La historia se repite dos veces: la primera como tragedia, la segunda como farsa, escribía Marx a mediados del siglo XIX. La Argentina actual parece ajustarse perfectamente a esta famosa sentencia. Los últimos datos de la dinámica externa de la economía argentina son alarmantes, y así como el ciclo de apertura y endeudamiento de los ‘90 condujo a una crisis sin precedentes. La actual experiencia, y la repetición de síntomas, interpela sobre la posibilidad de que los resultados sean coincidentes. La marcha de la economía pareciera tener dos caras. Por un lado, transita la comodidad de los anuncios de récord de ventas de autos (en su mayoría importados), viajes al exterior y créditos indexados. Por otro lado, el ripio oscuro de las variables estructurales. Solo el endeudamiento externo permite transitar ambos terrenos.
Las cifras del Indec, en el último informe de la Balanza de Pagos, dan cuenta de esa situación crítica. El déficit de cuenta corriente de 2017 alcanzó casi 30.500 millones de dólares, 110 por ciento más que en 2016. De esta manera, ese saldo negativo llegó a representar el 4,8 por ciento del PIB. Como la tendencia es su profundización, para este año se vaticina el mayor déficit relativo en términos del PIB. Al respecto, el cuarto trimestre de 2017 fue el más deficitario, con 8738 millones de dólares, a la vez que el déficit de la balanza comercial del primer bimestre de 2018 (1872 millones de dólares) no tiene precedentes para ese período.
Desde 1994, el trimestre de mayor déficit había sido el primero de 2014, con un rojo de 6048 millones dólares; todos los trimestres de 2017 superaron nominalmente esa cifra. Además, cada rubro del Balance Comercial ha empeorado. 2017 fue un año de déficit récord en el intercambio comercial, con exportaciones que crecieron marginalmente e importaciones que escalaron en magnitud. El comercio de bienes experimentó un rojo de 5522 millones de dólares. Así, después de anunciar quitas de retenciones, devaluaciones “competitivas” y eliminación de trabas burocráticas, las ventas de bienes al exterior en 2017 solo representaron el 70 por ciento de lo exportado en 2014, mientras que las importaciones están por alcanzar el valor nominal récord de 2013.
En la comercialización de Servicios, el rojo alcanzó los 9778 millones de dólares, un 19,4 por ciento más que en 2016. Dicha magnitud también es récord y mientras las ventas de servicios al exterior crecieron 7,3 por ciento respecto de 2015, las importaciones lo hicieron 25,9 por ciento. Esto se debe, fundamentalmente, al incremento en los viajes al exterior (la cantidad de pasajeros creció 7 por ciento en el último trimestre de 2017) y el gasto en el año alcanzó los 10.506 millones de dólares. Además, subió un 14 por ciento interanual el gasto en transporte, dada la mayor necesidad de fletes promovido por el boom de importaciones.
El rubro Rentas de Inversión tuvo un saldo negativo de 15.941 millones de dólares en 2017, un 31,7 por ciento mayor al del año previo. El saldo negativo de la renta por Inversión Extranjera Directa (IED) fue de 8489 millones de dólares y el de Inversiones en Cartera fue de 5827 millones de dólares. El saldo negativo por IED creció un 18,5 por ciento interanual (el 70 por ciento son reinversión de utilidades), pero la fuga de dólares por inversiones financieras lo hizo un 66,2 por ciento en relación a 2016, y un 117 por ciento respecto de 2015. El 81 por ciento (6250 millones de dólares) de los pagos por inversiones en cartera son del Gobierno. El pago de intereses se ubicó en 7519 millones de dólares (59 por ciento más que en 2016). De ese modo, el endeudamiento comienza a producir un flujo neto negativo de dólares cada vez más grande. En 2015, la relación de salida de Inversión de Cartera sobre IED era de 33 por ciento, en 2016 subió al 49 por ciento y en 2017 llegó casi al 70 por ciento.
Escasez
Este proceso pone en duda la tesis ortodoxa que sostiene que la inversión extranjera constituye una solución a la escasez de dólares. Esas inversiones solo incrementan la oferta de divisas en el corto plazo, dando lugar a burbujas y plétoras económicas, pero cualquier circunstancia puede hacer revertir los flujos. Es en ese momento cuando se genera la antesala de una crisis del Balance de Pagos. Los tiempos se aceleran si se trata de inversiones financieras.
Con respecto a esto último, el estructuralismo latinoamericano se ha dedicado a advertir sobre la “solución cortoplacista” al problema de la restricción externa que supone la entrada de capitales extranjeros y sobre la importancia que tienen la conformación de economías con mercados internos fuertes, si se quiere apostar al desarrollo.
La Cuenta de Capital completa el panorama. Las necesidades de financiamiento alcanzaron los 30.653 millones de dólares en 2017. Si bien la IED subió respecto de 2016, se encuentra en valores similares a los de 2015 y está por debajo del mejor registro de la década pasada. Por otro lado, continuó creciendo a tasas elevadas la entrada de dólares para la especulación financiera. En 2017, la Inversión en Cartera fue de 34.661 millones de dólares (monto similar al de 2016 y muy por arriba de los años anteriores).
Especulación
Cuando se compara el ingreso de dólares para inversiones especulativas, en relación a los que entraron para inversiones reales, hubo una relación de 6,3 a 1,0 en el último año, la cual trepa a 9,8 para el primer bimestre de 2018. Mientras tanto, la deuda externa se incrementó en 51.782 millones de dólares en 2017, y el stock alcanzó los 232.952 millones de dólares (un 29 por ciento superior al de diciembre de 2016). De esta manera, el stock de la deuda ya se acerca al 40 por ciento del PIB. Por otro lado, la deuda del Gobierno y el BCRA suma 161.342 millones de dólares, y es 74,5 por ciento mayor que en 2015.
El brusco y precipitado deterioro del frente externo en solo dos años de gobierno no solamente preocupa a los economistas críticos de las corrientes dominantes. Hasta en el propio seno de Wall Street desaconsejan seguir prestando a la Argentina tal como se viene haciendo. Por eso las luces de alarma —que ya estaban en amarillo— comenzaron a ponerse rojas, mientras reiteradamente el Gobierno sostiene que no hay plan B.
Por cómo se presenta el panorama internacional, con guerras comerciales globales, aumento de la tasa de interés internacional y reversión de flujos de capital de las economías periféricas, la expectativa de reducir el déficit con crecimiento luce cada vez más lejana. Los pasivos monetarios en pesos duplican las reservas en manos del BCRA. Los inversores están atentos y desconfían, mientras tanto los activos acotan cada vez más sus plazos de vencimiento.
Corrida
Ahora, pareciera que el ahorro interno será el salvavidas del modelo “gradualista”, que combina incrementos en el pago de intereses de la deuda pública con ajustes del gasto primario, primordialmente de aquel destinado a los sectores más sensibles de la población. Más deuda, menos servicios para la población y más dinero para el pago de interés, que se traducen en fugas de divisas y presión sobre el dólar. Después de meses sin intervenir, el BCRA tuvo que liquidar un porción importante de reservas para enfrentar una fuerte corrida cambiaria. El incondicional mundo de las finanzas ya no ve con los mismos ojos el rumbo hacia el cual ha virado el modelo.
Si bien comenzó a rodarse hace poco, la película parece un remake de final casi anunciado: crisis en el frente externo, endeudamiento, deterioro de la economía real y pauperización social.
* Director de la Licenciatura en Economía Undav e integrante del colectivo Economía Política para la Argentina (EPPA).