“En un viaje encontré un libro que me llamó la atención primero por sus letras rojas, enormes, y después por el título: El fracaso completo y total. Un libro sobre cosas que fallaron estrepitosamente, como el tipo que quiso inventar la panceta vegetariana. Estaba en la mesa de oferta a dos dólares, ¡había fracasado!”, contó Eduardo Fabregat –periodista de PáginaI12– sobre el origen de Pequeños fracasos, que acaba de publicar a través de Ediciones B y en el que entrevista a figuras del arte y la cultura como Julio Bocca, Liliana Herrero, Andrés Calamaro, Alfredo Alcón, Adrián Caetano y Cristina Banegas. La charla que compartió con el libretista y escritor Pedro Saborido en el stand del Grupo Octubre en la Feria del Libro sirvió también para reflexionar y matizar los éxitos, las derrotas y los aprendizajes que surgen de unos y otras. “La idea era charlar con gente que es exitosa pero sabe que primero hay que tropezarse un par de veces, que nada nace exitoso. Y que no es que la llegada del éxito clausura todo, que ahí se termina toda forma de fracaso”, apuntó Fabregat. Los tropiezos que son parte de cualquier proceso creativo.
“Vivimos constantemente en un sistema de calificaciones y adoramos todo aquello que sea una competencia. Creo que se debe a nuestra experiencia espermatozoica. ¡Somos los espermatozoides que triunfaron! Puede haber alguno que sea el tercero o cuarto, que llegó de pedo, pero la mayoría somos el primero”, ironizó Saborido, en una de sus muchas intervenciones hilarantes. “La idea de triunfar es que alguien no lo haga. Si triunfamos todos no tiene gracia. Una de las cosas maravillosas del libro es que nos recuerda que vivimos en un sistema de fracasos constantes. Por ejemplo, ¿qué es un ensayo? ¡Un fracaso privado! Uno ensaya para no fracasar en público”, acotó el guionista.
Pequeños fracasos, contó su autor, le permitió verbalizar y aclarar conceptos que tenía instintivamente, fruto de su rutina periodística. “En un diario los éxitos y los fracasos son muy efímeros. Las cosas que salen mal se acaban pronto porque al día siguiente hay otro diario”, observó Fabregat. “Escribí mucho tiempo sobre música y me interesaba alimentarme de otras disciplinas: teatro, literatura, televisión, danza. ¿Qué pasa con producciones más complejas? En el cine interviene tanta gente que el éxito no depende de una sola persona”. En esas entrevistas aparecieron ideas recurrentes. Por ejemplo, la cuestión de las propias expectativas y la mirada externa. “Lo del nivel de expectativa es interesante –señaló–, León Gieco dice que sólo quería grabar un disco, hacer una gira y volver a su pueblo a poner una frutería. Todo lo que vino después fue un éxito porque no estaba planteado. Y yo de chico lo que sabía era que quería escribir. No me planteé ser el periodista estrella del New York Times. Quería escribir, después quería publicar, y un día me di el gusto. Mantener el nivel de expectativa en un nivel no excesivo se aplica a todo acto creativo”.
“Hay otra idea de triunfo que viene con la de recompensa”, planteó Saborido al auditorio. “Si uno hace algo y no le van a pagar, hay un montón de gente que te va a decir ‘¿para qué si no te pagan?’ Eso es eficientismo capitalista, hay gente que considera que los niños son pelotudos porque juegan. Un fosforomodelista tiene el goce ahí: ‘Voy a hacer el Complejo La Plaza con fósforos’. ¿Qué obtenés? El goce de hacerlo. Tenemos que darnos cuenta que el éxito es una referencia propia, aun si pasamos como alienados que se dedican a pasar pelados por la calle sin que se den cuenta. Que la idea de éxito no la dé el otro”, alentó el guionista de Peter Capusotto y sus videos, que junto a su socio creativo aporta pasajes jugosos del libro. Fabregat compartió un concepto de la entrevista con Alcón para Pequeños fracasos. “El despuntó la idea de la percepción interna y muy íntima, que es uno el que sabe hasta dónde llegó con lo que quería hacer, y es la mirada de los otros la que pretende fijarle un valor a eso. Alcón lo baja de manera brutal: nada va a salir como querías. ¡Y vos sos Alfredo Alcón!”
“El éxito es una cuestión de los demás”, confirmó Saborido. “Los fracasos y los éxitos pueden ser accidentales. Para el artista, el éxito accidental puede ser una forma del fracaso: yo te quise hacer este chiste y te reíste del otro. Te quise hacer la colita de cuadril al vino y vos me elogiaste las papas fritas congeladas de la esquina. Aparece algo que es peor, que es que estamos más abandonados al azar de lo que creemos... ¿vos tenés algún fantasma con el fracaso?”, quiso saber. “No hay un fantasma personal porque soy un tipo que se considera no exitoso sino afortunado; de muy chiquito supe lo que quería hacer y cada día lo sigo haciendo. Poder escribir cada día, publique o no lo que escribo, y mantener el espíritu de aprendizaje, es para mí un éxito. El libro arrancó también con un hartazgo con el lugar común del fracaso, y de que en Argentina hay a la vez una fascinación por el éxito fácil y como un aura de que está bueno perder, ser un alcohólico o tener cuatro discos que no quieren escuchar ni los perros. Yo quise buscar la naturalidad del fracaso, lo presente que está y que si fuera tan así, si fuera tan terminal, no podríamos vivir. Que nos salgan mal cosas todos los días no nos detiene. Me interesaba mostrar que equivocarse, tropezar, fracasar, hacer algo que creías buenísimo y no lo era, no es excusa para detenerse, para bajar los brazos. Si te paraliza pensar en que hoy vas a fracasar en algo... bueno, enterate: el fracaso lo llevás en el bolsillo todos los días”.