Las estrellas se mueven más rápido en los bordes de las galaxias. Gracias a ese hallazgo de Vera Rubin fue que se pudo deducir que hay un 27 por ciento de materia en el universo observable que está, aunque no se ve. Eso es la materia oscura. Y aunque todavía nadie sabe de dónde viene, ni qué es, los expertos aseguran que haber detectado su presencia es crucial para entender, en un futuro que se espera no sea lejano, el funcionamiento del cosmos.
La materia oscura es masa y energía no identificadas que no interactúan ni emiten ningún tipo de radiación electromagnética. Como una transparencia sólida y contundente que sólo se puede deducir a partir de sus efectos gravitacionales en lo visible. Por ejemplo, a partir de las estrellas y galaxias. Ese era el campo de estudio de Vera Rubin, donde fue pionera.
La astrónoma, por lo tanto, tiene que ver con cualquier descubrimiento que se haga sobre el misterio enorme de la existencia. Qué somos, dónde estamos. Sólo dos mujeres ganaron el Premio Nobel de Física, Marie Curie y Maria Goeppert Mayer, y durante décadas el mundo de la ciencia venía pidiendo el galardón para Rubin, que murió a los 88 años el 25 de diciembre sin su reconocimiento.
Aunque sus estudios le valieron numerosos honores, nada fue fácil para ella. Porque era mujer. Ni más ni menos. De todos modos, la potencia de su trabajo hizo que fuera la segunda astrónoma elegida para la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos. No pudo estudiar en donde quería, ya que la Universidad de Princeton, su primera elección para hacer su especialidad, hasta 1975 sólo aceptó hombres en Astronomía. Para esa época, no sólo ya trabajaba en su campo, sino que había realizado las observaciones que cambiarían para siempre la forma de entender el cosmos.
Nació en Filadelfia en 1928 y se comenzó a interesar por las estrellas y el universo cuando tenía apenas 10 años. Su padre la llevaba a reuniones de astrónomos aficionados y la ayudó a construir suprimer telescopio. Fue la única especialista en Astronomía graduada de la Universidad Femenina Vassar en 1948, y después fue a Cornell. Finalmente hizo su tesis doctoral en Georgetown mientras criaba a sus hijos. Comenzó a investigar en la Institución Carnegie de Washington, donde junto a Kent Ford, que había desarrollado nuevos espectrómetros, empezó a medir la velocidad de rotación de la galaxia de Andrómeda y de otras decenas de galaxias espiraladas del mismo tipo que la Vía Láctea.
“Observé que las galaxias giraban de una manera totalmente inesperada según las leyes de Newton y Kepler. Esto se interpretó como la primera evidencia de que la materia oscura existía y continúa siendo la hipótesis más factible, pero también podría ser que arrastráramos un error fundamental en las ecuaciones que utilizamos para describir el movimiento de los cuerpos celestes”, explicó en una entrevista con el diario El País de España en 2009. Desde entonces, la comunidad científica sigue tratando de probar o refutar la hipótesis.
Los resultados del trabajo de Rubin sugerían que las estrellas más alejadas del centro galáctico se movían igual de rápido que las que estaban más cerca. Eso era posible sólo si había una gran cantidad de materia invisible ejerciendo gravedad. Sus cálculos implican que hay 10 veces más de esa materia que nadie ve, pero no fueron muy aceptados al principio. Aunque sus datos eran difíciles de ignorar y la mayor parte de la comunidad científica mundial asumió que lo visible de las galaxias es sólo una parte, en ese pequeño margen de duda quedó la ausencia del Nobel.
Para muchos, la historia de Vera Rubin es un ejemplo claro de la enorme desigualdad que hay detrás del premio sueco, que sólo se otorga en vida. Desde su creación en 1901, en todas las áreas, más del 90 por ciento de los galardonados son hombres. La gran astrónoma recibió la Medalla de Ciencias de Estados Unidos, pero murió antes de que se confirme una detección directa de materia oscura.
Más allá del reconocimiento de una institución cada vez más polémica en sus decisiones, su mayor premio es formar parte de la historia humana. “La fama es pasajera. Mis números significan más para mí que los premios. Si los astrónomos siguen usando mis datos en el futuro, ese será mi mayor honor”, dijo una vez. Y así es.