Durante el siglo XX los sindicatos obreros fueron el canal de integración de las mayorías populares a la vida social y política argentina. Fundados por inmigrantes que traían sus tradiciones de lucha a cuestas, con el correr de los años y la irrupción del peronismo se convirtieron en la columna vertebral del mayor movimiento de masas de la historia latinoamericana. El sindicalismo permitió que la dignidad de descamisados y cabecitas fuera reconocida como derechos con raigambre constitucional. Su gran mérito estribó en defender estas conquistas durante toda nuestra historia reciente, incluso frente a las dictaduras que los tuvieron como principales enemigos. Aún con sus contradicciones, desviaciones e incluso crímenes, no puede desconocerse que el movimiento sindical argentino logró sostener hasta hoy el mejor salario promedio de la región.
Tampoco se puede negar que para gran parte de la sociedad e incluso de los propios asalariados, “sindicato” es una mala palabra. Las encuestas de opinión reflejan el descrédito colocando a los gremios y sus dirigentes en lo más bajo de la valoración pública, muy por debajo de la de los movimientos sociales. Es innegable que existe una campaña nacional e internacional contra las organizaciones sindicales pero también es cierto que la corrupción, las agachadas, la ostentación y el abuso de poder son un problema endémico. Estos pecados no son exclusivos del sindicalismo: la política, la justicia, las iglesias, los medios de comunicación y el mundo de los negocios también están contaminados de prácticas similares. Sin embargo, quien dice representar a los de abajo asume la más noble misión de la vida pública. Por eso, debe tener una conducta doblemente recta, comprometida y responsable.
Como en todo el mundo, el sindicalismo argentino entró en crisis estructural con la irrupción del paradigma tecnocrático neoliberal que desplumó a los trabajadores y entronizó la tecnología al servicio de la ganancia. A medida que más y más compatriotas iban cayendo en la exclusión, las estructuras sindicales perdieron afiliados, poder y representatividad. Los descartados del mercado laboral, los nuevos descamisados, se inventaron su propio trabajo sin patrón ni derechos en la mal llamada economía informal. Hacia finales de los noventa, una serie de movimientos populares comenzaron a dar cauce organizativo. Hombres y mujeres campesinos, horticultores, costureros, fábricas recuperadas, feriantes, cartoneros, artesanos, cuidadores, manualistas, promotores de salud, educadores, constructores, pescadores, trabajadores de emprendimientos barriales, entre otros, realizaron diversas experiencias de representación y autogestión productiva. Algunos la yugan por cuenta propia, otros se organizaron en cooperativas o simplemente conformaron grupos de trabajo. Con el correr de los años, se afianzó la necesidad de darle a este espacio una representación sindical unificada. Hubo algunos valiosos intentos que no tuvieron carnadura hasta que en 2011 se fundó la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular.
Más allá de las siglas, en la práctica y el estatuto CTEP es un sindicato nacional de primer grado con su propio ámbito de representación personal: los trabajadores independientes, del campo y la ciudad, que desarrollan actividades populares. En diciembre de 2015, nuestro sindicato obtuvo su personería social, es decir, una habilitación pública para ejercer la representación colectiva de los intereses laborales del sector. Los atributos de la personería social son exactamente iguales a los de una personería gremial. La única diferencia estriba en que nuestro sindicato no agrupa trabajadores asalariados sino “cuentapropistas de subsistencia” conforme a la terminología un tanto despectiva de la ciencia estadística. El fundamento normativo para tal reconocimiento está en los tratados de la OIT y en nuestra propia constitución nacional.
En las relaciones de trabajo asalariado, el rol principal del sindicato es negociar salarios y convenios colectivos para el conjunto los trabajadores encuadrados en determinada actividad. En las relaciones de trabajo popular, la representación colectiva tiene una marcada orientación a participar en el diseño de políticas públicas que permitan dotar de derechos y mejorar la productividad de nuestras actividades, además de resolver el sinnúmero de conflictos cotidianos que sufren nuestros compañeros. La CTEP la ejerce de iure y de facto cuando interviene en la persecución de los vendedores ambulantes senegaleses, en la promoción del reciclado social, en la construcción de viviendas populares o en la ejecución de los llamados programas sociales con contraprestación laboral.
