PáginaI12 En Francia
Desde Cannes
No es mayo del ‘68, pero medio siglo después algo de ese espíritu combativo está en el aire. Huelga general por 48 horas en la aerolínea de bandera francesa, que terminó con la renuncia del presidente de la compañía; una seguidilla de paros sorpresa en los ferrocarriles nacionales, que obligaron al primer ministro Edouard Philippe a recibir a los delegados gremiales; y reclamos sindicales y salariales de todo tipo sacuden en estos días al país de Emmanuel Macron, que un año atrás ganó las elecciones con promesas de “centro” y hoy está llevando a cabo un clásico programa de derecha, quitándoles derechos y beneficios a los trabajadores para darles mayores exenciones impositivas a los grandes capitales. Los problemas de transporte, en particular, consiguieron que llegar a la apertura del Festival de Cannes –que en la tarde de hoy inaugura su edición 71 aniversario– se haya convertido en una módica aventura. Considerando que el festival más influyente del calendario cinematográfico internacional tiene unos 40 mil acreditados de 160 países de todo el mundo –entre actores, directores, starlets, productores, distribuidores y una tropa de más de 4.000 periodistas– la vidriera de Cannes siempre es propicia para visibilizar toda clase de conflictos. Y esto recién empieza.
Si de conflictos se trata, Cannes tiene ya desde hace semanas los suyos propios. La decisión de romper con una tradición de décadas y que le permitía a la crítica acceder a funciones matutinas de prensa de las películas que luego por la noche tenían su estreno de gala, para poder pulir con tiempo sus textos y comentarios, provocó un cisma entre los organizadores del festival y el periodismo acreditado. Los primeros alegan, no sin motivo, que con el advenimiento y supremacía de los medios digitales y las redes sociales, los invitados a la función nocturna de gala todavía no habían alcanzado a probarse el smoking y la pajarita para lucirse sonrientes en la alfombra roja cuando ya se enteraban de lo que opinaba la prensa de la película que estaban por celebrar. Y no siempre eran buenas noticias.
Los productores habrían hecho presión en este sentido, especialmente después de la competencia oficial del año pasado, que dejó bastante que desear y provocó disgustos entre los invitados, atragantados antes de poder siquiera brindar con una copa de champán. Por su parte, la prensa alega que al tener que ver las películas un día después o, en el mejor de los casos, simultáneamente con la función de gala, la cobertura queda atrasada y desvirtuada. Como decía sabiamente Jean Renoir en La regla del juego (1939): “Lo terrible en este mundo es que todo el mundo tiene sus razones”.
En los papeles, al menos, la selección en competencia oficial de esta edición aniversario luce variada, atractiva y no exenta de nombres nuevos, capaces de oxigenar un ambiente a veces demasiado viciado de “abonées” como llama irónicamente la prensa francesa a aquellos directores que una y otra vez presentan cada nueva película en Cannes, obturando el espacio a talentos en ciernes. Que “abonados” hay, los hay, pero no son tantos (el francés Stéphane Brizé, el italiano Matteo Garrone, el turco Nuri Bilge Ceylan) y en cambio aparecen varios novatos en el concurso por la Palma de Oro (ver recuadro), como la libanesa Nadine Labaki y la francesa Eva Husson, que cumplen con el cupo femenino, más el estadounidense David Robert Mitchell, el polaco Pawel Pawlikowski, el ruso Kirill Serebrennikov y el japonés Ryusuke Hamaguchi, consagrado en Locarno 2015 con Happy Hour.
Precisamente, Asia estará muy bien representada en la competencia oficial por algunos de los mayores cineastas del continente: el chino Jia Zhang-ke con Ash Is Purest White; el japonés Kore-Eda Hirokazu con Shoplifters; el coreano Lee Chang-dong con Burning; y el iraní Jafar Panahi con Three Faces. El caso de Panahi despierta expectativas, porque ya ha ganado el Oso de Oro de la Berlinale y el León de Oro de la Mostra de Venecia, pero es la primera vez que concursa por la Palma de Oro de Cannes. Fuera de competencia, el gran documentalista chino Wang Bing presentará su trabajo más reciente, el monumental Dead Souls, de ocho horas quince minutos de duración.
Párrafo aparte merece el legendario Jean-Luc Godard, quien a los 87 años volverá a competir en Cannes (aunque él muy difícilmente venga, ya que se ha convertido en una figura elusiva y ermitaña) con su film más reciente, Le Livre d’image, una reflexión sobre el mundo árabe en 2017 a través de imágenes documentales y de ficción, “una historia en cinco capítulos como los cinco dedos de una mano”, según el propio realizador.
