"Es como volver a decir las cosas susurrándolas al oído", le dice Horacio Salinas a Rosario/12. En esa definición hay un concepto especial, que toca la fibra íntima e histórica de Inti‑Illimani, así como perfila la presentación que esta noche, el grupo musical chileno ‑que conforman Salinas (director musical, guitarra), José Seves (voz) y Horacio Durán (charango, percusión)‑llevará a cabo a las 21 en Distrito Siete (Lagos 790).
"Los tres hemos hecho una parte importante del repertorio original del grupo, así como composiciones instrumentales y arreglos de muchos motivos tradicionales, algunos recopilados por Leda Valladares. El formato trío ha sido una experiencia musical muy interesante para nosotros, acostumbrados tal vez a estar más acompañados en el escenario. De alguna manera revivimos ciertos diálogos iniciales, al momento de afrontar una canción o al montar un tema de nuestra propia invención. Es una entrega, curiosamente una entrega en términos de energía y de estética, distinta a la de la formación del grupo completo", agrega Salinas.
La historia de Inti‑Illimani inicia en 1963. Tras el golpe de estado de Pinochet, los músicos conocen el exilio en Italia y regresarán a Chile en 1988. La trayectoria del grupo es vasta, de discografía numerosa y trascendencia internacional. Diferencias internas llevaron a una escisión posterior que todavía se mantiene, mientras continúa la disputa legal por la tenencia del nombre. Es por esto que el trío de Salinas,Seves y Durán, adjetiva con la palabra "Histórico". Antes que caer en la discusión misma, mejor pensar en la ramificación seminal que el grupo chileno significa. Algunas de sus canciones ‑"Vuelvo", "Canto de la estrellas", "Samba Landó", "El pueblo unido"‑ persisten en el imaginario, y seguramente serán interpretadas esta noche.
"Nos ha gustado mucho reducirnos a tres, cuando normalmente somos siete. No hay grandilocuencia sonora, sino más bien unaatención puesta en la textura de los sonidos, de la voz, y en una síntesis de los arreglos queen una versión más numerosa pueden sonar de otra manera; creo que lo interesante es eso. Hay una cierta fragilidad en el tratamiento y hay también, diría, compromisos de energía distintos cuando tú estás casi solo en el escenario. Es como volver a decir las cosas susurrándolas al oído", señala Salinas.
-‑ El susurrar pareciera querer recordar ciertas palabras, consignas, canciones, que en virtud de los tiempos que corren, tal vez estén un tanto olvidadas.
-‑ Al juzgar cómo se dan las cosas hoy día,creo que nuestra experiencia musical, y la poesía que se desenvuelve en la Nueva Canción Chilena ‑que de alguna manera es también el canto nuevo de América Latina‑ tiene un cierto espesor poético que es bastante trascendental. En esos tiempos había un rigor, diría, bastante estricto, donde el texto poético de las canciones era muy importante. Entonces, sí, de alguna manera es como revisar un poco algo que se hizo hace ya algún tiempo, en donde los artistas, los creadores, estuvieron dispuestos a pensarse en los demás, en el otro, antes que en el propio ombligo. Eso es muy interesante, porque creo que ésa es la gran gracia, la gran fuerza de este movimiento, el habernos puesto en el lugar del otro, el haber cantado por los demás, más que por nuestros propios y seguramente muy importantes problemas personales. El canto de los demás, el canto de todos, los problemas de todos. Hoy día asistimos más bien a la exacerbación de un cierto cancionero de lo más íntimo, que no está mal, pero en el caso nuestro, esta canción nació de una preocupación mayor, por la comunidad antes que por nosotros mismos.
‑- Hay señas transmitidas de generación en generación. Quiero decir, de Inti‑Illimani uno reconoce canciones, pero también hay una iconografía que subsiste. Eso es algo que dice mucho.
‑- Creo que nosotros somos aún un eco persistente de algo que sonó muy fuerte, y que fue todo un descubrimiento en nuestro continente. Fíjate que no está demás decir que nos formamos con una idea bastante vaga de nuestra condición de músicos chilenos, porque fuimos descubriendoque pertenecíamos a un continente, y que este continente era muy desconocido, que era riquísimo en instrumentos, en ritmos, en texturas vocales, en polifonías; a todo eso lo hicimos propio. Luego vino el problema del exilio que nos desarraigó, pero nos situó en otro espacio muy interesante, de fronteras bastante extrañas, un poco flotando en el aire, un poco sintiéndonos habitantes de un país imaginario. Creo que felizmente, a través de la música, hemos podido hablar de todo esto que te digo. Pero creo que en relación a nuestro continente, hay ahí un valor bastante grande de unir mundos, de celebrar mundos de historias musicales extraordinarias, un continente de una textura única, y eso ha sido en realidad la historia del conjunto Inti‑Illimani.
-‑ Creo también que la poesía nos atravesaba más intensamente como sociedad, estaba más presente en lo cotidiano.
-‑ Había esa característica ‑creo bastante poco estudiada‑ de los cantores de las décadas del '60, '70, '80, que tiene antecedentes en Atahualpa Yupanqui, en Violeta Parra, en un momento de la historia de la humanidad donde empezamos a tomar conciencia de que había muchas cosas que revisar e imponer también; porque si pienso, cuando tenía 15 años y entré al grupo Inti‑Illimani, que se estaba formando, el atractivo enorme era mirar más allá de la cordillera y tratar de levantar la mirada, para saber qué sucedía en nuestras fronteras; eso por un lado, pero también estaba la Reforma Universitaria, que era un quilombo enorme en Chile, la liberación femenina, la revolución de las flores, los Beatles, esa década que fue una vuelta de página bastante sonora de la historia de la humanidad. Nos sorprendió a los músicos también, con estos deseos fundacionales de tomar el folklore, experimentar y decir las cosas de otra manera. Soy de los que piensan que por lo menos en Chile, la Nueva Canción Chilena fue el movimiento más revolucionario del siglo XX, en lo que a música y seguramente también en poesía se refiere. Patricio Manns, Violeta Parra, en un sentido también Víctor Jara, hicieron una gran contribución al desarrollo del arte de los textos, de las canciones.
En otro orden, la visita del Inti‑Illimani Histórico viene acodada en la noticia triste, sucedida el martes pasado, al conocerse el fallecimiento del ecuatoriano Max Berrú, uno de los fundadores del grupo original. "Estamos en medio del dolor. Anoche (por el martes) estuvimos cantando y hubo una romería multitudinaria de colegas, compañeros, de gente que quería despedirse de él. Él mismo se decía 'yo soy un buen ser humano', y si bien lo decía de manera un poco naif, es cierto que él era una persona feliz cuando los demás eran felices. Le gustaba mucho ayudar a que la gente estuviera bien. En términos musicales, Max nos acercó mucho a este mundo macondiano del norte de nuestro continente, bastante desconocido y curioso para nosotros. Nos abrió también el corazón a entender ese mundo, a incorporar su música y la sierra andina. Max se fue, creo, muy feliz. Me dijeron hoy que él se sentía habiendo hecho ya todo lo que tenía que hacer, que se moría tranquilo, sin mayores tormentos. Para una persona como Max, que nosotros de alguna manera lo hayamos también ayudado a ser un ser humano completo es una gran cosa, me siento muy honrado de haber trabajado tantísimos años con él".