Hasta hace muy poco tiempo, las teorías de Karl Marx parecían haber quedado sepultadas bajo la pesada lápida de la historia. El totalitarismo stalinista y la estrepitosa caída del “socialismo real” que siguió al colapso de la Unión Soviética, lo que llevó incluso a un pensador neoconservador a proclamar el fin de la historia y el triunfo definitivo de la democracia liberal, pareció condenar a Marx al ostracismo.
Sin embargo, ante la persistencia y recurrencia de las crisis capitalistas (la última en 2008-2009), el pensamiento del filósofo de Tréveris sale de las profundidades de la historia y vuelve al centro de la escena liberado de las ataduras del “marxismo-leninismo” y de las vejaciones de la historia. Marx no ha muerto, y así lo demuestra el renovado interés que se ha despertado en diversos ámbitos por El Capital –pero no sólo por él- como referencia para analizar el capitalismo actual.
Pero el Marx que regresa es el que alguna vez le dijo a su amigo Federico Engels “lo único que sé es que no soy marxista”, es decir, un Marx sin “ismos”. Algo que siempre negaron los guardianes de ortodoxia: que el pensamiento de Marx jamás constituyó el “sistema cerrado” que sus epígonos hicieron aparecer con una identidad y unidad inexistentes.
En otras palabras, las teorías de Marx no ya como programa político de la izquierda, ni como análisis dogmático y determinista de la situación actual, sino como una hoja de ruta para entender y analizar críticamente la naturaleza, el desarrollo y las consecuencias del sistema capitalista.
En El Capital Marx explica las características fundamentales del modo de producción capitalista como sistema de explotación y alienación. Y observa como en ciertos momentos históricos el sistema capitalista, en su búsqueda constante de producir cada vez más y expandirse en el mundo con el objetivo de maximizar el beneficio, entra en contradicción con las necesidades de la sociedad y con su capacidad de absorción de lo producido, y entonces se abre una de las crisis intrínsecas al capitalismo. En palabras del propio Marx: “en un sistema de producción en que toda la trama del proceso de reproducción descansa sobre el crédito, cuando este cesa repentinamente (…) tiene que producirse inmediatamente una crisis, una demanda violenta y en tropel de medios de pago. Por eso, a primera vista, la crisis aparece como una simple crisis de crédito y de dinero (…) Pero, al lado de esto, hay una masa inmensa de estas letras que sólo representan negocios de especulación, que ahora se ponen al desnudo y explotan como pompas de jabón”.
Este y otros pasajes de gran actualidad, nos hablan a las claras de la conveniencia de recuperar el legado teórico de Marx como herramienta para profundizar el análisis y la crítica del capitalismo real. Como él mismo escribió, el mundo no puede ser cambiado sin antes ser entendido.
En un contexto en que las crisis desnudan la incapacidad de las políticas de libre mercado para garantizar el bienestar de la sociedad, muchas de sus ideas siguen teniendo vigencia en la búsqueda de una sociedad en la que el “libre desenvolvimiento de cada uno sea la condición del libre desenvolvimiento de todos”.
En definitiva, como dijera alguna vez Mario Benedetti, “no hay Marx que por bien no venga”.
Lucas Doldan. Politólogo y docente de la cátedra “La comunicación como herramienta política”, Facultad de Ciencias Sociales.