Nacido en Barcelona, el doctor en Filología David Serrano Blanquer es profesor de la Facultad de Comunicación de la Universitat Ramon Llul, experto en la Shoa y la represión franquista. Se especializó en el estudio del testimonio de los sobrevivientes del Holocausto, y para ese fin realizó alrededor de 200 entrevistas. Es fundador y director del Cilec (Centro de Investigación de la Literatura Europea Concentracionaria) y autor de diversos ensayos: Un cadáver en el espejo: las mujeres en los campos nazis (2004); Españoles en los campos nazis (2004); Un cadáver en el espejo. La Odisea de Juan Camach: Gador, Mauthausen, Montevideo. (2011); Isaac Borojovich y la memoria uruguaya de la Shoa. (2013), entre otros. Ha realizado los documentales Juan Camacho: Barcelona, Mauthausen, Montevideo (2008); Giza, la niña de la maleta. (2013); Menazca (la cacerola) (2015) y Ousman, el pájaro libre de Ghana (2018).
–Una particularidad de tu tesis doctoral tiene que ver con el estudio de lo que llamaste “literatura concentracionaria”, un colectivo de escritores como Amat-Piniella, Primo Levi, Jorge Semprún, Paul Celan, Imre Kertész, Elie Wiesel, Enzo Traverso y Paul Steinberg. ¿Cómo se relacionan con el testimonio? ¿Describen o ficcionan?
–El canon concentracionario, falto de una visión femenina, emerge con potencia para poner sobre la mesa de modos distintos una experiencia límite, con afluentes familiares, sociales, políticos, etc. Los mecanismos son diversos, pero ya Wiewiorka sugiere que el relato “en bruto” es indigerible. La mayoría de los citados tienen en común su pasión por la palabra, por el uso de los mecanismos propios de la ficción (partiendo del concepto de re-construcción del relato) para poder comunicarse, justificarse, y donde el poder de la metáfora y las referencias culturales (Dante, Biblia, etcétera) son constantes para poder ofrecer una respuesta a la provocación aforística de Adorno (“Es imposible escribir poesía después de Auschwitz”, que se refiere solo al uso del lenguaje habitual, no que no sea dicible). Demuestran la “dicibilidad” del horror, como lo hizo Conrad en El corazón de las tinieblas. Una lucha con uno mismo para comprender la experiencia sufrida, previa al acto de transmitirla, comunicarla. En ese tránsito es donde se construye un nuevo lenguaje, basado en nuevas “imágenes”, nuevas metáforas y viejos recursos retóricos.
–El campo de Mauthausen se ubica como un escenario central en la vida de los republicanos recluidos en los campos de concentración. Alrededor de 7500 estuvieron sometidos. ¿Qué fue Mauthausen?
–Mauthausen es al imaginario de los republicanos lo que Auschwitz a la memoria judía. Junto con Ravensbrück, el campo de mujeres, es el recinto emblemático de la presencia republicana, donde copan los lugares administrativos que permiten un cierto grado de organización clandestina, que permiten favorecer los kommandos (equipos) de trabajo a los que puedan ser destinados. Incluso tenemos el caso de César Orquín, un líder anarquista que consigue convencer a las autoridades nazis para que le dejen administrar un kommando de trabajo externo formado exclusivamente por republicanos, es donde estará Amat Piniella. Un caso único, controvertido, pero ejemplar. Ravensbrück, por su parte, nos permite conocer la organización femenina, singular por lo rápido que sabe “leer” las leyes del campo, con Neus Catalá como referente, que incluso llega a organizar huelgas de hambre para exigir mejoras, que montan el sabotaje de la línea de fabricación de armamento. Y que se vinculan emocionalmente en forma de familias, para redistribuir mejor alimentos, medicamentos o afecto, sobre todo afecto, algo impensable en el colectivo masculino.
–La figura de Joaquín Amat-Piniella, poeta y escritor, parece un personaje central de tu investigación. Has prologado y editado su novela acerca de sus vivencias en Mauthausen (K.L Reich), que fue escrita entre 1945/46 pero recién editada en 1963 por la censura. También de una manera sorprendente has dado con una maleta repleta de sus poemas inéditos (Las lejanías. Poemas en el exilio: 1940-1946) que su familia guardó sin abrir durante más de sesenta años y que se han editado recientemente en catalán. Es un fenómeno enorme para la literatura concentracionaria porque son poemas escritos dentro del lager, del campo.
–Las lejanías es un poemario único dentro del universo concentracionario nazi, el volumen de poemas más grande escrito dentro de un campo. Donde el motor para la supervivencia es poder escribir poemas de amor a su esposa, a quien conoció por carta en el frente mediterráneo de la guerra civil.
–Tomás de Primo Levi el concepto de “mayoría silenciosa”. Parece clave para entender algunos acontecimientos históricos en el marco de la política de exterminio pero también para comprender la dinámica actual del resurgimiento de grupos neonazis en Europa.
