Desde hace siete años, la ciudad de Cosquín tiene otro folklore: el cine. Todo empezó en 2011, cuando un voluntarioso grupo de amantes del cine decidió poner en marcha un festival modesto en tamaño pero ambicioso en lo artístico, que, sostenido por la fervorosa cinefilia provincial, hiciera puente entre el cine independiente argentino, el mejor cine internacional y el naciente cine cordobés. Conviene no olvidar que noviembre de 2010 marca la fecha de largada de lo que no tardaría en conocerse como Nuevo Cine Cordobés, cuando De caravana hizo su fulgurante presentación en el Festival de Mar del Plata. Producto de esas coordenadas, el Festival de Cine Independiente de Cosquín (Ficic) lanzó, en el curso de los años, películas cordobesas que terminarían girando por el mundo, como Yatasto, Escuela de sordos y Las calles, poniéndolas en diálogo con Tierra de los padres de Nicolás Prividera, Fango de José Campusano y Mauro, de Hernán Rosselli, así como conTabú de Miguel Gomes, Costa da morte, de Lois Patiño y No todo es vigilia, de Hermes Paralluelo. Ese diálogo virtuoso volverá a establecerse a partir hoy y hasta el sábado próximo, en la octava edición del FICIC, que se desarrollará en diversas sedes de la localidad serrana. La película de apertura será Malambo, un hombre bueno, de Santiago Loza (que es cordobés), un día antes de su estreno porteño (ver nota aparte).
La entrega de este año presenta, además de sus dos competencias de cortos y el ciclo para niños Mini FICIC, una competencia internacional de largometrajes (integrada por nueve títulos), dos retrospectivas (una dedicada a Ana Poliak, realizadora de Vivan los crotos y Parapalos, y la otra a Martín Farina, director de El hombre de paso piedra y Fullboy, entre otras), dos focos en la sección Nuestros Autores, apuntados sobre Gustavo Fontán y Raúl Perrone, y otros dos focos sobre el cine cordobés, con películas de Rosendo Ruiz y Mariano Luque, cerrándose la programación con la sección Cine en 35 mm, con tres rescates de cine clásico argentino, especialmente preparados para el Ficic por uno de sus visitantes más consecuentes, Fernando Martín Peña.
Ajustando un poco más el foco se hace necesario destacar, en la Competencia Oficial, dos películas brasileñas que pudieron verse en la última edición del Festival de Mar del Plata. Una es el notable documental Baronesa, de Juliana Antunes, en el que tres vecinas de una favela carioca conversan y chacotean frente a la casa de una de ellas –como si fueran personajes de Manuel Puig– en medio de la guerra declarada entre dos bandas que se disputan el territorio. En Érase una vez Brasilia, Adirley Queirós (de quien se recuerda la previa Branco sai, pretofica) cruza a un agente intergaláctico perdido en el tiempo con una rebelión política, en medio del desmayado paisaje de la periferia de Brasilia, que tal vez se ofrezca como alegoría del Brasil actual. Las películas argentinas en competencia son Las Vegas, de Juan Villegas, que inauguró el último Bafici y se estrena en un par de semanas, El silencio es un cuerpo que cae, en la que Agustina Comedi busca la figura perdida de su padre revisando sus archivos fílmicos, y dos estrenos coscoínos: Buenos Aires al Pacífico, donde Mariano Donoso Makowski rescata la quimera de un tren olvidado y extinguido, que iba de Buenos Aires a Valparaíso, y Córdoba sinfonía urbana, producción colectiva que se inscribe en la tradición del “film de ciudades”, fundada en tiempos del cine mudo por Berlín, sinfonía de una gran ciudad.
En el foco dedicado a Martín Farina podrán verse sus dos películas más recientes, estrenadas el mes pasado en el Bafici. Se trata del largo Mujer nómade, retrato poco convencional de la poco convencional filósofa Esther Díaz, a quien el documental muestra tanto operándose el rostro como teniendo sexo con un hombre bastante más joven, y El liberado, ganador del Premio al Mejor Corto en el Bafici. Por el lado de los autores se verá lo más nuevo del más prolífico cineasta argentino, Raúl Perrone, sobre cuya figura gira a su vez El profes1on4l, de Farina. Lo más nuevo de Perrone es Éxtasis, donde el cineasta de Ituzaingó retrata los tiempos de la última dictadura en clave íntima, mustia y poética. Si de poesía se trata, de Gustavo Fontán se verá su Trilogía del lago helado, tres películas de poco más de una hora en la que los protagonistas son la luz, el tiempo, los árboles, la lluvia y un estanque. Y dos autores más en el foco Cine Cordobés. Nada menos que Rosendo Ruiz (a) El Fundador (se trata del director de De caravana), que presenta su flamante Casa propia, y Mariano Luque, recordado por Salsipuedes, quien enLos árboles va detrás de un hombre que murió. La frutilla en la torta –o el topping del cupcake, si se quiere modernizar un poco el dicho– serán los tres clásicos que Fernando Martín Peña proyectará en persona: Amorina, de Hugo del Carril, Pajarito Gómez, de Rodolfo Kuhn, y la extraordinaria No abras nunca esa puerta, cumbre del cine negro nacional, dirigida por Carlos Hugo Christensen a partir de dos cuentos de William Irish.
El Ficic dio un salto de calidad cuatro años atrás, cuando ingresó como Director Artístico el crítico y programador Roger Koza, con experiencia previa en otros festivales (el de Frankfurt, el Ficunam de México) y conocido actualmente por acompañar al mencionado Peña en el ciclo televisivo Filmoteca, además de dirigir uno de los blogs de crítica cinematográfica más visitados. Koza sostiene que el Ficic es “un festival austero, que cuenta con un presupuesto exiguo, cuatro días de programación y tres salas. Es también un festival conjetural, en cuanto proponemos algunas inquietudes sobre el cine contemporáneo. En la Competencia Oficial están, por ejemplo, las películas mutantes que instan a pensar sobre las poéticas narrativas de la actualidad (Deriva, Entzungor, Baronesa), las películas de lo indiscernible, que establecen una relación problemática con la verdad de la imagen (El silencio es un cuerpo que cae, La imagen imposible, Córdoba sinfonía urbana) y las películas de transición, aquellas que reconocen un vínculo con ciertas tradiciones del cine y su historia (Las Vegas, Buenos Aires al Pacífico, Érase una vez Brasilia).”
A Koza le interesa particularmente lo relativo a las retrospectivas que año a año programa el festival. “En todos los festivales en que trabajo o he trabajado las retrospectivas tienen un lugar central. En Ficic las retrospectivas han estado siempre dedicadas a un director joven que haya hecho como mínimo tres películas y como máximo seis. De lo que se trata es de detectar quiénes son los autores de este siglo. El festival apuesta por un cineasta, alguien que está en pleno proceso de búsqueda (formal y temática); alguien que intenta saber qué tiene para decir y cómo tiene que decirlo. Este año elegimos a dos cineastas argentinos. Martín Farina, que en pocos años ha hecho seis largometrajes y un corto, y cuya poética me resulta singular y personal. Lo interesante es que nunca repite un sistema de representación ante el sujeto elegido. Y Ana Poliak, en cuyo cine de la intimidad la dimensión política nunca estuvo ausente. Podremos pasar toda su obra en 35 mm, lo cual me resulta un triunfo didáctico para el festival: cada vez más son los espectadores que no han visto jamás un film en 35 mm.”
Técnicas de otro siglo para espectadores de éste: tal vez también esa sea una clave del Ficic.