El fiscal general del estado de Nueva York, Eric Schneiderman, que impulsó la batalla legal contra el productor Harvey Wainstein por abuso sexual reiterado y que tuvo un importante papel en el movimiento #MeToo, renunció tras ser acusado de haber ejercido violencia de género contra cuatro mujeres con las que estuvo relacionado.
Schneiderman, de 63 años, cercano al Partido Demócrata y muy crítico del presidente Donald Trump, era uno de los fiscales generales estatales más poderosos y había ocupado un lugar preferente en el movimiento contra los abusos sexuales surgido el año pasado.
Las acusaciones contra Schneiderman aparecieron en un artículo de Ronan Farrow publicado en la edición digital de la revista The New Yorker, uno de los medios que destapó el año pasado el escándalo de abusos sexuales que afectó al productor de Hollywood, Harvey Weinstein (ver aparte). Según la revista, cuatro mujeres denunciaron que Schneiderman, con quien aseguran sostuvieron una relación sentimental, las golpeó en varias ocasiones durante los últimos años, las degradó e incluso las amenazó de muerte si lo dejaban.
Dos de ellas, Michelle Manning Barish y Tanya Selvaratnam, contaron públicamente sus historias. Las mujeres declararon a la revista que el fiscal las “golpeó repetidamente, a menudo después de beber, con frecuencia en la cama y nunca con su consentimiento”. Aunque no hicieron la denuncia policial en su momento, básicamente por miedo al fiscal y su poder, sí requirieron asistencia médica por haber sido golpeadas en el oído y el rostro. Según las mujeres, Schneiderman las tenía amenazadas.
Selvaratnam, que mantuvo una relación con el fiscal general entre el verano del 2016 y el otoño del 2017, aseguró que Schneiderman le advirtió que podía hacerla seguir e interceptar su teléfono si lo dejaba. A Manning Barish, en pareja con Schneiderman desde el verano del 2013 hasta el Año Nuevo de 2015, la amenazó de muerte si se iba.
Tanto Manning Barish como Selvaratnam contaron a la revista que hicieron públicas sus experiencias para “proteger a otras mujeres”, aunque a la segundo le costó mucho más tomar su decisión por miedo.
Hay una tercera mujer que también dice haber mantenido una relación romántica con Schneiderman, según le contó a las otras dos víctimas, y que sufrió repetidamente la violencia física no consentida. Una cuarta mujer, que prefiere el anonimato y a quien la revista alude como una abogada que ocupó importantes posiciones en el ámbito judicial, sostiene que tras rechazar los avances del fiscal, éste le pegó una cachetada con tanta fuerza que le dejó una marca que tuvo en el rostro hasta el día siguiente.
En su fuerte testimonio, Manning Barish y Selvaratnam le dijeron a la revista que cuando Schneiderman usó el poder de la oficina que dirige para asumir un rol destacado en el movimiento #MeToo contra los abusos sexuales, su angustia y enojo aumentó.
“Su hipocresía es épica, ha engañado a tanta gente”, dijo Manning Barish.
En una primera declaración ante estas denuncias, la revista recogió un comunicado del fiscal general que, entre otros argumentos, indicaba: “En la intimidad de una relación me involucré en un juego de roles y otras actividades sexuales consensuales”. Pero Schneiderman también rechazó haber agredido a alguien y haberse involucrado “en sexo no consentido”, algo que, sostiene “es una línea que no podría cruzar”.
Pero ante los hechos, Schneiderman envío un comunicado de renuncia: “Si bien estas acusaciones no están relacionadas con mi conducta profesional o las operaciones de la oficina, efectivamente me impedirán dirigir el trabajo de la oficina en este momento crítico. Por lo tanto, renuncio a mi oficina, efectiva al cierre de operaciones el 8 de mayo de 2018”.