José tiene 45 años: “Lo consulto porque hace dos meses mi hijo –Sebastián– de 16 años me contó que es gay y desde ese momento no puedo pensar en otra cosa y tampoco sé cómo ayudarlo.” Sebastián es su único hijo. José cuenta que se separó de Paula –la madre de aquél– cuando estaba comenzando la escuela primaria. Agrega que lo estuvo hablando con Beatriz, con quien está en pareja desde hace seis años. “Bea tiene un primo gay, así que es bastante abierta con el tema... charlamos mucho con ella, pero por más que racionalmente entienda que es la elección de mi hijo, no me lo puedo sacar de la cabeza. Pienso todo el tiempo en eso, no puedo pensar en otra cosa.”
Al pedirle que me cuente un poco más, relata algunas cuestiones de su relación conflictiva con Paula que lo llevaron a separarse de ella y se reprocha que estuvo muy ausente en su crianza. “Me miro ahora y era muy aparato, sólo pensaba en laburar, luego hice una terapia durante un par de años y empecé a pensar más en mí. No podía conectarme ni conmigo mismo, ni con los otros. Primero me separé y después empecé a participar de un taller de arte. Ahora aparte del trabajo disfruto mucho de pintar.”
“Me culpo porque la madre era muy sobreprotectora y yo no intervenía, le dejaba hacer actividades que a mí no me gustaban, jugaba mucho con un muñeco con el que a veces se iba a dormir... pero al menos nunca durmió en la cama con nosotros, salvo alguna que otra vez que se despertó por una pesadilla en medio de la madrugada.” (...) “En una época pensaba que iba a ser jugador de fútbol, era un chico muy activo, pero la verdad es que nunca le gustó jugar a la pelota. No vemos fútbol, pero a veces vemos juntos algún partido de tenis, sobre todo cuando juega algún tenista argentino.”
“En la escuela secundaria yo era de lo más ‘mata puto’. Me burlaba, los jodía a los pibes que eran medio amanerados o que pensábamos que eran homosexuales.” (...) “No sé cómo se lo voy a contar a mis amigos, cualquier cosa que me imagino de cómo hacerlo, la desestimo.”
Le pregunto si quiere agregar algo más, a lo que responde que lo que más le atormenta es que no puede dejar de pensar en este tema. “Todo el tiempo pienso que mi hijo es gay, no me lo puedo sacar de la cabeza y no puedo pensar en otra cosa.”
Le pregunto por las cosas que piensa, “que no se puede sacar de la cabeza”.
Cambia el tono y el ritmo con el que venía hablando, se acelera y habla fuerte.
J.: –“Yo entiendo todo: que lo tengo que acompañar, que es su vida, que no tengo que discriminarlo..., pero lo que me jode es tener un hijo puto” (baja el volumen de la voz al decir “puto”).
P.: –“No tenés que...”
(Me mira con un poco de sorpresa)
P.: –“Tenés bastante claro lo que ‘tenés’ que hacer, pero ¿qué querés?”
J.: –(se queda en silencio unos segundos) “Buen punto..., quiero ser parte de la vida de mi hijo, para mí es importante tener un buen vínculo con él.”
P.: –“¿Y qué implica para vos tener un hijo puto?”
J.: –“Que no voy a poder compartir hablar de minas con él” (se corta). “Me escucho y me parece una estupidez.”(...) “No sé, que no me va a presentar una novia... en algún momento me va a presentar un novio...” “Ahora que hablo estas cosas me siento mejor, no me parece algo ‘terrible’, pero sé que cuando me vaya de acá otra vez voy a sentir que es algo tremendo, porque ya lo hablé con varias personas y después seguí igual.”
Agrega además que suele ver a su hijo una o dos veces por semana y van al cine, al teatro o a comer algo.
El primer punto a subrayar es que quien consulta no realiza un pedido de tratamiento o de análisis, sino una demanda específica ante un hecho que evidentemente le provocó un shock del que no está pudiendo salir con las herramientas que dispone. Otra cuestión fundamental es que dentro de lo que está viviendo José, se presenta como un papá que quiere saber cómo acompañar a su hijo, situación que a menudo no ocurre de este modo. En otros casos el centro es cómo mantener la nueva situación en secreto ante el resto de la familia o ante el entorno social, o la revelación del hijo o hija aparece desmentida bajo la forma de “una etapa que ya va a pasar” o “me hace esto para hacerme la contra”. Incluso he escuchado algunos padres que culpan directamente a la madre “ella lo hizo maricón, lo sobreprotegió siempre”, “estuvo siempre entre mujeres”, desimplicándose. Durante los últimos años han aparecido más frecuentemente este tipo de consultas donde un padre o una madre acude a la entrevista a cuestionar su propia dificultad en aceptar a su hijo gay o hija lesbiana que a plantear querer cambiarlo/a.
