“Si hubiera sido un hombre CIS o una mujer de clase alta ni siquiera se hubiera llegado a esta instancia de juicio oral”, dice a Página/12 Joe Lemonge. Hasta hace un par de años se ganaba la vida como profesor de inglés, pero en pocos días puede terminar en la cárcel. Tiene 25 años y es un varón trans. Vive en un barrio pobre de Santa Elena, un pequeño pueblo entrerriano, a 150 kilómetros al norte de Paraná. Y está siendo juzgado “por tentativa de homicidio”, luego de defenderse de un ataque de un vecino, que –dice– lo venía hostigando por su identidad de género desde hace años. La sentencia se conocerá mañana. Durante los alegatos, la semana pasada, mientras su defensor oficial, Fernando Báez, pidió la absolución de Joe, con el fundamento de que se trató de un caso de legítima defensa, el fiscal, Santiago Alfieri, reclamó para él 8 años de prisión. El caso tiene similitudes con el de Eva Analía de Jesús, conocida como Higui, la mujer lesbiana que estuvo presa siete meses por matar a uno de los diez integrantes de una patota de hombres cuando se defendía de un intento de violación y logró que se le otorgara una excarcelación extraordinaria, tras meses de reclamos por parte del movimiento feminista, que llevó la consigna “Libertad para Higui” como uno de las banderas de la última movilización de Ni Una Menos y ahora exige su absolución. La organización Abogados por los derechos sexuales (AboSex) convocó a una sentada para hoy a las 16 frente a la Casa de Entre Ríos, en la ciudad de Buenos Aires, para darle visibilidad al caso y reclamar la absolución de Joe, con el lema #DefenderseNoEsDelito.
“Tengo miedo. Me siento desprotegido. El fiscal está arengando con un discurso de odio. Ya perdí mi casa, mi trabajo, me ensuciaron tanto”, dice Joe a este diario. Se lo nota angustiado. El juicio en su contra comenzó el 23 de abril y se extendió tres jornadas. El debate oral estuvo a cargo del Tribunal de Juicio y Apelaciones de la Ciudad de Paraná, con asiento en La Paz, ubicada a 170 kilómetros al norte de Paraná. Es unipersonal: su única integrante es la jueza Cristina Van-Dembroucke.
En un video que subió la semana pasada a las redes, Joe denuncia que desde que tiene memoria fue hostigado, primero por su orientación sexual, después por su identidad de género. El pasaje a varón trans lo hizo en mayo de 2016, contó. Vivía de dar clases de inglés y llegó a empezar la carrera de Derecho. Pero la agresión que sufrió el 13 de octubre de 2016 le dio un vuelco a su vida. Juan Manuel Giménez, un vecino de su barrio, de 25 años, se metió en su casa, al jardín, una vez más en la madrugada de aquel día, según pudo reconstruir el defensor oficial. “Giménez tenía una trincheta escondida en la manga. Había estado tomando y drogándose toda la noche en un bar. Joe manoteo un tacho, donde su padre siempre guardaba un arma, un aire comprimido, transformado en calibre 22, que lo usaba para ahuyentar a matreros. Joe creyó que era un fierro, lo agarró para azuzarlo, hasta tomó el arma con una sola mano, blandiéndola para que él se fuera, y dispara y le pega en el cuello. Un remisero lo llevó a Giménez al hospital. Estuvo cuatro días internado pero nunca estuvo en riesgo su vida. El 3 de diciembre, este mismo hombre le quemó toda la casa a Joe”, contó el defensor Báez.
Según declaró Joe en el juicio y contó a PáginaI12, hacía años que Giménez y otros hombres lo amenazaban, amedrentaban y violentaban, por su identidad sexual. “Joe se defendió esa noche de lo que venía padeciendo desde hace años. Giménez solía tirar piedras al techo de su casa, lo amedrentaba, lo insultaba, le decía “gorda trola”, “puta”, “a la gente como vos hay que matarla”, señaló Báez, quien asumió la defensa oficial del joven trans unos veinte días antes de comenzar el juicio, después de que el abogado particular de Joe lo dejara en banda porque no podía pagarle más.
Unos días después de sufrir el ataque por parte de Giménez, el 31 de octubre de 2016, falleció el padre de Joe. El joven, contó, vive con su madre, en la casa de ella, después de perder la suya. Cuenta también que le costó mucho salir adelante por provenir de un medio muy humilde y por la discriminación que sufrió luego en los ámbitos laborales. “Me dedicaba a dar clases de inglés en escuelas de Santa Helena y La Paz. En 2017 había empezado a estudiar Derecho en la Universidad Siglo XXI”, dice. Los empleos, apunta, los perdió después de que se le iniciara la causa judicial.
“Vivimos a una cuadra de distancia de Giménez. Quién me garantiza que no vuelva. Tengo mucho miedo”, vuelve a decir Joe.
“Necesito que sepan mi historia”, suplica en el video que colgó para visibilizar el juicio en su contra. “No lo hicieron al voleo, era la cuarta vez que lo hacían. Siempre me agredieron, primero por homosexual y después por hombre trans, A estos hombres los conocía. Yo había intentado denunciarlos pero como la Justicia es transfóbica nunca tomaron mis denuncias. Estaba cansado. Esa noche el sujeto me hirió y yo desesperado simplemente intenté defenderme. Le disparé pero nada de lo que pude haberle hecho fue igual o comparable a lo que me pasó a mí. Fui detenido e imputado por “tentativa de homicidio” y en el transcurso de todo esto, mi padre falleció, ni siquiera me pude despedir”, dice Joe en el video. Estuvo seis días detenido en la Jefatura de Policía de la ciudad de la Paz y 30 días más con prisión domiciliaria. Al juicio llegó en libertad. “Basta de transfobia. Defenderse no es delito”, reclama.
Joe acudió a Abogados por los derechos sexuales (AboSex), que lo están acompañando y convocan a una sentada frente a la Casa de Entre Ríos, hoy a las 16, antes de que se conozca la sentencia. “Queremos evitar que el sistema penal lo criminalice por su identidad sexual. Se trata de un caso de legítima defensa. Las personas trans tiene derecho a una justicia libre de violencia y de discriminación. Concretamente a una justicia no transfóbica, con perspectiva de género, que contemple la situación de desigualdad estructural de las vidas trans”, dice el abogado Emiliano Litardo, de AboSex.