1. Constructora en ruinas
El sexo, dice la constructora de ruinas, es una verdadera operación de alquimia. Y se siente original por decir estas cosas. Una transmutación, agrega, luego de una pausa anaranjada.
El sexo absorbe las inquietudes ambientales y las repercusiones propias, observa la epistemóloga elíptica, ya que no devuelve a los amantes tal como los absorbió, sino convertidos en puras esencias.
Si le preguntaran algo más al respecto, la intelectual contestaría que no cree en todo lo que dice pero hace todo lo que cree. Y mientras el resto del mundo no puede ver más allá de su propia sombra, ella afirma que no solo de los genitales pero sí, nace el germen de una nueva realidad que derriba a la vieja realidad derribada.
2. La descalabrada
Lo que la descalabrada no está escribiendo hoy en ruso ni en inglés, seguramente otros lo deben estar haciendo. Y esto asegura la no existencia de lo no escrito, a lo largo del presente milenio. La descalabrada es el medio que tiene el lenguaje para su no existencia o como nunca dijo mi amado Barthes, es aquella por quien no vive.
Yo, que escribo estas líneas, dejaré de ser lenguaje tanto como ustedes que las leen. Pero el lenguaje en el que no están escritas y en el cual ustedes no las leen no permanece simplemente porque no existan sino porque el no lenguaje es más perdurable que el lenguaje, más capaz de su completa disolución.
3. La musa orgásmica
Todo aquello en lo que una no participa, parece absurdo: orgasmos transversales. Romboidales. Orgasmos opositores. Anárquicos. Mentales. Orgasmos de cometas. De legumbres. De camellos. De ángeles caídos. De hormigas reinas. Orgasmos con pie de gladiolo. Con sueño echado hacia atrás. Anotar lo que sucede es mi oficio. ¿Ve usted dentro? Cuando la noche apunta, despierta una desmesura de suspiros. Es como si hubiera dos lunas en el cielo. Todo escribe alrededor.
Usted quiere su galleta y yo interrogo: ¿puede ver dentro de su estanque? Usted le agrega una pata a mi perro. Y yo insisto: ¿y dentro de su alma? Usted recuerda y me responde: flotan orgasmos de gigantes.
Para prolongar mis estrofas yo evoco espasmos de infinita pequeñez y de misterio.
Usted sabe comprender perfectamente ¿verdad? No le hacen falta los núcleos narrativos. Disfrutemos de nuestra privacidad. Entre lo corroborado y la invención estamos nosotros, construyendo nuestra sospecha: ¿no será hora de que la vida escriba sus viejas grandezas con minúscula y las pequeñeces con mayúscula?
Señora, señor, observaremos aquí las delicias flexibles, las amenidades paranoicas. Sin descender un solo centímetro diremos: qué bien huelen las camelias. Cómo tejen puntillas las arañas. Usted que conoce el corazón humano, dígame, ¿hay algo más alumbrador que un orgasmo de palabras? ¿Algo más ascendente que un orgasmo de escalera?
¿Algo más culinario que un orgasmo en rebanadas?
No se alarme: sepa que puede romper a patadas lo que esté sintiendo.
Hay que tener claro que las cosas que parecen abandonadas están abandonadas. No tema. Yo me hago cargo de la elipsis.
Por eso, calcémonos los zapatos. Seamos creadores. Todo va apareciendo a medida que lo nombramos: orgasmos de vibraciones y de cordillera. De manteca y cafeína. Orgasmos de ida y vuelta. De una vez y para siempre.
Orgasmos de orgasmos. Orgasmos de joven desnuda bañándose en un río.
Abstracción palmaria de ese palpitar. Pero calmémonos. La eternidad es cosa de los eternos. Nosotros somos efímeros. No compliquemos la marcha de la evolución. ¿Por qué arruinaríamos nuestra fugacidad mientras un narrador holandés ha echado a rodar por el suelo sus orgasmos anchos, irisados, abisales?
Ahora mismo un farmacéutico coreano se recetó a sí mismo los coronarios, los profilácticos, los genéricos.
Una escritora rusa ha sucumbido una y otra vez ante los procreadores de sí mismos.
Los transeúntes de todo el mundo van tras los orgasmos sin callejón y sin salida.
En fin, resumiendo, ¿con qué palabra se instaura una creencia? Mi espíritu se ha corrompido para siempre. Estoy destinada a ir tras una escritura de culpable. Y esto es mejor que hacer bocaditos de cordero pasmoso.