Etimológicamente, sindicato significa “hacer justicia juntos”. La lucha sindical es lo que permitió a la sociedad occidental pasar de las penurias del capitalismo primitivo al estado de bienestar que, aún deformado, todavía mantiene en pie derechos tales como el aguinaldo, las licencias, las vacaciones pagas, capacitación, la salud y previsión social. Sin embargo, más de un tercio de los trabajadores argentinos están excluidos de ellos y por ende queda excluido del contrato social. Si el movimiento sindical no logra ser canal de inclusión de los cabecitas de hoy, su función será cada vez más defensiva, autoreferencial y corporativa. Si lo logra, cumplirá su misión histórica: “hacer justicia juntos”.
Desde su fundación en 2011, la CTEP sostuvo la necesidad de reagrupar a la clase trabajadora en su organización histórica: la CGT. No se trata de tener más o menos simpatía con tal o cual dirigente sino de una opción estratégica que asumimos en la declaración fundacional, en el Teatro Verdi de la Boca. Es en el seno de la CGT dónde las múltiples tendencias políticas, ideológicas y metodológicas que coexisten en el pueblo trabajador deben dirimir democráticamente sus diferencias. Los tres sectores de nuestra economía -el privado, el público y el popular- deben estar representados. Esto implica la incorporación de la CTEP que lo viene solicitando sin éxito, y de los sindicatos nacionales de la CTA que en algunos casos han manifestado su intención de apoyar la reunificación sindical.
La Confederación General del Trabajo está en deuda con los trabajadores de la economía popular y el conjunto de la clase obrera. A pesar de las manifestaciones de afecto, cercanía y comprensión de muchos importantes dirigentes, aún no han tomado la definición orgánica de aprobar la afiliación de la CTEP. Es triste que el Estado argentino, la Santa Sede y la Organización Internacional del Trabajo reconoscan el derecho a agremiación del sector y la CGT no. Entendemos que haya un miedo natural al cambio y que los procesos tienen sus tiempos, pero como dice el Papa Francisco “los pobres no pueden esperar”. Es casi trágico que sean los sindicatos confederados, sus hermanos mayores, quienes los tengan colgados del pincel pero estamos convencidos que, a pesar de todo, existe en la CGT la suficiente experiencia histórica e instinto solidario para comprender la necesidad de avanzar en una renovación inclusiva que recepte la cuestión social del siglo XXI.
Este primero de mayo, los trabajadores de la economía popular marcharan hacia el Monumento al Trabajador para reafirmar sus derechos. Al finalizar el acto, tendremos una nueva reunión con autoridades de la CGT dónde volveremos a solicitar la incorporación orgánica del sindicato de los trabajadores de la economía popular. Estamos dispuestos, incluso, a cambiar de nombre y estatutos si eso facilita el proceso, transitar un período sin voto en los órganos de conducción, trabajar durante ese periodo en una comisión técnica para la adecuación normativa que haga falta. Todo esto tiene sus fundamentos legales en la Recomendación 204 OIT votada también por la delegación sindical argentina, la Resolución 36/16 MTEySS que otorga Personería a nuestro gremio y el propio Estatuto de la CGT (art. 55 inc. c, i y k).
Mañana será una nueva jornada de lucha de quienes desde el subsuelo de la Patria se negaron a una vida sin la dignidad del trabajo, crearon sus propias fuentes laborales y hoy escriben juntos un nuevo capítulo de la historia social argentina. Esperamos que la actual conducción del movimiento obrero organizado esté a la altura de las circunstancias.
Juan Grabois es abogado, militante y co-fundador de la CTEP