–Sin una mayoría que no desapruebe la deriva totalitaria y, por lo tanto, de represión violenta, no es posible que triunfe ningún sistema totalitario. Las frustraciones, los miedos, la posibilidad de medrar, se rinden ante la injusticia y la violencia, y es algo que subleva a Primo Levi, porque este colectivo nunca antes estuvo ante el foco de la parte victimaria, por colaboración necesaria. Y cierto que no todo el mundo puede ser ni un héroe ni hace falta que sea mártir. De ahí la complejidad entre permitir y oponerse.
–La muerte parece ser el tema central de la literatura concentracionaria, pero también surgen temas tangenciales como la dimensión del tiempo, la comida, las rebeliones que acontecieron en los campos como Treblinka y Auschwitz, que son desconocidas por la mayoría, el sexo, la homosexualidad, la humillación constante.
–El control del tiempo es fundamental: el pasado desaparece (no pueden tenerse fotos), el presente es “liquido” (relojes prohibidos) y no hay más futuro que el humo de las chimeneas. Solo un presente constante imposible de controlar. Con la comida que se da no basta, hay que conseguir más. Robar, intercambiar, hay que tener habilidades/capacidades para ello. El que no las tiene fallece pronto. El sexo es tabú, la prostitución como forma de salvación lo es también. La maquinaria contra la homosexualidad, pura hipocresía. Hubo una reacción contra el victimario muy destacable a pesar de las enormes dificultades. Las revueltas de Auschwitz y Treblinka fueron actos entramadamente heroicos. Miembros de los sonderkommandos, grupos judíos encargados de las cámaras de gas, se sublevaron cuando tuvieron alguna posibilidad de salir con vida. Murió la mayoría pero no quisieron perder la dignidad última, después de que consideraran que colaborar en el asesinato de sus familias y en la matanza colectiva, como en el caso de los Judenrat, no tenía ya más recorrido, como lo hizo Czerniaków en el gueto de Varsovia. Es muy interesante el relato del miembro del sonderkommando de Auschwitz, Zalmen Gradowski, la mirada del que perece, el verdadero testimonio según Lanzmann. Hubo muchos actos heroicos en guetos y en campos de exterminio, gente que superó el miedo, y la imposibilidad que suponía tener a padres e hijos a su cargo, para intentar salvar algo de vida y de dignidad. Como Rajchman, que después vivió en Uruguay, uno de los pocos sobrevivientes. La supervivencia y todos los matices centran los temas primarios de esta literatura de Treblinka. En Ebensee, donde los nazis trasladaron con una marcha de la muerte a los presos procedentes de Mauthausen, los catalanes lideraron la negativa a introducirse en túneles donde iban a ser volados. Los salvaron a todos. La supervivencia y todos los matices centran los temas primarios de esta literatura. Aunque hay otros, que surgen de la reflexión previa a la re-construcción del relato: el remordimiento. Los parámetros morales del mundo exterior del campo se enfrentan a los fantasmas morales del mundo interior del campo (un buen ejemplo es Roman Frister). Son dos ejes que mayoritariamente resultan contrapuestos, a pesar de ser falsos dilemas: las dinámicas internas están pensadas para destruir toda forma de moralidad, y para sobrevivir a menudo es necesario dejar en “pause” la moral exterior. Las normas internas funcionan por otros cauces, no son equiparables, de ahí el remordimiento propio de la cultura judeocristiana, los suicidios incontables (Celan, Levi, Améry… por emblemáticos) . El otro Yo no deja de recordarnos aquello que hemos visto, sufrido, tenido que hacer…
–Jorge Semprún, 17 años después de ser liberado del campo de concentración de Buchenwald, escribió: “Tengo que fabricar vida con tanta muerte”.
–Semprún tarda 17 años en poder afrontar el horror de Buchenwald. Otros tardaran más de sesenta. Muchos nunca contaron. Curiosamente lo hace en su primer libro “El largo viaje” solo durante las 4 noches que estuvo en el convoy que lo llevó al campo. Antes tuvo que reconstruir su existencia, como nos contará en “La escritura o la vida”. Y el dolor del recuerdo era tan inmenso que debió inventarse un compañero de viaje, el chico de Semur, para no afrontar solitariamente ese viaje a su pasado.
–En los campos se produce un fenómeno orquestado a la perfección de deshumanización: desde la misma llegada hay que desnudarse, afeitarse todo el cuerpo, luego la desinfección y la asignación de un número, se duerme en el piso hacinado con decenas, cientos de otras personas. Varios relatos dan cuenta que quienes sobrevivieron desarrollaron una suerte de proceso psíquico en donde desaparece la vida solidaria y predomina un instinto de sobrevivencia en estado puro, donde cada uno saca de su interior aquello que tiene de egoísta. Me hace pensar en Vicktor Frank, cuando dice “no sobrevivimos los mejores” y también en todos aquellos que sobrevivieron pero luego se quitaron la vida como Primo Levi, Paul Celan o Jean Amery.
