Junto con las organizaciones de cartoneros, Greenpeace tuvo una fuerte presencia contra la sanción de la ley que habilitó la incineración de basura en la Ciudad. En la sesión del jueves de la Legislatura, concitó la atención de todos –oficialistas, opositores y público– con una performance que incluyó una interpretación en trompeta del toque de silencio, la melodía de los honores fúnebres. Leonel Mingo, coordinador de campañas de la organización, explica aquí las objeciones de los ambientalistas.
–¿Cuál es la principal crítica a los cambios en la ley de Basura Cero?
–La ley de Basura Cero es, o era, antes de estos cambios que la desnaturalizan, una ley de vanguardia. Una de las mejores cosas que tenía era que imponía metas para la reducción de basura, lo cual indefectiblemente propicia el reciclado, porque es imposible reducir la cantidad si no se recicla lo aprovechable, con todas las ventajas ecológicas que eso implica.
–¿Y con las modificaciones eso cambió?
–Sí. Originariamente, las metas eran de una reducción del 30 por ciento para el 2010, del 50 por ciento para el 2012 y del 75 para el 2017, tomando como base la cantidad de basura del 2005, que es el año de promulgación. En los diez años de vigencia, que se cumplieron el año pasado, sólo se redujo el 26 por ciento. Y ojo, acá no puede hablarse de pesada herencia porque la ley se promulgó y reglamentó en el 2007, o sea que desde que empezó a regir la ley en la Ciudad, el gobierno fue de Cambiemos. Así que es responsabilidad exclusiva de ellos que en diez años no se haya cumplido ni la primera meta que marcaba la ley.
–Parece haber habido esmero en no cumplir...
–Y... sí. La ley marcaba como tope para el 2017 que la Ciudad produjera 357.000 toneladas de basura. Y lo que se produjo fue 1.100.000 toneladas. No fue que se cumplió más o menos la meta. Y una de las cuestiones más indignantes, a mi juicio, es que toda esa voluntad que pusieron para no cumplir con la ley, volvieron a ponerla ahora para modificarla.
–¿Lo dice por la velocidad con que la aprobaron?
–Sí, y no sólo por eso. La sesión fue escandalosa desde todo punto de vista. Varios de los legisladores protestaban porque fueron tantos los cambios que introdujeron de apuro en el proyecto, que nadie sabía a ciencia cierta qué se votaba.
–¿Y qué fue lo que no querían que se supiera?
–Una de las razones para tanto secretismo es que no querían discutir el tema de la ubicación de las plantas incineradoras. En el proyecto no lo dicen, pero se filtró que ya que una tiene su lugar, en Lugano, y las tres siguientes quieren instalarlas en Tres de Febrero, donde irían dos, y la otra en San Martín. Eso se filtró en ese dossier que algunos legisladores hicieron público el miércoles, en el que se hablaba de la estrategia para lograr que se aprobara la ley, con el manejo de la pauta y los “premios” para periodistas “amigos”.
–Sí, ese documento levantó bastante polvareda.
–Y el gobierno no desmintió en ningún lado que planeara ubicar allí esas plantas.
–Las “venden” como hermosas construcciones que no desentonan con el entorno y que no contaminan, pero no las instalan en Recoleta.
–Claro que no. Y ahí hay otro aspecto a profundizar. El gobierno nos dice que es una tecnología novedosa y que hay plantas de ésas en un montón de ciudades europeas.
–¿Y no es verdad?
–Sí, pero lo que no nos dicen es que la Unión Europea sacó una resolución para que las ciudades que todavía no tuvieran plantas incineradoras no instalaran ninguna, y pidió armar un cronograma para desmantelar las que estuvieran funcionando.
–¿Por qué?
–Porque se dieron cuenta de que son contraproducentes. Primero porque desalientan el reciclado y la reducción de basura. Necesitan que haya mucha basura para funcionar. Y además no es cierto que no contaminan. Algunos medios hicieron propaganda con una planta que está ubicada a catorce cuadras de la Torre Eiffel, en una zona muy elegante de París. Lo cierto es que por momentos sale una humareda de las chimeneas de la planta que le aseguro que arruina cualquier entorno y cualquier barrio.
–¿Por qué dice que desalienta el reciclado?
–Ahí tenemos otra cuestión espinosa. El gobierno enmascara los perjuicios de este sistema con la producción de energía a partir de la basura. Y en un país como el nuestro, con una seria crisis energética, eso suena tentador. Pero ésa es una energía carísima. Primero porque amortizar el costo de las plantas no es fácil. Y después porque tiene que haber mucha basura para quemar, así se puede producir energía. Entonces, en lugar de reciclar, se quema. Y al daño al medio ambiente le sumamos la pérdida de trabajo de los recicladores.
–Ese fue un tema que planteó la Federación de Cartoneros en la sesión.
–Claro. Nosotros hace bastante tiempo que venimos trabajando el tema con los cartoneros y recicladores urbanos. En la Ciudad hay inscriptos, con carnet, entre 5500 y 6000 recicladores. Si disminuye la cantidad de basura a reciclar, porque hay que quemar para que las plantas funcionen, esos puestos de trabajo desaparecen. Y hablamos de trabajadores muy precarizados.
–Los cartoneros denuncian la falta de recursos para desarrollar los programas de reciclado.
–Esa también es una cuestión a estudiar. La ley original hablaba de la concientización y de las campañas para separar la basura. No alcanza con poner un contenedor verde para decir que estamos ocupándonos del tema. Las campañas deben ser intensivas, prolongadas, bien pensadas. Como las que se hicieron para el ahorro de energía. El tema de apagar las luces o poner el aire acondicionado a 24 grados aparecía en todos lados, en el fútbol, en los programas más vistos... Nada de eso se hizo desde el Estado para enseñar a separar la basura y favorecer el reciclado. Porque es cierto que todos somos responsables de la basura que producimos, pero también lo es que el Estado debe hacer campañas eficientes.
–Evidentemente, plantean muchas objeciones a los cambios a la ley.
–Sí. Y hay dos más que también son importantes. En la campaña para confundir acerca del sistema de incineración, aparece la Ceamse mostrando fotos de los rellenos ecológicos con inmensas montañas de basura, absolutamente colapsados. Y es cierto que no hay dónde poner la basura. Pero lo que no dicen es por qué se llegó a ese punto.
–Si se hubieran cumplido las metas fijadas, tendríamos otro panorama ahora.
–Eso por un lado. Lo que tampoco dicen es que incluso en esta situación, es más rápido, más eficiente y mucho más barato reciclar que quemar. Las plantas incineradoras demandan un promedio de tres años para su construcción. Mientras tanto, el problema se agudiza.
–¿Y la otra cuestión importante?
–La financiación. ¿De dónde va a salir la plata? En Europa, cada una cuesta alrededor de 500 millones de dólares y se calcula que acá costaría entre 500 y 700 millones. ¿Vamos a seguir endeudándonos para pagar algo innecesario y nocivo? ¿Por qué no usar esos recursos para cumplir la ley?