La CGT celebró el Día del Trabajador acompañados de la presidenta Dilma Rousseff. En el salón Felipe Vallese atronó el grito de “Lula Libre” cuando ingresó La mandataria, destituida por un golpe de estado, acompañada de Héctor Daer (sanidad), Víctor Santa María (encargados de edificio), Rodolfo Daer (alimentación), Noe Ruiz (modelos) y el presidente Eduardo Duhalde. Durante el encuentro, Rousseff fue tajante al advertir que Lula está preso porque es el único que puede frenar al gobierno liberal de Michel Temer y sus políticas de “destrucción de los derechos de los trabajadores, sindicatos y partidos populares”. Es más, trazó un paralelismo con lo que ocurre hoy en la Argentina que, a su turno, Daer lo había adelantado cuando expresó el rechazo de la central obrera al proyecto de reforma laboral que presentó el gobierno en la Cámara de Senadores.
El salón estaba colmado desde temprano y nadie se movió de su lugar a pesar de que la mandataria brasileña llegó demorada tras la extensa presentación del libro “La verdad vencerá”, que recupera sus conversaciones con Lula y que publicó PáginaI12, Editorial Octubre, Editorial Boitempo y el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales” en la Feria del Libro. Cuando ella ingresó el aplauso inicial fue silenciado por el “Lula Libre”. Rousseff agradeció una y otra vez. Luego se sentó junto a los dirigentes sindicales. Por el triunvirato solo estuvo presente Daer ya que Juan Carlos Schmid se encuentra justamente en Curitiba participando en una marcha por la libertad del ex presidente detenido.
Dilma no sólo agradeció la invitación de la CGT –“Lula estaría feliz de estar acá”, dijo– porque el Partido de los Trabajadores (PT) nació de las luchas sindicales del Brasil. En todo momento ella reivindicó la condición de inocente de Lula y la existencia de un plan orquestado por las fuerzas políticas neoliberales, el poder económico y los grandes conglomerados de comunicación para impedir que pueda participar de las próximas elecciones que, según Rousseff, “Lula será presidente”. En ese sentido, indicó que nada de lo que ocurrió en su país, incluida su destitución que definió como “un golpe de estado parlamentario, judicial y mediático”, fue al azar sino que todo estuvo planificado.
Durante su discurso, Dilma jamás llamó a Temer por su nombre y denominó su gobierno y los poderes que lo acompañan y sostienen como “ellos” como los oscuros personajes extraterrestre de El Eternauta de Héctor Oesterheld. “Ellos interrumpieron nuestro gobierno porque implementamos una agenda que mejoró las condiciones de los trabajadores y sus salario, promovió además una política social que sacó a millones de la pobreza generando una mejor y más amplia igualdad de oportunidades y por eso “. Para más datos, indicó que “ellos implementaron un plan sistemático que comenzó con el impeachment. La segunda etapa fue el límite al gasto público en salud y educación para luego arrancarle los derechos a los trabajadores con la reforma laboral que es lo peor y que se quiere hacer también acá en la Argentina”. Los aplausos no se hicieron esperar y más cuando Rousseff señaló que “ellos promueven una sumisión integral de los trabajadores al capital y para ellos quieren destruir a los sindicatos. Sin embargo, tanto el Banco Mundial como el FMI aseguraron que la pérdida de derechos laborales y el cierre de los sindicatos no garantizan el crecimiento de la productividad sino todo lo contrario”.
Luego, mientras recordaba las diferentes políticas sociales implementadas tanto por Lula como por su gobierno las comparó e igualó con las que llevó adelante Cristina Fernández de Kirchner. Esto provocó que la totalidad de los militantes presentes no sólo aplaudieran sino que entonaran el cántico “vamos a volver”. Dilma sonrió y aplaudió pero fue ella sola porque el resto los que estaban con ella en la mesa del escenario solo atinaron a mirar y escuchar. Unos minutos más tarde, la mandataria consideró como una “gran conquista” la “integración de la Argentina y Brasil” por parte de Lula y Néstor Kirchner. Y otra vez los gritos, aplausos y un cántico que reivindica al ex presidente. La escena se reiteró con Dilma sola acompañando con sus palmas. Pero si hubo diferencias entre militantes y los dirigentes sentados en el estrado se diluyó al final cuando Dilma terminó su discurso y todos, salvo la brasileña, cantaron la marcha peronista.
Antes de Rousseff habló Daer quien reclamó por la libertad de Lula “sobre quien pesa un procedimiento injusto, improcedente e ilegal”, e indicó que la CGT “no tienen dudas de que va a ganar las elecciones” en Brasil. Pero aprovechó también para hablar de la coyuntura local. Primero reconoció la crisis de la central obrera aunque la simplificó al caracterizarla como “diferencia de matices” pero también cuestionó el proyecto de reforma laboral al sostener que pretende “bajar las indemnizaciones o eliminarlas, como si ese fuera el problema de inversiones en Argentina”. Es más, indicó que “hoy no se cierran las pymes por los salarios o por las indemnizaciones, sino porque no pueden pagar ni la luz ni el gas”.