Nancy Dupláa y Carla Peterson son mucho más que actrices reconocidas y populares. Si bien la vocación marcó sus vidas, no es menos cierto que se trata de mujeres que trascienden su condición de personajes públicos. Son –sobre todo– mujeres que no se limitan a los mundos de fantasía que invita la ficción. Cada una con su estilo, pero sin titubear ante una realidad que las interpela, eligieron poner el cuerpo a lo que pasa más allá de los límites de la televisión. Son actrices que no se callan, trabajadoras que comprenden que el compromiso no culmina en el momento en que se apaga la luz roja o se baja el telón. Por eso Peterson no dudó en exponer a favor de la interrupción voluntaria del embarazo. Por eso Dupláa es una ciudadana más que sale a la calle cada vez que una causa la atraviesa. Y por todas esas cosas, tal vez, es que ambas son las protagonistas de 100 días para enamorarse, la ficción que Telefe estrena mañana a las 21.45, en donde interpretan a dos mujeres que deciden poner un impasse a sus matrimonios, replanteándose sus vidas.
A contramano de otros tiempos televisivos y sociales, 100 días para enamorarse parece recoger el avance femenino que desborda en los últimos años. Aún cuando se trata de una ficción diaria (irá de lunes a jueves), en tono de comedia romántica, que intentará sentar a la familia frente al televisor, no es un hecho azaroso que sean Laura (Peterson) y Antonia (Dupláa) las que hayan decidido patear el tablero de sus rutinarias vidas y separarse de Gastón Guevara (Juan Minujín) y Coco Carulias (Pablo Rago), respectivamente. En la trama, las parejas firmarán una suerte de decálogo con los derechos, obligaciones, reglas y límites que tendrá cada uno en los 100 días en los que estarán distanciados. Coproducción de Undergorund y Telefe, el elenco se completa con Luciano Castro, Juan Gil Navarro, Jorgelina Aruzzi, Ludovico Di Santo, Manuela Pal, Michel Noher, Leticia Siciliani, Marita Ballesteros, Mario Pasik y Osvaldo Laport, entre otros.
“Me encanta que digan que las tiras diarias son un género menor y yo ponerle el cuerpo a un formato que acompaña masivamente a los espectadores”, ironiza Dupláa, en la nota con PáginaI12. “En general, los actores tratan de escapar de la tira para poder lograr ocupar cierto lugar ‘prestigioso’. Empecé a trabajar en la tira, cuando me propuse crecer tuve una etapa en la que empecé a renegar un poco del género, pero después me di cuenta de que la ficción diaria tiene una fortaleza comunicacional impresionante. La tira es un género injustamente menospreciado”, subraya la actriz, que regresa a la ficción diaria tras haber protagonizado La leona. A su lado, Peterson se suma a esa reivindicación del género. “Hacer comedia –dice– siempre es un placer, y por lo general es un género casi exclusivo de la tira. 100 años... es una comedia adulta pero para todo público, que cuenta conflictos que pueden ser los de cualquiera, pero con cierta profundidad. No es una comedia disparatada, no transita por el grotesco ni el absurdo. La ironía se combina con la comedia y el drama permanentemente. Poder abordar ciertas cuestiones que hacen a la vida vincular, a las dificultades con que nos tropezamos a diario, desde nuestra idiosincracia, es interesante en tiempos donde hay tanto contenido extranjero. La gente se va a poder identificar rápidamente.
–El hecho de que sean mujeres las que toman la decisión de replantearse su vida, de poner un impasse a sus matrimonios aparentemente felices para el afuera, pareciera reflejar lo que pasa en la realidad argentina y mundial. ¿Creen que es una ficción que dialoga con la época?
N. D.: –Sin duda. La ficción cae en un momento especial y lo tenemos que aprovechar. Siempre, cada novela que hice, cayó en un momento determinado socialmente hablando, donde alrededor se vibraba algo que se necesitaba contar y en la ficción en la que me costaba estar se daban algunas respuestas posibles. Aún siendo una comedia, 100 días para enamorarse parece reflejar el momento histórico que vivimos las mujeres. La sororidad entre nosotros, este registro de la otra, está presente en la ficción. Hay un cambio de paradigma que se está produciendo, donde las mujeres nos miramos y sentimos que no nos tenemos que enfrentar, envidiar o criticar. Toda esa cultura machista que nos fueron metiendo, esa idea de que las mujeres somos de determinada manera, se está desvaneciendo. La cultura machista nos habita a todos. ¡Mi mamá es machista! Es enfermera, salió a laburar a los 14 años y la peleó mucho, pero su mentalidad está atravesada por la cultura en la que vivió. ¡No se atendía con doctoras mujeres! Un delirio. Estamos saliendo de esa matriz para encontrarnos entre nosotras. El presente nos lleva de la mano a esta ficción. Tenemos una oportunidad, desde la ficción, para que las minas se sientan identificadas con esta historia.
C. P.: –Es indudable que las mujeres estamos tomando cada vez mayor protagonismo. Pero no sé si las mujeres no tomábamos tantas decisiones. Me parece que ahora hay mayor fortaleza para decirlo. La impronta femenina es fuerte en la trama, pero no es un programa de mujeres para comprender este momento histórico. Para nada. Lo más original de 100 días... es que son las mujeres las que toman la decisión de separarse, pero no es lo único: el disparador de que las parejas se toman un tiempo de 100 días para ver qué sucede sirve para desarrollar la comedia. Seguramente, tanto la productora como el canal, al momento de pensar una historia en la que las mujeres rompen con lo establecido habrán tenido en cuenta este momento del país, donde tratamos de equiparar e igualar las posibilidades entre hombres y mujeres.
