a la fabricación de una pista engañosa. Ello no hace más que reforzar la convicción de Ghyslain Wattrelos sobre la desaparición del avión. “No se trata de un accidente sino de una acción voluntaria la que precipitó el avión hacia la nada. Un Boeing de última generación dotado de una tecnología muy precisa no desaparece de esa manera. Hay mucha gente que sabe y no quiere decir lo que ocurrió. Malasia miente, Estos Unidos y Gran Bretaña se quedan con los datos, y Australia juega un papel ambiguo en todo esto. Hay 239 personas sin ninguna información. Mi familia desapareció y carezco de respuestas. Perdí mi esposa, mi hijo y mi hija. Mi vida se trastornó. Muchos saben…Escribir el libro me ayudó a hacer el duelo y a organizar las mentiras que se dicen. Esta historia aún está llena de páginas blancas”.
Los datos crudos son aplastantes. El avión despegó de Kuala Lumpur el 8 de marzo de 2014 a las 00 41 minutos con destino a Pekín. La última conversación entre los pilotos y los controladores aéreos de Malasia tuvo lugar a la 1 y 19. Luego vino el vacío. Los dos sistemas de comunicación del avión, el transpondedor y el ACARS, fueron voluntariamente desactivados. Los radares de Tailandia, Malasia, China o Vietnam nunca lo vieron pasar. Ello, para el autor, es imposible. Incluso si se admite que los “radares civiles no lo localizaran, los radares militares de esos países sí lo tuvieron en sus pantallas en uno u otro momento”. La hipótesis de Ghyslain Wattrelos es la siguiente. Primero : “ no se puede pensar que los países por cuyo cielo pasó el avión se hayan puesto de acuerdo para contar una mentira. Por consiguiente, es posible deducir que el avión jamás atravesó por esos espacios aéreos. El avión se cayó antes “. Las segunda, que desprende de la primera, es la de un posible doble complot : “para mi, dice Wattrelos, el avión pudo haber sido derribado por un avión militar porque había alguien o algo que estaba a bordo y no debía llegar a China. Puede ser también que el avión haya sido secuestrado y que, al saberlo, los Estados Unidos tomaron el control del aparato a distancia y lo estrellaron intencionalmente en el mar, en la zona de Diego García. Es preciso saber que se trata de una base militar norteamericana situada en pleno océano índico y cuyas aguas territoriales cubren un radio de 60 kilómetros. Los norteamericanos tuvieron mucho tiempo para limpiar la zona y hacer lo que querían”. No hay una verdad final en este libro apasionante y también doloroso; únicamente indicios, un torrente de falsedades y engaños y la experiencia de una tortura mental que aún persiste, para él y las otras 238 familias. Todo vuelve, sin embargo, a la primera pista que le reveló alguien muy cercano a estos temas: “había dos Awacs norteamericanos en esa zona. Los estadunidenses saben lo que pasó”. La lectura de Vol MH370, une vie détournée deja permanentemente esa sensación. Muchos saben, pero la verdad es demasiado espesa para revelarla.