Cuenta Pablo Gianera que el compositor Frederic Rzewski le pidió, grabador en mano, al saxofonista Steve Lacey que explicara en quince segundos la diferencia entre improvisación y composición. "En quince segundos, la diferencia entre la composición y la improvisación es que en la composición se tiene todo el tiempo que se necesita para decidir lo que se quiere decir en quince segundos, mientras que en la improvisación sólo se tiene quince segundos", fue la respuesta, que duró quince segundos exactos. La cita es de "El arte de la improvisación". Este es uno de los 25 textos sobre jazz (en lengua española, previamente publicados en diversos medios gráficos) que componen la reciente recopilación Gente con swing (Homo Sapiens, 2018), editada por el periodista y productor musical Horacio Vargas.

"Swing" es una palabra intraducible. Se tiene o no se tiene. Es un modo de nombrar cierta gracia inefable cuya técnica radica en la síncopa. "Los escritos de Alejo Carpentier sobre la música son una forma del swing, una forma diferente de explicar lo que se experimenta cuando se escucha jazz", escribe Gary Vila Ortiz. Con Gary, Vargas conducía un programa nocturno de radio sobre jazz que Gary grabó emisión por emisión en cassettes que conservó hasta el fin de su vida.

La fascinación de los escritores hispanohablantes por el jazz se remonta a cuando aquella "música de negros" empezó a transmitirse por radio. Julio Cortázar, autor del cuento "El perseguidor" y de esa biblia iniciática para fans del jazz que fue su novela Rayuela, evoca el tira y afloje del dial con los tangueros allá por 1929. El antecedente de Cortázar se hace presente en un breve prólogo tras el cual el editor, como un buen director de orquesta, cede la palabra a los prestigiosos autores, a los músicos. Gente con swing es un libro para leer con You Tube al lado. Como Rayuela, ofrece generosamente un mapa de escuchas para entrar en este apasionante género musical.

Así se pueden hallar perlas como la versión al estilo del blues de "The Entertainer" por Roland Kirk, que Marcos Mayer menciona en su ensayo sobre el humor, la parodia y la farsa en el jazz, "Los bufones" (donde hace un excursus fuera del género por "Mercedes Benz" de Janis Joplin, cantante con alma de gospel y blues pero del palo del rock).

Desde los ensayos de Beatriz Sarlo, Jorge Fondebrider o César Sampayo sobre la dialéctica entre tradición y novedad que se juega en cada improvisación basada en standards, hasta las evocaciones de conciertos o discos inolvidables por César Pradines o Marcelo Scalona, cada texto es un solo, que ocupa los compases de su coro para contar una historia. Vargas como editor lleva la batuta para lograr que ellos se eslabonen entre sí: Juan Sasturain se refiere a Diego Fischerman, y el siguiente texto es de Fischerman. Se eslabonan las historias, componiendo genealogías de pianistas, trompetistas, saxofonistas y guitarristas. Antonio Muñoz Molina presenta a Rod Rodney (Robert Roland Rodnik) y a continuación Santiago Giordano presenta a Chet Baker, curtido en la admiración por Rodney, con frases como "nunca lo perdonarán por no haberlas amado", que parecen versos de una canción.

"Considerando que la música del Sr. Gillespie es y ha sido durante más de cuarenta años consistentemente parecida a las olas, de dibujos y efectos imprevisibles, siempre diferente y aun siempre bella (...) desígnase con el nombre de 'Dizzy' la ola que surge todos los días a las 3.45 frente a la costanera, en zonas aledañas al aeroparque Jorge Newbery", escribe Hermenegildo Sábat parodiando los comunicados de la dictadura militar: chiste político en honor al trompetista Dizzy Gillespie, quien tocó en Buenos Aires el 4 de mayo de 1979 en Obras Sanitarias. Esa noche tocaron allí Hermeto Pascoal y Astor Piazzolla.

Párrafo aparte merece la relación entre jazz y literatura, que atraviesa todo el libro, cruzando reflexiones de escritores y músicos sobre su propio quehacer, y que tomó forma de obra en la colaboración entre el escritor Kazuo Ishiguro y la cantante Stacey Kent. Algunas historias son novelescas, como el encuentro de José Luis Cavazza con Joe Lovano en barrio Triángulo, o cuando Jonio González describe en qué condiciones materiales de existencia adversas fue que Johnny Smith copiaba nota por nota los solos de guitarra de Django Reinhardt o aprendió a tocar trompeta en las letrinas. "Cualquiera es capaz de lo que sea si está lo suficientemente desesperado", dice Johnny Smith.

Rafael Filipelli, Eduardo Hojman, Marcelo Cohen, Guillermo Bazzola, Sergio Pujol, Humphrey Inzillo, Raúl Acosta, Rubén "Chivo" González y Roberto Maurer completan este genial concierto, que cierra con un solo magistral el gran escritor Juan José Saer.