Al final de esta entrevista inicial le propongo a José un plan de tres entrevistas donde trabajar algunos de los temas que planteó, que podemos sintetizar en tres puntos: 1) Duelo o más bien, renuncia a la heterosexualidad atribuida al hijo, es decir, a los ideales y expectativas de una vida heterosexual proyectadas en él, 2) La culpa, 3) Su propia salida del placard (closet) como padre de un hijo gay.
Desde la década del 70 del siglo pasado, psicoanalistas que trabajan con adolescentes han dado cuenta de los duelos que deben encarar padres y madres ante el proceso de crecimiento, el desasimiento de la autoridad parental y el duelo narcisista que implica renunciar al “hijo ideal anhelado”. Freud describe de este modo el precio a pagar por His Majesty The Baby: “Debe cumplir los sueños, los irrealizados deseos de sus padres; el varón será un grande hombre y un héroe en lugar del padre, y la niña se casará con un príncipe como tardía recompensa para la madre. El punto más espinoso del sistema narcisista, esa inmortalidad del yo que la fuerza de la realidad asedia duramente, ha ganado su seguridad refugiándose en el niño.”
En esta cita, Freud condensa allí un fenómeno de estructura como es la proyección del narcisismo de las figuras parentales primarias en la subjetividad del humano que se está constituyendo –acantonado como yo ideal– y por otro lado, expectativas y “sueños” específicos de nuestra sociedad occidental, donde esos “sueños”, anhelos y expectativas tienen un destino heteronormativo, con roles de género bien definidos –el héroe y la mujercita que, como gran mérito, se casa con un príncipe.
Pero volvamos a la segunda parte de la cita freudiana. Este refugio narcisista es al que deben renunciar quienes ejercen un rol parental. Pero además, cuando un adolescente o joven gay o lesbiana decide salir del closet –visibilizarse–, en una sociedad heteronormativa, sus padres, aparte de renunciar a sus ideales, deben encarar el trabajo de vérselas con un factor sorpresa. En estas sociedades existe una atribución universal de heterosexualidad, la homosexualidad no es lo esperable, no sólo no es el “ideal soñado”, sino que es lo atípico, lo abyecto y por lo tanto, se trata de un secreto que requiere de una revelación. Si la homosexualidad se presenta, es algo a confesar y a explicar.
De ahí que ante el coming out (revelar la propia homosexualidad) afloren la sorpresa y la culpa en los allegados. José en una de las entrevistas se explayó acerca de las teorías difundidas por largos años por los medios de comunicación acerca de la fórmula de producción de homosexuales: madre sobreprotectora y padre ausente. En su cabeza él era culpable. Había sido un padre ausente. Y esto obturaba que se hiciera responsable del lugar que había ocupado en la vida de su hijo y hacerse cargo del lugar que quería ocupar en la actualidad. Asimismo quedaba paralizado por el impacto de la noticia y el shock inicial que suele ocurrirles a muchas personas ante la noticia de una pérdida. Si bien no existen fases o etapas cronológicas predefinidas en el tiempo para todo sujeto que sufre una pérdida, algunos autores suelen describir estas reacciones: shock, negación, rabia, irritabilidad, negociación, tristeza, depresión, y si todo va bien, resignada aceptación.
Freud pone de relieve que el proceso de duelo es un trabajo que se realiza “pieza por pieza” y con un gran gasto de tiempo y de energía de investidura. “...Cada una de las expectativas en que la libido se anudaba al objeto son clausuradas, sobreinvestidas y en ellas se consuma el desasimiento de la libido... una vez cumplido el trabajo del duelo el yo se vuelve otra vez libre y desinhibido.”
Mi hipótesis era que José estaba tomado por un duelo “coagulado” en tanto no podía significarlo como tal. Toda la energía de investidura de la libido estaba alojada en la injuria narcisista que implicaba renunciar a las expectativas, anhelos e ideales proyectados en su hijo.
En la segunda entrevista José comienza expresando que se sorprendió un poco: “te dije que sabía que cuando me fuera de acá iba a sentir otra vez que lo de mi hijo era algo tremendo, pero me fui más tranquilo y estuve así toda la semana.” “No sé bien qué de lo que hablamos hizo que deje de sentir que es algo tremendo que mi hijo sea gay.” (...) “Me quedé pensando en algo que me dijiste sobre los sueños que yo tenía para Sebastián... pero claro, son los míos. Me sentí contradiciéndome en todo lo que siempre dije. Yo siempre proclamaba que los hijos tienen que ser libres de seguir sus propios proyectos, siempre les critiqué eso a mis viejos, que me querían imponer sus cosas. Siempre me jacté de ser un padre progre; y de golpe me veo tratando de imponer mis deseos a Sebas.”
P.: –“Me decías también que no ibas a poder compartir cosas con él...”
J.: –“Sí, lo primero que se me ocurrió fue que no iba a poder hablar de minas con él...”
P.: –“¿Pero un padre habla con un hijo de minas?
