PáginaI12 En Cuba

Desde La Habana

Las reformas económicas en Cuba están en el centro del debate y no por una imposición desde el exterior. No cuentan el FMI ni el Banco Mundial. El país los abandonó en 1960 y 1964 respectivamente. Los tiempos de los cambios proyectados los maneja el gobierno, sin prisa, pero sin pausa. Nadie espera en la isla una liberación de las fuerzas productivas, ni siquiera como sucedió en Vietnam, con su política del Doi Moi en 1986. Una combinación entre libre mercado y socialismo. Ya tiene demasiado encima con el bloqueo de Estados Unidos, que no se modificó un ápice, ni siquiera durante el período de cierta distensión durante la presidencia de Barack Obama. 

Las dificultades que son consecuencia de las decisiones propias, como su doble moneda, la burocracia sistémica y una apertura hacia el cuentapropismo que genera ciertas desigualdades, son temas que tienen prioridad en la agenda del nuevo presidente Miguel Díaz Canel. La ratificación del rumbo socialista que adoptó la Revolución cubana hace casi 60 años, no exime –como dijo en diciembre 2017 Raúl Castro– de renunciar “al despliegue y desarrollo de las formas de gestión no estatales en nuestra economía”. En otras palabras, la consolidación de una apertura que comenzó en su mandato. Queda en su sucesor definir a qué ritmo continuará.

El periodista cubano especializado en Economía, Ariel Terrero, definió el dilema que la isla tiene por delante: “Sin prosperidad, el socialismo será siempre una utopía”. Ese horizonte de bienestar deseado se apoya en algunos índices, pero decae cuando se toman en cuenta otros. Aunque insuficiente, el PBI de la isla creció 1,60% en 2017 y para este año se espera que llegue al 2%. El turismo, acaso el sector más dinámico, aumentó sus ingresos un 16,2% el año pasado cuando en todo el mundo crece al 4%. Y si bien en el primer trimestre de 2018 bajó el 7%, cuando en 2019 La Habana cumpla el 500º aniversario de su fundación, es muy posible que vuelva a subir. Los canadienses son los que más visitan Cuba. Los estadounidenses, pese a que no pueden viajar como turistas, se las ingenian para ocupar el tercer lugar, detrás de los nativos de la isla que residen en el exterior.

La eliminación de la dualidad monetaria, donde conviven el peso cubano (CUP) y el peso convertible (CUC), es un problema que el gobierno define como su principal asignatura pendiente. Castro, quien se retiró del gobierno el 19 de abril, había dicho en uno de sus últimos discursos que “constituye el proceso más determinante para avanzar en la actualización del modelo económico por el impacto que tendrá en todas las esferas del quehacer económico y social de la nación. Sin resolver eso es difícil avanzar correctamente”. 

Terrero escribió en Cubadebate el 27 de abril que “una consecuencia visible es la fuga de trabajadores de alta calificación del sector público hacia plazas de menor competencia profesional pero mejor remuneradas en la actividad no estatal. Profunda y complicada es la distorsión, insisto, de un sistema monetario dual que fragmenta la economía en dos grandes áreas comerciales y empresariales -estatal y no estatal- mal comunicadas entre sí por su respectiva sujeción a normas monetarias y cambiarias dispares”. 

En otras palabras, aún los empleados de compañías donde el salario está sujeto a cláusulas de productividad y en los emprendimientos privados como los llamados paladares (restoranes administrados por particulares) se gana mucho más que en organismos del Estado, el transporte público e incluso en los hoteles que pertenecen al gobierno y que generan empleo estable. Es muy común ver a un trabajador público haciendo changas de cuentapropista, a un chofer de ómnibus conduciendo un taxi o a una mesera de un hotel internacional buscándose un rebusque adicional a sus 25 dólares de paga (unos 500 CUP). 

Una apertura que empezó con los productos del campo en los años 90 - que se pueden vender libremente en los llamados agromercados - se extendió a otros rubros de la economía. Comenzó a funcionar el 16 de marzo pasado un mercado mayorista de alimentos para cooperativas no agropecuarias. Está ubicado en La Habana y se llama Mercabal. Provee de cuarenta mercancías diferentes a paladares constituidos como restoranes, pizzerías y cafeterías a precios subsidiados. Les venden frijoles, azúcar, bebidas sin alcohol, cervezas, sal, confituras, hamburguesas y salchichas, a los que se les aplica un descuento del 20% del precio minorista. En el caso del pollo llega hasta el 30 por ciento.

Esto genera un desequilibrio entre la mayoría de los cubanos que no tiene acceso a esos subsidios y los cooperativistas o cuentapropistas. También se da esta situación de incipiente desigualdad en los salarios. Un profesor universitario con cierta antigüedad puede recibir una paga de 1.000 pesos cubanos mientras que un joven empleado que se suma al mercado laboral de una empresa que paga por productividad, duplica ese monto. 

En la primera sesión del Consejo de Ministros que presidió Díaz Canel como jefe de Estado –informó Granma– definió al tema salarial “como un problema real” de la economía. La gente se queja de que no le alcanzan sus ingresos para imaginar un horizonte de bienestar cercano. Pero reconoce que el estado les brinda vivienda, educación y salud gratuitas. Dos empleados de una tienda de ropa le dijeron a este cronista que estarían muy bien si ganaran 150 dólares mensuales. Las propiedades que antes era imposible venderlas entre particulares, desde 2011 pueden pasar de manos con la sola condición de residir en la isla. Los extranjeros todavía tienen vedado comprarlas. 

La inversión foránea no es la deseable hasta ahora -510 millones en 2017 según el periodista Terrero- y debería ubicarse entre los 2.000 y 2.500 millones anuales para que la economía creciera. El año pasado, a los efectos perjudiciales del bloqueo de EE.UU. se sumaron las consecuencias del huracán Irma y una sequía prolongada que perjudicó la cosecha de caña de azúcar. Aunque su producción está lejos del récord histórico de 1991 (8 millones de toneladas), hoy representaría apenas el 5 por ciento de los ingresos en divisas de la isla. Se ubica detrás de las remesas que envían los cubanos desde el exterior, el turismo, tabaco, níquel y los productos farmacéuticos.

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