Desde Londres
Jeremy Corbyn es el único líder de oposición de izquierda con claras chances de ganar las próximas elecciones en la Unión Europea. En los comicios del año pasado obtuvo más del 40% de los votos, ganó 30 escaños y le birló la mayoría absoluta a Theresa May. El gran reto hoy para el líder más a la izquierda de la historia partidaria es seducir a sectores de la sociedad apolíticos o, en el mejor de los casos, centristas. Las elecciones en 151 municipios ingleses este jueves son una prueba de fuego para su futuro político y para la precaria solidez del gobierno conservador.
En el Reino Unido no hay gobierno provincial: la administración política se decide entre el gobierno central, los municipios y el parlamento. En este marco las elecciones municipales tienen una importancia mayor que en otros países.
Los comicios son, además, el primer test para Theresa May desde que el tiro le saliera por la culata el año pasado cuando convocó a elecciones anticipadas y, en vez del respaldo masivo que esperaba para negociar con la Unión Europea, perdió su mayoría parlamentaria.
En ciudades como Londres el laborismo es la fuerza dominante. El alcalde es laborista (y musulmán) y el partido domina 21 de los 32 municipios. El reto es ganarle a los conservadores en localidades tradicionalmente “Torys” como Wandsworth, Westminster y Barnet.
Wandsworth es uno de los ejemplos con mayor proyección nacional. En manos de los conservadores desde 1974, el municipio fue uno de los favoritos de Margaret Thatcher, abanderado de la tercerización de servicios públicos y con una de las cargas impositivas más bajas de Inglaterra.
Los conservadores tienen 42 concejales contra 19 de los laboristas, pero en la calle se respira un ambiente diferente a esa histórica supremacía tory. Un testimonio típico es una votante de 71 años, Sheila Arnold, que votó toda su vida a los conservadores. “Por primera vez en mi vida voy a votar al laborismo. No se puede seguir así, el tema de la vivienda y lo que han hecho con la generación Windrush, es imperdonable”, señaló a la prensa británica.
En otro baluarte conservador capitalino, Westminster, los laboristas buscan repetir el batacazo electoral en la vecina South Kensington el año pasado cuando la candidata de Corbyn obtuvo el escaño parlamentario activando el voto de los sectores más pobres en uno de los barrios más opulentos de la ciudad.
El éxito de Corbyn en 2017 se basó en una plataforma electoral de izquierda y en un partido Conservador sin ideas ni programa. Los vaivenes del Brexit y una economía vacilante contribuyeron a la ola laborista. Estos rasgos siguen estando presentes y esbozan un viraje político que podría terminar con la hegemonía del Thatcherismo.
La política de la vivienda es un símbolo de este cambio. El programa de privatización de viviendas sociales lanzado por el Thatcherismo en los 80 ha dejado un fuerte déficit habitacional y una burbuja financiero-inmobiliaria que abrió el paso a la llamada “rent generation” (generación condenada a alquilar), en una sociedad que durante décadas se definió por su acceso a la vivienda propia.
Tragedias como el incendio de la torre de edificios de Grenfell en South Kensington el año pasado (71 muertos) desnudaron la patente desigualdad dejada por el Thatcherismo con bolsones de pobreza en medio de mansiones valoradas en millones de libras. Estos bolsones de exclusión y los jóvenes de la “rent generation” no solían votar en las elecciones: la promesa de cambio que representa Corbyn los ha activado políticamente.
El escándalo de la Windrush Generation que explotó en abril -inmigrantes caribeños de los 50 tratados como ilegales - terminó con la renuncia el domingo de la ministra del interior Amber Rudd y reforzó la imagen de desigualdad, incompetencia e indiferencia social del gobierno de Theresa May.
Uno de los problemas que tienen el laborismo en estas elecciones es que parte de un techo muy alto: controla 27 de los 34 municipios metropolitanos (grandes ciudades) y 21 de los 32 capitalinos. Cualquier avance será una victoria para Corbyn. A la inversa, para los conservadores, una derrota apabullante en Londres y otros centros urbanos, profundizará las divisiones y los cuestionamientos que pesan sobre Theresa May desde las elecciones del año pasado.