Tiraría a las llamas y vería cómo se vuelve hoja de parra, achicharrada, incandescente, cualquier acción, palabra, puño, tacto, gesto, orden, baba, olor, encubrimiento o idea que con su machista presencia transforme el mirar auguroso y la sonrisa franca de cualquier niña o mujer, en un rictus de punzante amargura. Agarraditos de la mano de estas miserias caerían, cobardes, los dedos acusadores, los “¿Y vos qué habías hecho?”, las pantallas misóginas preguntando: “¿Qué tenías puesto?”, los padrinos del terror, los cómplices (los oficiales, los uniformados de golpes o de sotanas), los “¿Y qué hacían las chicas solas?”.
Cantaría alrededor de la hoguera y nos sentiría a todas vibrando tan fuerte que ese fuego se haría inmenso. Ese calor quemaría las miradas que asienten rumiantes, bobinas y no dicen nada...
Miraría a las que aún hoy resisten, al dolor que sentimos cada vez que nos matan, que nos desaparecen, que nos castigan el cuerpo por ser mujeres y gritaría.
Y en ese aullido de rabia levantaría la vista y vería la hoguera. Con los ojos naranjas y quemados por la sal de llantos que no fueron, agradecería a todas las que luchan por mantener ese fuego cada día y cada noche. Fuego de dolores, de broncas y de límites, de ciclos. Fuego incómodo. Fuego sororo. Este sí, nuestro fuego.
Gilda Arteta: Actriz de Becky Shaw.
Todos los sábados a las 21 en Teatro Border (Godoy Cruz 1838, CABA).