El cine argentino pisa fuerte en la sección oficial Una cierta mirada, que también es competitiva y cuyo jurado preside el actor portorriqueño Benicio del Toro. A falta de una, habrá dos películas nacionales, empezando el viernes 11 con El Angel, dirigida por Luis Ortega, en su primera incursión en Cannes. La película de Ortega está basada en la historia verídica del múltiple asesino Carlos Robledo Puch, alias El Angel Negro o El Angel de la Muerte, que conmocionó a la sociedad argentina de comienzos de la década del ‘70 y quien al día de hoy todavía sigue preso por esos crímenes, que incluyen once asesinatos a sangre fría y numerosos robos, cuando todavía no había cumplido 20 años.
El Angel está protagonizada por el debutante Lorenzo Ferro, acompañado por Mercedes Morán, Daniel Fanego, el Chino Darín y Cecilia Roth. Tiene producción de Matías Mosteirin para las compañías argentinas K&S Films y Underground más la española El Deseo (de los hermanos Almodóvar), en coproducción con Telefe y concursará en Un Certain Regard con otros diecisiete largometrajes, en su mayoría de directores emergentes, con menos obra previa que la de Ortega, quien al día de hoy suma seis largos y la miniserie Historia de un clan, sobre la familia Puccio, otro sonado caso policial argentino.
El segundo film argentino en concurso en Una Cierta Mirada es Muere, monstruo, muere, opus dos del mendocino Alejandro Fadel después de su opera prima Los salvajes, premiada en la Semana de la Crítica de Cannes 2012. Filmada en su provincia natal, Muere, monstruo, muere tiene producción de Agustina Llambí Campbell para La Unión de los Ríos, de la que Fadel forma parte, y es “un film de autor, pero con mucho monstruo, asesinatos sangrientos y efectos visuales”, como definen sus realizadores. Poco más trascendió hasta ahora de la película salvo lo que Fadel ha declarado a periódicos mendocinos durante el rodaje, como que tiene “mujeres decapitadas, motociclistas de la luz mala, fallas en el lenguaje, monjes cinéfilos, paisajes como matemática, esquizofrenia y monstruos”.
No se acaba allí la presencia argentina. En la sección paralela Quincena de los Realizadores está programada El motoarrebatador, otro segundo largometraje de otro director del interior del país que también había estado con su film debut en la Semana de la Crítica de Cannes. Se trata del tucumano Agustín Toscano, que en 2013 sorprendió con Los dueños (2013), codirigida junto a Ezequiel Radusky. Ahora Toscano se manda solo con esta historia de un motochorro tucumano que, después de robarle la cartera, en su huída lastima a una mujer mayor y se preocupa por sus consecuencias. “Es la historia de una persona que se mueve invadido por la culpa, atormentado por sus actos y perseguido por su sombra, por su conciencia”, declaró el director al sitio especializado Otroscines.com, donde también reconoce que hay humor negro y que por momentos se lo puede ver como “un policial sin policías”. Es una producción de Hernán Musaluppi para su empresa Rizoma, en coproducción con Uruguay, ya que de ahí son Gonzalo Delgado (director de arte y vestuario), Arauco Hernández (director de fotografía y cámara) y Sergio de León (asistente de dirección), con quienes Toscano reconoce haber trabajado muy de cerca.
Por su parte, en la competencia de la Cinéfondation, la sección oficial de Cannes dedicada a cortometrajes producidos por alumnos de escuelas de cine de todo el mundo, participa Cinco minutos afuera, de Constanza Gatti, formada en la Universidad del Cine de Buenos Aires, donde la directora promete poner en cuestión el amor romántico al viejo modo de Cenicienta.
Además del stand oficial del Instituto de Cine (Incaa) en el Marché du Film, dedicado a la promoción y difusión del cine nacional, la presencia argentina en Cannes tiene también otros aportes, no por laterales menos llamativos. En el film de apertura de esta noche, Todos lo saben, del iraní Asghar Farhadi (La separación), rodado en castellano en Madrid, Ricardo Darín secunda a la pareja protagónica, integrada por Javier Bardem y Penélope Cruz. Y en las Proyecciones Especiales está anunciado el documental Pope Francis - A Man of His Word, del alemán Wim Wenders, sobre Jorge Mario Bergoglio. Considerando que en su juventud Wenders confesó que le costó elegir entre el sacerdocio y el cine, parece que con el Papa Francisco encontró finalmente su justo medio.