J.: –(me mira haciendo un gesto, negándolo) “No, de hecho nunca hablé de minas con él. Pero hablamos de otras cosas. Tenemos un buen vínculo. A veces me dice cosas que me ponen muy orgulloso, me doy cuenta lo despierto que es y cómo analiza las situaciones. Y no es cierto que no comparto cosas con él, no sé por qué pensaba eso. Vamos al cine, comparte conmigo las cosas que hace. No te dije que el fin de semana estuve con él y me contó que le dijo a sus dos amigas que es gay.”
P.: –¿Te lo contó a vos antes que a sus amigas?”
J.: –“Ves, soy un boludo. Y después yo pienso que no comparte cosas conmigo. Sí, estaba muy ansioso porque tenía temor a que lo rechazaran, pero las amigas le dijeron que ellas lo querían como era, que respetaban su elección.”
P.: –“¿Su elección? La semana pasada también hablaste de ‘elección’. ¿Vos elegiste sentirte atraído por mujeres, alguna vez te dijiste, voy a ser heterosexual?”
J.: –“No, me atrajeron las mujeres desde que recuerdo.”
P.: –“En todo caso, lo que eligió Sebastián es no ocultarse, expresar lo que siente.”
J.: –“Sí, debe ser muy difícil para él. Me doy cuenta cuando pienso en cómo decírselo a mis amigos...”
El resto de la entrevista habla de cosas del pasado en su vínculo con Sebastián haciendo contrapunto con la actualidad y las cuestiones que le fueron pasando con él.
En la tercera entrevista se explaya sobre el vínculo con sus propios amigos, muchos de ellos desde la adolescencia. Refiere que el vínculo con ellos fue cambiando, sobre todo desde que conoció a Beatriz. “Ella es un poco feminista y siempre cuestionó algunas actitudes machistas mías, no sé, por ejemplo, algunos chistes homofóbicos y lo fui entendiendo. Así que los últimos años me distancié de algunos amigos más mata-putos, que también son bastante misóginos. Sé que a ellos, en principio, no les contaría. La verdad es que son bastante trogloditas y ya no tengo tanto que ver con ellos, tal vez los veo en algún asado muy cada tanto. Tampoco lo contaría como confesión. Seguramente sería si sale en la conversación, pero la verdad es que ya no es un tema que me preocupe tanto, sé que se va a dar, pero seguramente con los amigos más cercanos, a los que veo más seguido y sé que no tienen una postura retrógrada.” (...) “También tengo un límite porque Sebas me dijo que no le cuente a nadie de mi familia, que quiere ser él quien lo hable con cada uno, y eso tengo que respetarlo..., bueno, ‘no tengo’; quiero respetárselo, es su decisión el momento y la forma. Así que a mi mamá dijo que se lo va a contar él. Le pregunté si quería que lo acompañara y me dijo que no. Eso me sorprende y a la vez me pone orgulloso, es un pibe muy valiente con la edad que tiene. Pero es un poco lo que hablamos la otra vez, vos me preguntabas cómo quería ser yo como padre, como quería verme; y yo quiero ser un padre presente, es cierto que no estuve lo suficiente cuando él era chico y no puedo hacer nada para cambiarlo, pero ahora quiero estar, así que estoy para apoyarlo si él lo necesita.”
En la última entrevista trabajamos sobre algunos mitos que lo llevaban a culpabilizarse y un cierre del espacio.
“Yo sé que no es una elección o una enfermedad, pero no puedo olvidar que siempre pensé que era por culpa de padres ausentes y madres sobreprotectoras. Y yo fui un padre que la dejó hacer a mi ex con tal de no tener más conflictos con ella y ahora me culpo. Pero al mismo tiempo me doy cuenta que ahora no es así, compartimos mucho tiempo con Sebas y aunque no siga los pasos que yo había soñado... (se interrumpe), ves, digo esto y al mismo tiempo me veo como mi vieja y me digo, ‘estás repitiendo lo que detestabas de ella’, qué fuerte, cómo uno termina haciendo algunas cosas que odiaba en los padres...” “Lo que iba a decir es que me enorgullece cómo es él, los logros que ha tenido, incluso la primera vez te dije que no me iba a hacer abuelo, y después pensé que eso no lo sé, en la actualidad algunas parejas gays deciden tener hijos...”
Se cerró el espacio dejando abierta la posibilidad de volver a consultar luego de un mes de la última entrevista. Una vez destrabado, descongelado el proceso de duelo, José siguió su proceso por su cuenta.
El coming out de un familiar cercano es un hecho que en muchos grupos familiares es conmocionante, produce un impacto tanto en la persona que decide revelar su homosexualidad como en quienes reciben la noticia, de no procesarse y elaborarse, puede significar un duelo obturado con el consiguiente padecimiento subjetivo.
* Psicoanalista. El artículo forma parte de la última edición de la revista Topía, de reciente aparición.