–Las leyes de los campos se construyen en base a lo que yo denomino azar científicamente organizado. Para hacerle frente, el mantenimiento del espíritu humano es imprescindible. Ciertos parámetros culturales devienen piezas fundamentales: recitar poemas, recetas de cocina, lavarse cada día a pesar de todo, construirse peines, fumar algún tipo de cigarrillo (a precio de oro), escribir. Perder estas rutinas que te vinculan a la condición humana llevan inexorablemente a la alienación, a la deshumanización, en dos sentidos: convertirse en “muerto viviente” (Semprún) o “musulmán”, destinado a la muerte, o embrutecerse moralmente (participar de la maquinaria de destrucción nazi). Las luchas por explicarse de Levi devienen inútiles al final, a demasiada muerte en su vida, parafraseando a Semprún. Los dos tienen en común el concepto de testimonio ligado a lo que yo llamo el síndrome de Sísifo y de Penélope respectivamente.
–Otra figura de tu trabajo de investigación es la odisea que vivió el republicano Juan Camacho Ferrer, que estuvo detenido cuatro años en Mauthausen y tras ser liberado emigró a Uruguay. En este país, que fue uno de los que más sobrevivientes acogió, contactaste a Isaac Borojovich y Giza Alterwajn. Has estudiado, escrito y filmado estas tres historias.
–El mundo audiovisual permite llegar a un público al que los libros de ensayo académico o las memorias no llegan. Hay historias increíbles. Todas lo son, pero no todos tienen la capacidad de comunicarlas. Y los tres, de modo distinto, la tienen: Camacho como antifascista, hasta la muerte, en España, en Francia, en Bélgica, en Austria y en Uruguay. Giza por su capacidad de capear el horror de las desapariciones y encontrar la luz en la hermana, no de sangre, que la cuidó durante la guerra y que la busco 65 años (como cuento en el libro El llanto de la maleta, 2017), e Isaac por su capacidad de resiliencia, de superación, modelo para las nuevas generaciones, y con sentido del humor. No nos olvidemos de ese sentido del humor que tienen algunos sobrevivientes, que les permiten afrontar nuevas vidas, nuevas familias con tanta pérdida. Enfrente, los que viven con el miedo siempre, agazapados, incapaces de establecer vínculos emocionales sanos con su entrono inmediato. Todo un trabajo sobre las segundas y terceras generaciones.
–Hay dos grupos de individuos que fueron victimas de la solución final que son poco mencionados en la bibliografía de los campos: el pueblo gitano y los homosexuales.
–Son dos colectivos sin patria y sin defensa. Los primeros por su nomadismo y su escasa simpatía internacional. El segundo porque en las Alemanias posteriores a la segunda guerra mundial continuaron perseguidos, hubo hasta 47.000 nuevos casos hasta 1967…
–En tu propia familia hay algunos ejemplos, como el de tu abuelo, de personas que estuvieron detenidas en campos de concentración franquistas y que decidieron no hablar nunca de lo que habían vivido. Tu búsqueda académica y personal está al servicio de la memoria, de intentar poner en palabras e imágenes lo indecible y que perdure el testimonio. Como si la memoria fuese frágil. Como si pensaras, intuyo, que lo que parece imposible pudiese repetirse.
–Mi familia sintetiza la situación de la memoria de Catalunya y España en la segunda mitad del siglo XIX. Por una parte el abuelo materno, Josep Blanquer, fue represaliado en el Castillo de Montjuïc (donde fue fusilado el President Companys) por católico. Su historia se vincula a la memoria familiar oficial. Sin embargo, Vicenç Blanquer estuvo en los campos de concentración franquistas y Juan Rabadá en Mauthausen, y formaron parte del silencio de la memoria de los perdedores hasta hace escasamente dos años. Memoria oficial versus silencio represor, miedo. Las historias no pueden perderse, las que se vinculan a la memoria democrática, las otras ya se oficializaron durante 40 años y siguen hoy sin ponerse en duda. Mauricio Rosencof dice que la historia es como un espiral que regresa siempre, aunque no sea por los mismos caminos. Y la memoria no es suficiente para parar lo imparable, pero es necesaria. Por decencia, por reparación, por dignificación, por educación en valores democráticos, por justicia. En España es muy tardía y absolutamente necesaria, pero no ha servido para enjuiciar a ninguno de los responsables de los 15.000 republicanos que terminaron en los campos, ni a los que dirigieron la enorme represión de más de 140.000 asesinatos de violencia de Estado una vez instaurado ya el Franquismo, ni a los 500.000 republicanos de los campos de concentración y batallones españoles. Nadie. Se recupera parcialmente y tarde la memoria; se pierde la batalla por la justicia para siempre.