Bajo el imperio de capitalismo las y los trabajadores padecemos dos tragedias, la de la salarización y también la desasalarización, el desempleo, la precarización.

En efecto, quienes solo tenemos nuestra fuerza de trabajo para vender en el mercado lo hacemos para obtener un salario, es decir el medio que nos permite adquirir alimentos, morar en una vivienda, comprar vestimenta, medicamentos, etc. Para esto necesitamos que alguien capitalista o Estado nos compre nuestra fuerza de trabajo.

Lo antedicho implica pasar gran parte de nuestras vidas realizando tareas que no siempre no siempre nos agradan, pero es indispensable que lo hagamos.

El trabajo nos constituye, en buena medida somos lo que hacemos, nos otorga una identidad societaria. Nos definimos por nuestro oficio o profesión. Esto más allá de nuestra voluntad, porque estamos insertos en relaciones sociales de producción.

La otra tragedia para mujeres y hombres trabajadores es la del desempleo, es decir cuando estamos lanzados al abismo "por las fuerzas del mercado". Fuerzas que tienen nombre y apellido, ejecutivos, funcionarios, sindicalistas, gobiernos.

Recientemente se suicidó un trabajador de 61 de una empresa metalúrgica de Rosario, uno de los 80 empleados que padeció los avatares del establecimiento cerrado como consecuencia de la política socio económica nacional, entre otras cuestiones la  importación indiscriminada de productos y la especulación de los inversores.

Es para reflexionar y en profundidad como estamos vivenciado un tiempo despiadado, que torna nuestras vidas cada vez más vulnerables y nos pone a merced de los intereses de los poseedores de capital.

El sistema se cobró otra vida humana y esto no puede ser indiferente para nosotros.

 

* Profesor de Sociología de UNR