“Indígena sí, indio no”. Una hormiga roja llega a Zona Futuro, el radar de nuevas estéticas, tendencias y tecnologías alrededor del libro y la lectura que por séptimo año consecutivo se presenta en la Feria del Libro, coordinado por los escritores y editores Esteban Castromán, Lorena Iglesias e Iván Moiseeff. El escritor Daniel Munduruku, del pueblo indígena Munduruku –que significa “hormigas rojas”–, hablará hoy a las 16.40 sobre las distintas facetas de su obra orientada a niños, jóvenes y docentes. El escritor brasileño explica que cuando un indígena es llamado indio entra en un grupo de personas iguales entre sí, lo que implica borrar la identidad de cada uno. “Yo soy un indígena Munduruku, ese es mi pueblo con tres mil años de historia. Es un pueblo completo y que resuelve sus necesidades de manera propia. Son 300 años de contacto con la sociedad brasileña y que acabó adaptándose a eso. El pueblo Munduruku luchó mucho para mantener su esencia y lo logró. Somos 15 mil en Pará, tres mil en Amazonas y 3 mil en Mato Grosso del Sur. Tenemos nuestra lengua, nuestras danzas y nuestra espiritualidad. Cada pueblo es diferente en eso, y por eso no se puede decir que indio es todo igual”. 

El eclecticismo de Zona Futuro –que en esta edición tiene como eje la Construcción de mundos paralelos de la cultura independiente del país y de la región– es una virtud para elogiar. Después, hoy a las 18, Martín Felipe Castagnet, Maximiliano Crespi y Cecilia Fanti participarán de “Deporte ilustrado, un podcast de literatura argentina contemporánea”. Mañana a las 20, en el espacio, se realizará la 5° Feria del Libro Heavy Metal, con libros, muestras, ideas y canciones en torno a la pasión por la cultura metálica. “Somos ricos, solo nos falta dinero tal vez sea la mejor frase para sintetizar el valor que le damos en la Argentina, pero también en el resto de Latinoamérica, a esa energía que nos impulsa hacia adelante a pesar de todo”, plantea Castromán a PáginaI12. “Como nacimos, fuimos criados y seguimos viviendo en un escenario de crisis recurrentes –siempre una nueva crisis, siempre otro zarandeo inesperado– aprendimos a fabricar nuestros propios recursos, sistemas de pensamiento, modo colaborativo de relacionarnos, formas de trabajar en red. Y este modelo funciona tanto en la música y el teatro como en la galaxia editorial. La autogestión es un método complejo para espantar a ese monstruo desalentador, y en escala de grises, que suele distraernos o licuar al verdadero deseo en un preparado de mandatos familiares, miedos en potencia por mil, desvíos equivocados, etcétera. Pero en términos plurales es un mosaico de interrelaciones que cooperan entre sí para sobrevivir, aprender y crecer. Tiene algo de hechicería digital. Tiene un espíritu literario, en eso de fabricar materialidad cultural a partir de la falta, en eso de construir mundos paralelos desde la nada”, agrega el autor de El alud (Mansalva) y La cuarta dimensión del signo (Alto pogo).

Moiseeff advierte que en el campo editorial independiente, autogestivo, la creación de proyectos tiene una dimensión artística y social que es central para comprenderlos. “Se crean editoriales, se crean pequeños emprendimientos por la convicción de que ciertos libros, ciertos autores, ciertos discursos deben ser puestos en circulación. Y deben circular para que haya más espacios, más diversidad de sentidos y más riqueza cultural. En una inmensa cantidad de iniciativas editoriales que recién arrancan no se pone la planilla de Excel o algo similar al plan de negocios antes de comenzar. Y eso ocurre porque si se baja a números es muy probable que el resultado sea una depresión, una parálisis. Acá los gestores culturales avanzan con un sentido de gesta, de odisea. Primero, salir, luego, las cosas se acomodan”, explica el escritor, editor y gestor cultural. “En los últimos cinco años, a este espíritu se sumó una mayor profesionalización del campo autogestivo, una búsqueda mayor de sustentabilidad. Eso se debe a varios factores como la expansión de la cultura colaborativa y cooperativa –como se ve en la mayor creación de alianzas y redes editoriales como La Coop, los stand colectivos en la Feria del Libro, el crecimiento y multiplicación de ferias independientes–, el aumento de oferta académica como las nuevas carreras vinculadas a la gestión cultural –como los posgrados de gestión cultural en universidades como Flacso o la Untref, entre otras– y la creación del Mercado de Industrias Culturales durante la gestión anterior, que funcionaba como un espacio para discutir estos temas y generar lazos entre los actores del campo cultural –recuerda Moiseeff–. La supervivencia pasa por generar más alianzas, multiplicar y compartir los conocimientos, diversificar los proyectos culturales y generar espacios comunes desde donde pensar, generar y luchar por más políticas estatales para la cultura”. 

La falta de recursos es una constante en el campo autogestivo, “lo que impulsa a pensar nuevos caminos para que los proyectos salgan adelante”, afirma Moiseeff, autor de la novela La naturaleza es la iglesia de Satanás (Eduvim). “En el campo del libro hay muchísimos ejemplos, desde editoriales que exploran otros formatos como Fantasma, de La Plata, que publica textos en forma de pequeñas plaquetas que llegan a la casa de los lectores por el correo postal hasta librerías hechas dentro de la casa de sus dueños, en habitaciones y altillos, como Mi Casa o La Vecina Libros, pasando por sistemas cooperativos para que los sellos independientes estén en todas las ferias, no solo de Argentina sino de la región, como sucede con La Coop”. 

* La programación completa en https://www.facebook.com/ZonaFuturo