Sin aportar sorpresas ni novedades, el film más reciente de Roman Polanski, presentado como clausura del último Festival de Cannes casi un año atrás, es un amable corolario a su obra, como si el cinéfilo consecuente se pudiera encontrar de nuevo un poco en casa, en territorio sólido y conocido, en manos de un realizador que tiene su propio universo al que sigue siendo capaz de aportar una serie de variaciones nunca exentas de cierta riqueza.
Cineasta del encierro y la paranoia, Polanski encontró ahora en una novela de Delphine de Vigan –quienes la han leído no tienen sino palabras de elogio para ella– un material del que no le cuesta apropiarse y que se relaciona tanto con algunos de sus clásicos de antaño (Repulsión, El inquilino) como con su cine más reciente (El escritor oculto, La Venus de las pieles).
La iniciadora del proyecto fue su mujer, Emmanuelle Seigner, quien leyó la novela y le propuso encarnar a su protagonista, Delphine, una escritora exitosa que después de haber entregado su libro más popular y de convertirse en una figura pública se siente más estresada y sola que nunca. Y lo que es aún peor, completamente bloqueada, incapaz de tipiar una sola palabra en la ominosa pantalla en blanco a la que se enfrenta cada mañana en su procesador de texto. Es allí cuando entra en escena una admiradora misteriosa (Eva Green, cada vez con más tendencia a la sobreactuación), que logra ganarse la confianza de Delphine y que poco a poco no sólo se inmiscuye en su cotidianeidad sino que empieza a tomar el control de su vida, al punto de manejarle no sólo su casa sino también su correspondencia y su relación con el mundo exterior.
Que ese personaje se llame Elle (¿el ello freudiano, fuente inconsciente de toda energía liberadora?) y que se presente como una escritora “fantasma” (esos autores anónimos que escriben las biografías de personajes famosos) son algunas de las pistas que ofrece el nuevo film de Polanski para sugerir que, quizás, esa mujer con quien Delphine desarrolla una relación de dependencia tóxica quizás no sea otra cosa –la ambigüedad aquí es esencial– que una proyección de su imaginación, como los fantasmas que poblaban la mente de Catherine Deneuve en Repulsión.
Así como hay elementos recurrentes de la obra de Polanski en Basada en hechos reales (el título del film proviene a su vez del título de la novela que Delphine terminará escribiendo), también parece sencillo encontrar claves del cine de Olivier Assayas, el consagrado director francés, que aquí oficia humildemente como guionista pero deja su huella, considerando que sus dos últimos films como realizador, El otro lado del éxito y Personal Shopper, también tenían que ver con asistentes personales a cargo de la vida de mujeres famosas. Y en el segundo de esos films, incluso también con fantasmas.