A lo largo de su historia, la universidad argentina fue generando y afianzando su vínculo con la comunidad mediante las actividades desarrolladas por la Extensión Universitaria. Originalmente, se la entendía como un acto de extender la presencia de la universidad en la sociedad. Sin embargo, con el correr del tiempo ha cambiado su concepción hacia la legitimación de un diálogo horizontal entre el saber académico y la comunidad.
Mario Lozano, actual Director General del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) y ex rector de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), explica que se trata de “un nombre acuñado a principios del siglo XX (…), aunque no refleja acabadamente las relaciones que actualmente se han tejido entre las universidades y la sociedad, dado que son mucho más complejas y más integradas (…). Hoy lo que se busca es un encuentro de saberes sin que nadie se coloque en un pedestal. Por los resultados obtenidos, es claro que de este encuentro todas las partes salimos enriquecidas, cultural y académicamente.”
En efecto, el rol actual de la Extensión Universitaria es vincular a las instituciones de educación superior con su entorno, creando respuestas eficaces e innovadoras para los problemas sociales, productivos, artísticos y culturales. “En definitiva – define Lozano- se procura una Universidad de calidad para todos y que responda a las necesidades del territorio”.
En ese camino, se fue jerarquizando la Extensión Universitaria y hoy ya no es vista “como la hermana menor de las otras actividades sustantivas: Educación e Investigación”, destaca, para luego agregar que “en el Siglo XXI puede ser la herramienta que permita que la producción de conocimiento esté definitivamente al servicio de la ciudadanía”.
Lozano hace hincapié en la importancia de la tarea de Extensión y resume su experiencia en la Universidad Nacional de Quilmes: “hemos iniciado este camino hace ya una década, primero sosteniendo una serie de actividades virtuosas que la Universidad había encarado, como la producción de alimentos con fines sociales en su propia planta, y segundo, generando financiamiento de las actividades de extensión, equivalente a las de investigación y reconociendo en las evaluaciones docentes al mismo nivel de todas las actividades sustantivas.”
Los resultados obtenidos no son menores dado que se produjo un crecimiento progresivo y beneficioso de estas actividades: “la UNQ diseñó e implementó, por primera vez en Argentina, carreras de Extensión Universitaria, denominadas diplomas, en diferentes áreas”, dice.
Sin duda, las iniciativas enmarcadas en la Extensión Universitaria también fomentan el ingreso a la universidad y la terminalidad de la escuela media, y en este sentido, la experiencia de la UNQ es evidente: “si un egresado de las diplomaturas de extensión tiene o adquiere los requisitos formales (título del secundario, por ejemplo) y quiere continuar los estudios universitarios, la UNQ reconoce algunos créditos de la carrera de grado como ya aprobados. Esto dio mucho impulso para que personas que no tenían originalmente el proyecto de hacer una carrera universitaria lo hagan (…), ampliando de esta manera los beneficiarios de esta política de inclusión educativa”, concluye.