–Es interesante lo que pasa con la ficción, porque hasta no hace mucho tiempo contaba la historia de hombres que decidían marcharse, no a la inversa.
N. D.: –La ficción construye cultura, construye ciudadanía. Entra desde otro lado y llega a otros públicos. Las comedias siempre convocan más personas, son más fáciles de ver y muchas veces funcionan como un respiro frente a los problemas cotidianos. En La leona, que fue lo último que hice, la trama era mucho más compleja y oscura, donde la gente se sentía atravesada por los temas duros que abordaba. 100 días... es una comedia dramática, con mucho humor pero siempre en un registro de verdad en sus vínculos y en las situaciones que cuenta. Cuando nos juntamos las actrices para reclamar por la despenalización del aborto, sentíamos que por nuestro nivel de conocimiento en el público formamos una opinión, el mensaje tiene otra porosidad, otro recorrido. Más allá de que somos ciudadanas como cualquier otra, con opiniones políticas y sentimientos sobre lo que nos pasa. Que sean las mujeres las que toman la decisión habla de que algo está cambiando.
–En su caso, Peterson, usted fue una de las actrices –junto a Verónica Llinás, Griselda Siciliani y Muriel Santa Ana, entre otras– que expuso en comisión a favor del proyecto de despenalización del aborto. ¿Qué la llevó a asumir ese rol?
C. P.: –No tenía una necesidad personal de comprometerme, sino que entendí que la despenalización del aborto es una necesidad social. Soy de las que creen, además, que los actores debemos tener un compromiso mayor con muchas causas sociales. Yo no quiero tener compromisos partidarios. Creo en el compromiso de causas. El pedido de aborto legal, gratuito y seguro es una necesidad de todos. La educación sexual hay que exigirla, y la visibilidad que nosotros tenemos puede servir para lograr determinadas causas. Creo que el debate sobre el aborto demuestra que hay un problema educativo profundo. La educación sexual debe ser un derecho, porque los problemas que traen están a la vista. Son muchas las mujeres que se mueren en abortos clandestinos, especialmente las de bajos recursos. El del aborto era un tema del que no se hablaba. Recuerdo que hasta no hace mucho tiempo la palabra “aborto” casi no se podía pronunciar, era mala palabra. Cuando vi que había un movimiento muy grande de mujeres, que venían trabajando seriamente desde hace mucho tiempo, me di cuenta de que quería ser parte. Entiendo a los que piensan distinto, pero se trata de un problema de educación y salud pública.
–Usted, Dupláa, expuso muchas veces sus opiniones políticas, aun cuando muchos pedían que los actores se mantuvieran al margen.
N. D.: –En las cosas que creo, estoy. Me suelo preguntar seguido qué hubiera hecho si no hubiese hecho lo que hice. La respuesta siempre es “callarme, no haber participado, no haber dado mi opinión”. Y la verdad es que siento que si me hubiera callado, hubiese perdido mucho más porque habría ido en contra de lo que soy. No me banco ir en contra de lo que siento y pienso. Me da bronca tener que actuar de determinada manera por miedo a las consecuencias. No soy de las que piensan “esto no lo digo porque no me conviene para estar en tal o cual lugar”. Nunca lo hice. Es de un sometimiento espantoso. ¿Desde cuándo tengo que decir determinada cosa, que no pienso, para ocupar un lugar? Todo lo que conseguí fue porque me esforcé y porque tengo una estrella enorme, pero no porque hice lo que todos esperaban de mí. No me interesa ocupar ninguna luminaria si el costo es traicionarme.
–¿Nunca sintieron que debían “especular”?
C. P.: –No, ya soy grande y me parece más relevante lo que podamos llegar a conseguir en caso de que se apruebe el proyecto de despenalización que mi carrera como actriz. ¿Me voy a quedar esperando que los hijos de mis hijos salgan a esperar dentro de 40 años por una problemática que considero que es fundamental solucionar ya? Si se cae un contrato o varios por pelear por lo que considero imprescindible, mala suerte. Nunca pensé que pasara lo que está pasando. Ojalá se apruebe. Y si no, al menos alguna chica en su casa antes de tomar una decisión equivocada, ya sabe que puede hablarlo o que puede tomar decisiones con más información.
N. D.: –En mi caso, mi apoyo a un proyecto fue porque sentí profunda alegría por los profundos cambios que se venían sucediendo. No se me pasó por la cabeza otra opción que acompañar. No especulé ni especularé. La avanzada contra los actores que teníamos determinada opinión fue desproporcionada. En el gobierno anterior hubo una parte de la sociedad que estaba afuera del sistema que empezó a estar dentro, el “negro” empezó a tener opinión, empezó a poder ir a la universidad, empezó a poder viajar... Hubo gente que empezó a cuestionar a los poderes que estaban encallados, que siguen estando allí pero ahora son más cuestionados, entonces se enojan más y van con todo, salen a pegar y masacrarte porque el poder es de ellos. La grieta funciona de esa manera, entre los que no tenían oportunidades ni opinión y los que estaban cómodos en el mismo lugar y de repente se vieron amenazados. En algún momento la taba se va a dar vuelta. Estamos creciendo como sociedad. La intolerancia y el odio están, pero confío en que las generaciones que nos siguen van a construir una sociedad más igualitaria. La tienen mucho más clara que nosotros en lo social, en lo cultural, en lo sexual. Son los que vienen a cambiar verdaderamente las cosas. Estamos en el medio de la guerra, pero creo que las nuevas generaciones vienen a mejorar lo que nosotros pudimos construir. No sé si lo vamos a ver.